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“NO PUEDO, TENGO QUE ESTUDIAR”. EPIDEMIA EN LAS AULAS DE MÚSICA

(Un día cualquiera, en un aula de instrumento cualquiera y un profesor de música cualquiera con un alumno que acaba de entrar por la puerta. Supongamos que éste tiene entre diez y catorce años, por ejemplo)

Profesor: (Alegre y entregado) ¡Hola! ¿Qué tal todo? ¿Cómo fue la semana?

Alumno: (Tímido y cabizbajo) Bien…

Profesor: (Asiente con decepción con la cabeza,  ya sabe lo que pasa, no es el primer ni último caso similar) ¿Seguro? ¿Qué tal te ha ido con el material que tenías que trabajar esta semana? (Pregunta intencionadamente)

Alumno: Es que… esta semana no he podido dedicarle tiempo porque TENÍA MUCHOS EXÁMENES Y MUCHO QUE ESTUDIAR.

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Está hipotética situación refleja el día a día de las escuelas de música y, posiblemente, en algo de menor medida, de los conservatorios. Con esto no quiero decir que todos los alumnos no estudien y/o practiquen los contenidos a trabajar en las clases nunca jamás, ni mucho menos, pero sí se puede decir que es algo bastante habitual y depende, en su práctica totalidad, de los rasgos actitudinales de los jóvenes, el (a veces) excesivo volumen de actividades, exigencias y responsabilidades a las que éstos son sometidos por los que pueden y deben velar por su educación y valores: padres, madres y profesores.

Partiré de un análisis previo del contexto, entorno y factores que intervienen e interactúan actualmente, y según mi perspectiva, en  la educación musical de los más jóvenes.

1) Infinidad de distracciones tecnológicas y digitales. A la edad aproximada de 10-13 años, empiezan a tener un acceso independiente a las tecnologías, es decir, móviles, tabletas, portátiles y demás dispositivos habidos y por haber con sus respectivas aplicaciones, juegos y redes sociales. Los jóvenes a veces argumentan su continuo y excesivo uso como herramientas que necesitan para estudiar y formarse pero, en realidad, en muchas ocasiones no le dan ese uso, sino solo para el ocio (ocio que, a su vez, es muy susceptible de convertirse en adicción a esas edades).

2) Cultura del esfuerzo. Cada caso es un mundo y depende mucho del entorno, pero, en muchas ocasiones, cuesta bastante que los jóvenes adquieran la necesidad y responsabilidad de esforzarse en conseguir buenos resultados en sus tareas y, sobre todo, si es en algo que no sea obligatorio para ellos. La ley del mínimo esfuerzo, por desgracia, reina en nuestros días.

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3) En la búsqueda del 10 a cualquier precio. En contraste, y agravando la brecha respecto al punto anterior, son numerosos los casos en los que la figura paternal ejerce una exigencia máxima en cuanto a la excelencia académica se refiere. Dieces a cualquier precio, dando igual cuánto pagar respecto a sacrificios, preferencias, gustos, pasiones y, por supuesto, “invitar” (por no utilizar otra palabra menos permisiva) a dejar a un lado todo lo que te aleje de ello, provocando la absorción de la que yo denomino la cultura de la funcionalidad.

4) Demasiada información y estímulos en cerebros vulnerables. Los niños consumen y están expuestos a una cantidad de información abismalmente mayor respecto a las que generaciones anteriores disfrutaron, provocando que empiecen antes, y de una forma más variada y profunda, a configurar su sistema de valores y su forma de relacionarse estratégicamente con el entorno (las habilidades sociales de toda la vida). Asimismo, la tecnología y, por supuesto, toda la información y estímulos que ésta trae consigo, les proporcionan una ventana al mundo que debe de gestionarse y atender muy meticulosamente por aquellos sobre los que recae dicha responsabilidad.

5) Pluriactividad no siempre significa desarrollo. Los jóvenes realizan multitud de clases y actividades extraescolares, ocupando todos sus ratos libres y, a veces, hasta los fines de semana. A pesar de que éstas pueden significar (y significan) una parte muy importante y esencial, en las vidas y desarrollo personal de los escolares, pueden llegar a ser muy intensas, agotadoras, ocuparles mucho tiempo o, incluso, traer consigo más responsabilidades y quehaceres semanales de los que son capaces de asumir. En el caso de la música, se necesita una buena planificación y organización de la doble carga de trabajo (enseñanza general + enseñanza musical) si se quiere aprovechar como algo beneficioso, ya que, de lo contrario, sería vista como lastre por parte del alumnado.

