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EL SÍNDROME DEL MÚSICO IMPOSTOR

Hacía tiempo que tenía ganas de hablar en profundidad de un tema que descubrí, en verdad, por casualidad, y no es otro que de “el síndrome del impostor” y cómo éste nos afecta, o puede afectarnos, a los estudiantes y/o profesionales de la música.

En verdad, éste es un tema que se ubica en el ámbito del pensamiento; de cómo el entorno nos influye y afecta en nuestra forma de actuar, las herramientas personales que desarrollamos para valorar la información que filtramos desde el exterior, el trascendental proceso y fenómeno de la toma de decisiones, además de por qué y de qué manera nosotros decidimos alcanzar una meta(s) determinada, suponiendo que se tenga la suerte de tener una(s).

No obstante, también se encuentra muy conectado con el emprendedor, o ausencia del él, que llevamos dentro, pues este síndrome te aleja y te mantiene apartado de evolucionar en muchos aspectos; hace que te invadan las inseguridades, te hace víctima de las constantes auto-comparaciones, provoca que te ahogues en las inercias sociales y profesionales y perfuma con un poco (o bastante) miedo cualquier decisión o actitud que vaya a hacer que des un paso al frente, indistintamente de la dirección en la que se decida avanzar.

En primer lugar, y separado aún de lo estrictamente musical, desnudemos este “síndrome”.

¿QUÉ ES Y CÓMO SE MANIFIESTA EL “SÍNDROME DEL IMPOSTOR”?

Principalmente, es la sensación continua de que no se está lo suficientemente preparado para realizar alguna acción y/o asumir una responsabilidad o cargo. Es aquel sentimiento de que lo que haces, pretendes hacer, o lo que ofertas como profesional, no se encuentra a la altura real de lo que supuestamente debería de ser.

Éste, por las conclusiones a las que he llegado tras unas semanas de consumir y depurar bastante información al respecto, se puede manifestar en dos niveles distintos:

1- ANTES DE (ofrecer una información, producto, servicio o asumir un cargo*)

En este primer nivel, el síndrome del impostor te hará sentir que nunca estarás preparado para hacer algo que, realmente y en teoría,  si estás, ya que llevas formándote para ello años atrás; invirtiendo mucho tiempo, esfuerzo y recursos en el camino.

Llegados a este punto, es muy común estancarse. Estamos hablando de esa etapa formativa y académica que nunca acaba y donde uno no busca el mero hecho de evolucionar como profesional y satisfacer aquellas inquietudes que vayan surgiendo por el camino, sino auto-convencernos (y auto-convencer) de que estamos preparados para hacer algo, midiendo esa preparación en títulos, certificaciones y en el número de viajes que hacemos a la tienda de enmarcaciones.

Dicha sensación te absorbe y empuja hacia un vórtice actitudinal del que sólo se puede escapar de una única forma, tomando decisiones, asumiendo responsabilidades, arriesgándose y emprendiendo nuevas iniciativas, es decir, la famosa salida de la “zona de confort”.

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2- DESPUÉS DE  (*)

El segundo nivel se da en aquellas personas que, bien ya ofrecen sus servicios o productos a terceros, o bien desempeñan ciertos puestos en empresas, instituciones u otras organizaciones.

A pesar de ya haber dado el paso que los estancados en el nivel anterior no dieron, los que aquí están bajo los efectos del síndrome del impostor experimentarán, en mayor en menor medida, una continua sensación de estar defraudando a los de su entorno, sobre todo el profesional y el académico.

Dicha sensación fraudulenta, podrá surgir en el momento que se te pase por la cabeza que no estás lo suficientemente preparado/a para desempeñar alguna función o cargo, que el producto o servicio que ofreces y vendes no es tan bueno como intentas transmitir o que, en general, no sientes que puedas satisfacer las expectativas que recaen sobre ti.

Aquellos que se dejen vencer por las inseguridades, las malas comparaciones y dejen que sus pensamientos sean absorbidos por los síntomas antes mencionados, podrán dejar de ofrecer sus creaciones, dimitirán de sus cargos hacia otros de menor responsabilidad o, como mínimo, sufrirán un profundo estancamiento en sus carreras profesionales, puesto que éste impide que tu actitud evolucione.

