SOBRE LA AUTOMOTIVACIÓN
La automotivación es aquella habilidad de la inteligencia emocional que regula nuestras emociones, siendo su principal objetivo el afrontar con éxito las diferentes situaciones a las que somos expuestos en nuestra vida cotidiana. Para ello, ésta articula todas las herramientas necesarias (emocionales y racionales) para cumplir las expectativas y metas que nos marquemos.
En primer lugar, entendamos el importante papel que desempeña la motivación positiva sobre el rendimiento. Según los testimonios recogidos por D. Goleman, todas aquellas personas que cosechan largas y exitosas carreras tienen un denominador común: una elevada motivación positiva y una rigurosa rutina de entrenamiento y/o estudio. La principal diferencia entre aquellas personas que llegan lejos en sus carreras profesionales/artísticas y las que no es, básicamente, la ardua y perseverante práctica y esfuerzo ejercidos durante años y años. Dicha perseverancia depende fundamentalmente de factores emocionales, como el entusiasmo, una actitud positiva y la tenacidad (perseverancia) frente a todo tipo de contratiempos.
La automotivación es una maquinaria que se pone en funcionamiento ante una situación concreta en la que aparece un motivo que nos impulsa a actuar. En ese momento, surgen emociones primarias, tanto positivas como negativas, que inhiben o favorecen dicha acción. Es justo ese momento en el que interviene la inteligencia emocional, determinando mediante sus habilidades la forma (adecuada o no) en las que las personas son capaces de utilizar sus capacidades mentales.
INFORMACIÓN SOBRE EL LIBRO “INTELIGENCIA EMOCIONAL” (1996) DE D. GOLEMAN
La preocupación es una respuesta útil para nosotros; nos protege y advierte de peligros advirtiéndonos por nuestra seguridad y bienestar, pero a veces esa preocupación puede mutar en miedos y estados de ansiedad innecesarios. Muchas veces un simple compromiso o posible situación que requiera una respuesta responsable de nosotros nos puede amedrentar, en esos contextos la inteligencia emocional actúa convirtiendo un compromiso o reto en una gran estrategia capitaneada interiormente por un estado de automotivación. Aquellos que reconocen y controlan sus emociones pueden convertir esa ansiedad anticipada en una situación común de estrés para motivarse a sí mismos, digamos que nos confiere la virtud de convertir un lastre en un cálido aliento.
Uno de los pilares de la automotivación es la expectativa y esperanza de superarse a sí mismo, es decir, ser capaces de imaginarnos consiguiendo lo que queremos, desearlo y poner en marcha toda la maquinaría emocional y racional a nuestra disposición para vernos dentro de la viñeta que hemos visualizado previamente. Lamentablemente, en contextos donde imperan los estados de ánimo negativos podemos dejarnos llevar por la aprensión, la temeridad y el miedo al fracaso, haciéndonos imposible el soñar y, por lo tanto, limitándonos vivir experiencias de automotivación.
Existen dos principales focos generadores de un estado de automotivación: extrínsecos e intrínsecos. Los extrínsecos utilizan refuerzos externos para estimular una conducta deseable, es decir, usan métodos de recompensa y castigo como medios incentivadores. En cambio, los intrínsecos no usa agentes externos para reforzar una acción determinada, es la propia satisfacción de conseguirlo lo que produce la motivación.
LA IMPORTANCIA DE LA AUTOMOTIVACIÓN EN LA MÚSICA
Generalmente, en los ámbitos de las enseñanzas artísticas no es difícil generar estados de motivación, sólo hay que saber gestionar adecuadamente algunos factores determinantes como: las preferencias y gustos de los alumnos, ayudarles a ser conscientes de su propio potencial, saber establecer (y enseñar a saber) correctamente la temporalidad en la obtención de nuestros objetivos (corto, medio o largo plazo), enseñarles a soñar, etc…
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Entorno a la música y a lo que la automotivación concierne, podemos proponer actividades específicas que atienden al número de personas que atañen: automotivación individual o grupal. A continuación propongo alguna actividad o actitud concreta para trabajar en estos dos niveles.
+Automotivación individual:
En el ámbito de la docencia y, más aún en las actividades pedagógicas artísticas y no obligatorias, los profesores deben ser conscientes en todo momento del estado de motivación de sus alumnos (principalmente porque al ser una actividad “prescindible” podemos dejar de verles por nuestras aulas con cierta facilidad). Como principales responsables, los docentes tienen que ayudar a los educandos a marcarse objetivos y a que el camino hacia su consecución sea una experiencia positiva en todos sentidos, pudiéndolo extrapolar como una herramienta emocional más allá de lo meramente musical.
Una buena técnica es ayudar al alumno a marcarse objetivos a corto plazo y proporcionarle todas las herramientas necesarias para que alcance lo propuesto. Éste, al ver materializado de forma positiva y tangible el esfuerzo realizado, cosechará un feedback emocional muy valioso frente a la proposición de futuros retos, pero, ante todo, ese agradable y excitante sentimiento de poder que nos invade cuando estamos motivados. Por ejemplo, podemos ayudar a proponerse la grabación audiovisual de una obra o estudio para posteriormente editarla y subirla a “Youtube” o, por otro lado, le podemos ayudar a preparar un concierto o espectáculo que posteriormente interpretará públicamente.
+Automotivación grupal:
Funciona de forma muy parecida a la individual, pero quizás, sea un poco más compleja. Normalmente, cuando hablamos de automotivación grupal, hablamos también de liderazgo o de la figura de un líder (no jefe), es decir, el arte o capacidad (y la persona que lo posee) de aunar el trabajo y voluntades de un colectivo en una misma dirección, algo así como ayudar a un grupo de personas a automotivarse entre sí respecto a un colectivo con personalidad y funciones propias.
Para que se produzca una motivación general dentro de un grupo, alguien (una o varias personas) tiene que saber detectar que es lo que a cada uno le mueve o preocupa con el fin de saber establecer una dirección en la que todos caminen, favoreciendo el trabajo en equipo y creando sinergias. Por ejemplo, en la programación de un concierto por parte de una agrupación o aula, existen muchas más tareas a parte de la mera interpretación musical: marketing, preparación de papeles, puesta a punto de instrumentos, invitaciones para el concierto, elaboración y presentación del programa, encargados de instalaciones o material, y un largo etcétera.
En este caso, ejercer un buen liderazgo está directamente relacionado con tener la capacidad de empatizar y detectar qué tarea o acometido es el idóneo para cada componente, ya que todo el mundo, al sentirse útil, realizado y parte constructiva de un todo, está motivado frente a esta actividad. Los que lo hemos experimentado sabemos que, aunque es algo que no se ve, se puede oír de forma, casi mágica, en el momento en el que todos los instrumentos empiezan a sonar.
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Eduardo Sánchez-Escribano García de la Rosa.
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