6) ¿Por qué música? Las clases de música, fuera de la escolaridad,  pueden significar, tanto para alumnos como para padres y madres (aunque a veces también hasta para los mismos profesores), desde una actividad esencial para la formación integral del individuo, hasta la última prioridad; aquel sitio donde van a entretenerse y a pasar el rato mientras “yo hago la compra o lavo el coche”. Error.

7) Supremacía absoluta y omnipotente de los estudios obligatorios frente a cualquier otra cosa en este mundo. En este contexto, olvidamos que los títulos y la formación reglada no significa exclusivamente todo necesario para desarrollarse con éxito personal y socialmente. Obviamente, es extremadamente importante, imprescindible, pero no debemos enfocarlo y abordarlo como algo exclusivo y excluyente, más bien, yo diría que preferente y compaginable. Las actividades complementarias y extrascolares significan, en muchas ocasiones, el verdadero elemento y vector de desarrollo de los jóvenes, un lugar donde en muchas ocasiones la escolarización tradicional no llega. Por ello, y siempre y cuando estén bien enfocadas y llevadas a cabo a manos de profeionales, no hay que menospreciarlas.

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8) Sobrecarga de tareas escolares. Tristemente, tenemos un sistema escolar que, en muchas ocasiones, exprime, agota y consume a los alumnos a deberes y tareas extras y que, muy frecuentemente, confunde la cantidad de actividades con la calidad de las mismas. Desde muy temprana edad, éstas ocupan gran parte de su “tiempo libre” y, cuando este problema se da, es exclusivamente responsabilidad de los profesores. Por descontado, a todo ello hay que sumarle las entre 5 y 7 horas que ya pasan dentro del recinto educativo a diario.

Antes de continuar, me gustaría informarte que en mi canal de YouTube también he hablado sobre este artículo.

CONTINUEMOS…

Teniendo en cuenta todos estos factores, pueden darse tres principales razones que lleven a un alumno a vivir el ejemplo expuesto en la cabeza del texto, a pronunciar las palabras mágicas: “no puedo/pude, tengo/he tenido que estudiar”.

1- ¿MIENTE Y MANIPULA? ¿SE ENGAÑA A SÍ MISMO?

El alumno no ha estudiado, y no porque no haya podido, sino porque no ha querido. Él ya empieza a saber qué argumentos le pueden hacer eludirse de sus responsabilidades y, decir “tengo mucho que estudiar”, cree (y sabe) que le permitirá cosechar una justificación generalmente aceptada por su entorno, tanto de cara a los profesores de música como para sus propios padres.

En otras ocasiones, los alumnos llegan hasta no asistir a las clases de música basándose en esta misma justificación, convirtiéndose en una práctica bastante habitual. Ellos saben que si emiten la fórmula secreta, los padres aprobarán muy gustosamente la falta aunque, incoscientemente, no les estén haciendo ningún favor.

Puede que a veces sientan la verdadera necesidad de sacrificar las clases extraescolares para sacar adelante sus tareas o exámenes, pero ese comodín no puede ser usado de una forma tan gratuita como se emplea en algunas ocasiones, y el papel de los educadores y padres es saber detectar y gestionar adecuadamente este tipo de situaciones.

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¿Qué hacer?

Es muy importante aprender a analizar cada caso, es decir, saber si realmente no ha dedicado nada de tiempo a las clases de música porque no ha querido o porque no ha podido, lo cual me parece, a priori, tan extraño como preocupante, porque no es para nada recomendable (ni común) que un niño con, por ejemplo, doce años, tenga que llegar a esa situación (de ello hablo en puntos posteriores).

En estos casos, no hay que recriminar al alumno sin más, hay que dialogar, tanto con él como con sus padres.

[ARTÍCULO RECOMENDADO: MAMÁ, PAPÁ, QUIERO IR AL CONSERVATORIO.]

Hay que permanecer cercano al alumno y hacerle entender la rotunda importancia que tiene la constancia, la perseverancia y la regularidad en el proceso de aprendizaje de los instrumentos y habilidades musicales. Hacerle ver que no existe otra manera de conseguir lo que, supuestamente, ha ido a aprender a las clases de música.