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Curiosamente, es bastante frecuente encontrarse a grandes y exitosos profesionales bajo el fantasma del impostor, ya que al saber tanto, y de una forma tan profunda, sobre algo en concreto y rodearse normalmente de gente que también posee una gran experiencia sobre ese tema en común, creen que lo que saben, hacen u ofrecen no tiene, en verdad, el valor que otros le dan, sintiendo nuevamente esa sensación de ser un fraude.

Al normalizar y menospreciar todo lo que eres capaz de aportar mediante tus conocimientos, habilidades y experiencia, creerás que tu valor como profesional menguará, siendo todo fruto de nuestros propios pensamientos y del análisis e interpretación personal que hagamos de “la realidad”.

FACTORES EN COMÚN DEL PENSAMIENTO IMPOSTOR

-Es una actitud que se engendra desde el ámbito académico y profesional pero puede llegar a influirnos, en gran medida, en lo meramente personal.

-Es muy común que los impostores piensen que el éxito proviene de algo tan ambiguo como es la propia suerte, y no de una serie de esfuerzos, sacrificios y decisiones correcta y estratégicamente tomadas en una dirección concreta.

-Realizan comparaciones continuas con aquellos que están (o creen que están) por encima de ellod en cuento a conocimientos, destrezas, titulaciones, experiencia o posicionamiento profesional, en general, dentro de un sector.

-Suelen presentar un alto grado de exigencia personal. Ésta, de una forma controlada, es buena, ya que puede sacar lo mejor de nosotros, pero una incontrolada auto-exigencia puede provocar que nunca estemos satisfechos con nuestro trabajo, atentando gravemente contra nuestra auto-estima. Como no sé algo, no sé nada, o como no lo hago perfecto, no lo sé hacer (típico pensamiento impostor).

-Excesiva conciencia de humildad y/o mala interiorización del propio concepto. [LECTURA RECOMENDADA: LA HUMILDAD COMO VALOR TRANSVERSAL EN LA MÚSICA]

Miedo al fracaso y a cometer errores en público.  Vergüenza y coacción personal por el hecho y posibilidad de ser juzgados.

-Sensación de que sólo tiene valor aquello que cuesta mucho trabajo realizar, asumir o producir. Aquello que se lleva a cabo con “facilidad” y solvencia (normalmente aprendido a base de experiencia, formación y repetición), no merece ser valorado como algo que, desde nuestra intuición, si lo debería ser.

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EL SÍNDROME DEL MÚSICO IMPOSTOR.

El mundo de la música es altamente proclive a generar impostores en potencia: una alta competitividad y grado comparativo entre profesionales y estudiantes, los miedos e inseguridades presentes en la propia naturaleza de la interpretación artística y su dependencia de “el directo”, un mundo laboral muy pequeño en el que (casi) todos nos conocemos (física o digitalmente), presencia de fuertes e inflexibles estereotipos de éxito musical o, entre otros factores, el secuestro racional y emocional que hacemos de nosotros mismos persiguiendo ciertas metas de forma ineficiente.

De tal forma, existen cinco grandes apartados que, si te sientes identificado con alguno de ellos, puede que te estén arrastrando hacia el lado impostor.

1- Miedo a compartir tu trabajo, productos y éxitos académicos y profesionales.

Muchos músicos aún no se han dado cuenta que su empresa son ellos mismos, y que tienen que tener un bonito y ordenado escaparate, pero recuerda que lo que muestres en él siempre se tiene que corresponder en calidad con lo que hay dentro de la tienda, de lo contrario, sí que estarás defraudando de verdad a tu comunidad.

Asimismo, aún hay músicos que crean y no muestran masivamente en sus redes profesionales y sociales sus productos, o que cosechan un importante éxito y no lo comunican, siendo el intuido y mal interiorizado concepto de humildad el principal causante de ello.

Obviamente, todo emana del miedo a ser juzgado o de pensar que, como hay gente por encima de nosotros en cualquiera de las cosas en las que podamos a destacar, algo no pueda suponer una proeza, confundiendo el éxito personal con lo que podría suponer un caso de éxito para otras personas más avezadas y experimentadas profesionalmente que nosotros.

A menudo, directamente, a lo que se tiene miedo es a crear algo y a mostrárselo al mundo. Ten muy en cuenta que si te gustaría producir tus propios vídeos, componer nueva música, escribir un blog, llevar a cabo una idea de emprendimiento empresarial, compartir con tu comunidad un nuevo éxito o proeza, grabar un disco o abrir un canal de podcasting, entre otras iniciativas, y no lo haces, ya sabes lo que te ocurre, y es, básicamente, que eres una nueva víctima del síndrome del músico impostor.