Algunas veces, el problema es que al joven no le gusta nada lo que hace en las clases de música; no está motivado, no le encuentra sentido, se aburre y distrae constantemente, etcétera. De esta forma, obviamente no va a esforzarse. Le puedes obligar, castigar, suspender y amenazar, pero lo único que conseguirás es, en un periodo muy corto de tiempo, tener un alumno menos y, probablemente, que acabe odiando la música. En muchas ocasiones esto es responsabilidad exclusiva de los docentes y su falta de profesionalidad y/o empatía.

[INTELIGENCIA EMOCIONAL Y MÚSICA: LA IMPORTANCIA DE LA AUTOMOTIVACIÓN EN EL AULA (PARTE 4/6)]

En ocasiones es difícil, pero hay muchas formas de hacer vivir la música como algo positivo y que merezca la pena a alumnos de cualquier edad. Hay que esforzarse en conocerles más, conectar son sus motivaciones e intereses, buscar alternativas y experimentar con todo tipo de actividades y herramientas, no siendo necesario renunciar a los contenidos y materiales que se quieran trabajar. Simplemente, hay que encontrar otros caminos de llegar hasta ese punto en el que el alumno está motivado, le gusta lo que hace, lo entiende, lo vea accesible y esté dispuesto a organizarse mejor y sacrificarse para seguir adelante.

El contacto con los padres, en general, es importante, pero en estos casos es imprescindible. Ellos son los cómplices directos del proceso de aprendizaje, pues si un alumno te argumenta con frecuencia que no ha podido estudiar, lo deben saber y se debe de investigar si eso ha sido cierto o no (muy importante). Hay que guiarles en cómo ayudar a sus hijos en lo que a la educación musical respecta, hacerles ver y sentir el valor real que tiene para los jóvenes el verse involucrados en introducir la música en sus vidas, etcétera.

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Lo más importante, desde mi punto de vista, es demostrarles que puede que los niños utilicen estratégicamente el “no puedo, tengo que estudiar”, para evitar sacrificios y evadir responsabilidades, algo a lo que todo ser humano tiende por naturaleza. Ese es un comodín que hay que gastar cuando sea estrictamente necesario y no de una forma tan gratuita como muchos de los alumnos han aprendido a usar, pues saben que “haciéndose los responsables” (en el plano académico) conseguirán todo lo propuesto e incluso ganarse la admiración de sus progenitores y profesores.

2- SOBRECARGA DE ACTIVIDADES

Colegio/instituto, catequesis, música, baile, inglés, patinaje, clases de apoyo, fútbol, pintura, artes marciales, comparsas, campamentos, etcétera.  Este sinfín de actividades, entre otras, suelen ser frecuentadas semanalmente por los escolares. De toda esta lista, los jóvenes suelen combinar tres o más actividades, ocupándoles algunas de ellas varias horas en días distintos.

Son niños, es decir, ciertamente envidiosos e impulsivos; si un amigo se apunta a “lo que sea”, ellos se quieren apuntar, y si ofertan una actividad nueva en las extraescolares a su alcance, ellos quieren ser los primeros en experimentarla también.

Son terremotos, pueden con todo, rebosan energía, pero tienen un límite y, si lo sobrepasan, puede ser tarde. Hay que ser conscientes y tomar las medidas y decisiones oportunas ayudándoles a canalizar sus ambiciones y cómo deciden imitar lo que ven en su entorno.

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A todo ello, y como ya he indicado en el análisis previo, hay que sumarle la gran carga lectiva de deberes y tareas para casa que, en muchas ocasiones, acumulan a los alumnos de cualquier nivel. Este problema es un tema que lleva varios años en plena vanguardia de debate, recibiendo y sumando opiniones, enfrentamientos y críticas por parte de todo el colectivo de docentes, instituciones educativas y asociaciones de padres y madres de alumnos.

¿Qué hacer?

Los padres deben de saber y ser conscientes de las inquietudes y capacidades de sus propios hijos, guiándoles respecto a ello. Ellos siempre van a querer lo mejor para ellos, pero también deben de pedir consejo y asesoramiento a los profesionales de la educación, y el profesor, en consecuencia, responder con toda su experiencia y saber.

POR FAVOR, ESCUCHEN AL PROFESOR DE MÚSICA.

El hecho de realizar muchas actividades extraescolares puede que les consuma poco a poco y que, por lo contrario no lleguen a desarrollarse en ellas todo lo que podrían, como es en el caso de la música. No obstante, se podría extrapolar a cualquier otra.

La música, el colegio/instituto y otras tres o cuatro actividades extraescolares más, no siempre son compaginables y hay que tomar decisiones: hay que priorizar y optimizar. Se puede dar el caso de que haya “niños superhéroes” que saquen satisfactoriamente adelante cualquier actividad en la que se vean involucrados, por muchas y distintas que se les echen encima, pero eso tiene un límite y algún día se pueden llegar a derrumbar moralmente ante esa presión. Es decir, el vaso se va llenando hasta que no entra ni una sola gota más.

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Al contrario que otras actividades extraescolares, el aprendizaje de la música siempre requiere un tiempo de estudio y dedicación fuera del tiempo de clase. Si ni los alumnos ni los padres están dispuestos a ser constantes y perseverantes, es mejor que lo dejen, porque lo único que van a conseguir es frustración, tanto de padres, alumnos, como de los propios profesores. Dicha frustración puede venir primero ante la evolución de otros alumnos y la correspondiente e inevitable comparación que entre ellos se suele dar y, segundo, con el propio no desarrollo de sus habilidades y conocimientos musicales, pues éstos necesitan sentir ciertos avances para sentirse continuamente motivados.

LA MÚSICA Y EL BAMBÚ JAPONÉS: NO APTOS PARA IMPACIENTES

3- MALA GESTIÓN DEL TIEMPO.

En el tercer caso, los alumnos presentan las capacidades necesarias y abarcan un número de actividades bastante asumibles y compaginables, pero lo que les falta es saber (y querer hacerlo) el cómo gestionar las clases, el estudio, el ocio y las propias inquietudes y aficiones que vayan adquiriendo por el camino.

Van sacando todo adelante, con altibajos en su motivación y rendimiento, pero se van salvando de todo con resultados no superiores al notable y no ciertamente irregulares.

En este punto, empiezan a tener una cierta libertad en cuanto al estudio y al ocio, pero no siempre responden bien ante la responsabilidad que esto supone. A ciertas edades ya poseen acceso ilimitado a tecnologías y medios digitales como móviles, tabletas, ordenadores, videoconsolas o redes sociales. Como bien sabemos todos, pueden suponer un vertedero de tiempo desorbitado para los que aún no hayan desarrollado las competencias de cómo gestionar el tiempo que dedicamos a cada cosa respecto a lo que ésta nos aporte. Si incluso para los más adultos, y, supuestamente, más maduros y responsables, ya es un gran reto al que nos enfrentamos cada día, imagínense para un joven de entre once y catorce años, por ejemplo. Y no hay más que ver la tremenda adicción que los chicos y chicas de esta franja de edad tienen con los teléfonos móviles.

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Todo ello, puede provocar que, a lo largo de una semana, no hayan tenido (o querido sacar) tiempo para dedicárselo a algo más allá que a lo estrictamente necesario, como puede ser sacar un suficiente en lo que sea, pues lo importante para muchos de éstos es aprobar y no repetir: ley del mínimo esfuerzo. Y la vida sigue.

En estos casos, cuando atraviesan la puerta del aula de música y dicen el famoso “no he podido, tenía mucho que estudiar”, en realidad se refieran a “no he estudiado nada porque el poco tiempo que he invertido en esforzarme en algo, lo he dedicado a estudiar para aprobar algún examen en el que espero sacar un cinco (y lo celebraré) para no suspender, no tener que repetir, que no me castiguen y poder seguir haciendo lo mismo que, por otro lado, me está yendo bien desde mi joven perspectiva de la vida”.

Éste es un claro ejemplo de falta de ambiciones, sueños, afán por hacer las cosas bien y respeto por aprender que gran parte de las generaciones venideras lastran.  En muchas ocasiones, estaríamos hablando de jóvenes que pasan horas incontables al frente de televisiones, ordenadores, móviles y consolas o, por otro lado, el otro perfil de alumnos; los que empiezan a pasar horas y horas (muchas) en la calle, y a saber haciendo el qué.

En otras ocasiones, no es cuestión de pérdida de tiempo o de mala gestión vista desde el pasotismo, sino del mal uso, o uso descompensado, de lo más preciado que tenemos: el tiempo, algo que debemos de aprender desde muy pequeños.