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2- Fiebre académica

El mundo de la música académica, y sobre todo el de los conservatorios, es muy susceptible de dejarse llevar por la actual, interminable e insaciable, fiebre académica: cursos, clases de todo tipo, segundas o terceras carreras para completar la formación principal, másteres, asistencia a encuentros y eventos profesionales de todo tipo, etcétera.

Esta ambición por seguir aprendiendo y mejorando es inmejorable, lo que sí es mejorable y necesario es que llegue el día en el que decidas emprender y tomar iniciativas entorno aquello en lo que tanto te has formado.

Siempre va a haber algo que te quede por saber o dominar, y no es necesario tener un título o certificado de absolutamente todo para estar seguro de que realizarás algo satisfactoriamente. Como mejor se aprenden las cosas es experimentándolas y usando las técnicas, habilidades y conocimientos que hemos interiorizado durante nuestra formación.

Recuerda, ¿te formas por la propia ambición de aprender y desarrollarte, o te formas para auto-convencerte (y auto-convencer a los demás) de que estás preparado para desempeñar alguna función coleccionando certificaciones? De ser como en el segundo caso, demos de nuevo la bienvenida al pensamiento impostor.

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3- Comparaciones

Cierto es cuando se dice que las comparaciones son odiosas, y cuando hablamos de posibles víctimas del síndrome del impostor, aún más, ya que éstos siempre van a ir a compararse con aquellos que justifiquen su falta de iniciativas.

En el mundo de la música, todos nos conocemos, si no es personalmente, algo habremos oído hablar sobre ese alguien o habremos consumido algo de información en las redes sociales o internet al respecto.

Conocer quiénes son y qué hacen  las personas que están involucradas en nuestro mismo sector profesional no es, para nada, malo, lo perjudicial es usar toda esa información para hacer agravios comparativos contra nuestra propia persona.

Los músicos no impostores contextualizan toda esa información y lo que hacen es construir referencias, en cambio, los sí impostores se comparan con aquellos que, en teoría, están por encima dentro de un mismo sector o profesión. Las comparaciones o referencias son inevitables, y siempre va a haber alguien por encima de nosotros en formación, experiencia y prestigio profesional, pero eso no quita que tú no estés de sobra y altamente preparado para realizar la misma actividad que éstos.

En estos casos, el típico músico impostor, se esconde en este tipo de comparaciones  para no realizar pruebas, no acudir a audiciones, no concurrir a procesos de selección u oposiciones, a no difundir su música en la red o no compartir sus proezas.

Curiosamente, si os habéis dado cuenta, lo músicos que no se dedican profesionalmente a la misma, no tienen ningún problema en compartir y difundir sus creaciones, y es principalmente porque no tienen miedo a ser juzgados, ni a ser comparados ni criticados por lo que otros esperan de ellos, sólo disfrutan y hacen llegar a todos los posibles lo que han creado. ¿Tendremos mucho que aprender de cómo los músicos no profesionales gestionan, viven, aprenden y se sacrifican por la música?

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4- Inercias profesionales y estereotipos de éxito en la música.

La mayoría de los tradicionales perfiles profesionales que encontramos en el mundo de la música están sometidos a fuertes estereotipos. Frecuentemente, desde los primeros cursos de los estudios profesionales ya nos empiezan a imponer de una forma un poco enlatada a qué nos podremos dedicar en este sector y a cómo conseguirlo.

Tristemente, y más allá de lo que debería de ser, el abanico de posibilidades que se suele ofrecer no es, que se diga, demasiado amplio: orquestas, bandas, docencia y poco más. [LECTURA RECOMENDADA: MÚSICOS PROFESIONALES VS PROFESIONALIZARSE CON LA MÚSICA]

Por otro lado, a parte del empleo-estereotipo, existe cierta jerarquización en cuanto a qué trabajos están, más o menos, ligados con el éxito: directores de orquesta, solistas internacionales, músicos de ópera u orquesta sinfónica, profesores de prestigiosos conservatorios o academias, etcétera.

La gran parte de los que deciden emprender el camino hacia alguna de esas exitosas profesiones, lo hacen intentando seguir los pasos de otros que, o ya lo han conseguido, o están muy cerca de ello; concursos de solistas, jóvenes orquestas, “estratégicas” clases privadas con profesionales del sector o diversos estudios en el extranjero, por ejemplo.

La inercia podrá hacer que entremos en un círculo vicioso de metas predefinidas, mentalidad y comportamiento profesional, trayectoria académica e imitación de otras personas supuestamente exitosas. Todo lo que se salga de esos cánones, puede que esté fuera de nuestra zona de confort musical, ya que es más fácil y cómodo optar por aquello que sabemos que socialmente se nos premiará, además ya tenemos referencias y ejemplos de cómo llegar hasta ello.

Para nada os quiero transmitir con todo esto que el hecho de desear y querer optar a ciertos empleos tan bellos y gratificantes como los anteriormente mencionados sea algo perjudicial, ni mucho menos, pero sí lo es cuando uno mismo persigue alguno de estos estereotipos profesionales sin, en el fondo, desearlo.

En este apartado, el prototipo de músico impostor es aquél que se deja llevar por lo más normalizado y, a pesar de que anhela perseguir otras metas distintas a las  comunes y preestablecidas, no lo hace, siendo preso de las inseguridades como: creer que no se tiene capacidad y personalidad para innovar, no estar lo suficientemente preparado para perseguir sueños diferentes a los de la mayoría o pensar que, a pesar de tener evidencias de lo contrario, nunca llegarás a vivir y a ser respetado por hacer lo que realmente te apasiona, asumiendo con personalidad que, posiblemente, nunca llegarás a ser considerado alguien exitoso dentro de tu sector.

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5- Asumir nuevas y mayores responsabilidades:

El hecho de asumir nuevas responsabilidades es una de las ocasiones que más nos puede hacer de evolucionar y madurar, tanto en el plano profesional como en el personal.

Aquellos que lideran iniciativas de cambio y/o responsabilidad suelen ser premiados en sus entornos con mejores condiciones laborales, mayor respeto profesional y grandes beneficios en la propia autoestima. Además, cuando asumimos nuevos y mayores cometidos, la experiencia que cosechamos en la actividad realizada se verá sumada a nosotros de manera exponencial.

En nuestros entornos musicales, existen innumerables oportunidades para dar grandes pasos hacia delante en nuestras trayectorias profesionales: podemos proponer tocar un concierto solista en alguna de las agrupaciones donde toquemos regularmente, crear y/o proponer asumir un nuevo cargo en la empresa (orquesta, grupo musical, conservatorio, escuela, etcétera) donde trabajemos o podemos dejar de eludir esa responsabilidad que siempre hacemos recaer sobre otro.

Los casos anteriormente descritos supondrían lo completamente contrario a un pensamiento impostor, es decir, a tener iniciativas o asumir nuevos retos. Al otro lado de estas situaciones, se encuentran aquellos que, a pesar de barajar atractivas propuestas y disfrutar de un entorno muy favorable para crear y aprovechar oportunidades, se dejan absorber por el estatismo, los miedos y las inseguridades.

Obviamente, hay que seguir evolucionando, y una de las mejores formas de hacerlo es asumir nuevos retos. Si sientes que nunca te encuentras preparado para lo que te proponen, no te imaginas realizando otras tareas de mayor responsabilidad o tienes miedo de tener algo a tu cargo, probablemente no tengas un problema de formación, sino de actitud y estés sufriendo profundamente el famoso “síndrome del impostor”

La mayoría de los contenidos expuestos en estos cinco apartados, lo he enfocado hacia la fase “antes de”. Esto ha sido así porque considero mucho más importante y beneficioso, dentro del sector musical, el hecho de emprender y liderar iniciativas de cambio.

Los músicos han de ser personas dinámicas, creativas, abiertas y dispuestas a ofrecer mucho y de gran calidad, y todo ello comienza, como siempre, con un pensamiento y una nueva actitud.

Espero haber contribuido a que haya un poco menos de músico impostor en todos vosotros. Concluyendo, os dejo con un pequeño epílogo metafórico elaborado para la ocasión.

Para hacer una gran hoguera son necesarios dos elementos: material para quemar y una chispa que inicie el fuego. Podemos estar toda la vida acumulando madera, cartón y papel en cantidades infinitas para incinerar, pero sin una pequeña llama todo eso quedará amontonado sin llegar a culminar el principal objetivo: convertirse en llamas.

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Eduardo Sánchez-Escribano García de la Rosa.

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