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No siempre el esfuerzo realizado y el resultado obtenido son recíprocos. A lo mejor se esfuerzan, pero no cosechan lo que deberían o les gustaría; ineficiencia de estudio, invertir tiempo de más en cosas que no lo requieren, sufrir inseguridades que les hacen pensar que no rinden lo suficiente o, entre otras causas, miedos.

¿Qué hacer?

Para el primer caso expuesto, para los pasotas, en primer lugar es muy importante hablar con ellos seriamente y hacerles ver la importancia que tiene la perseverancia en la práctica de la música, invitarles a que hagan una autocrítica del uso que hacen de las tecnologías y hacerles ver si desean o no seguir aprendiendo música. En este último caso, es importante hacerles ver todos los beneficios que la música les puede aportar en sus vidas (aquí es muy importante el papel motivador del docente como guía). Además, se puede aprovechar para realizar una importante enseñanza y ejemplificación de valores personales.

LA HUMILDAD COMO VALOR TRANSVERSAL EN LA MÚSICA

En el segundo, el de los quiero y no puedo (supuestamente, y aunque eso dicen muchos, pero mienten) hay que ayudarles a saber cómo gestionar el estudio de las tareas musicales en épocas o momentos más complicados y de estrés y agobio. Para ello, se pueden realizar cuadrantes de estudio semanal, ayudar a organizarse las tardes haciendo listas de actividades y responsabilidades y, también, enseñarles a cómo usar la música como herramienta de distensión, relajación y evasión de otras tareas más estresantes como por ejemplo, dedicarle unos minutos a tocar en el descanso del estudio preparatorio de un examen con un duro temario.

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Docentes, hay que aliarse con los padres: hablar con ellos de los posibles problemas que pueda presentar su hijo, ofrecerles asesoramiento y consejo desde la experiencia, informales de cómo y por qué deben ayudar a su hijo a que siga su camino en el aprendizaje de la música, guiarles a cómo no desvincular las actividades de música de sus responsabilidades académicas y, por encima de todo, llegar a conseguir que confíen en ti, el profesor de música, como una pieza clave e indispensable en la educación integral de sus hijos.

CONCLUSIÓN

Probablemente, piensen que dicho análisis es demasiado profundo y tremendista para un hecho tan insignificante como a algunos le puede parecer la situación supuesta, pero, en realidad, es una inmejorable situación para hacer pedagogía de la experiencia, pudiendo hacer crecer y aflorar excelentes valores de los cuales, por supuesto, se verá beneficiado más allá de la música y a lo largo de toda su vida.

Por otro lado, puede que en un principio, y sobre todo para los menos experimentados, de respeto el meterse en cómo una familia debe gestionar la formación y educación de sus hijos, pero yo opino que hay que dejarse aconsejar por aquellos que se dedican a trabajar con ellos, con los que tratan día a día a cientos, ya que para algo son profesionales de la educación.

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No son nuestros hijos, pero también queremos lo mejor para ellos, y hablo en plural, porque mi incluyo plenamente. Trabajan con múltiples de casos, perfiles e individuos distintos y similares a la vez, teniendo una perspectiva global del sector y de las materias primas, lo cual ayuda a detectar los posibles problemas con efectividad y a plantear diversas y ya experimentadas formas de cómo solucionarlo.

En cambio, si se ignora, comprende y/o cede, no estamos haciendo, para nada, un favor al alumno, ni a su familia, ni a la educación musical.

Todo sea por una mejora de la calidad y valor de la enseñanza musical en escuelas de música y conservatorios, concienciación de profesores, padres, madres, instituciones y alumnos, y de que nuestra labor pueda alcanzar la magnitud que puede, debe y merece.

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LA MÚSICA Y EL BAMBÚ JAPONÉS: NO APTOS PARA IMPACIENTES

Como bien es sabido por todos, si observamos con detenimiento la naturaleza podemos cosechar grandes lecciones de vida. No todo lo que tiene valor en nuestro entorno es tangible para nuestros sentidos ni comida rápida para nuestra insaciable impaciencia, de ahí emana la estrecha relación que une al bambú japonés y a la música.

¿POR QUÉ EL BAMBÚ?

No hay que ser un experto en botánica para saber que de casi todas las semillas, tras unas pocas semanas de plantación y ciertos cuidados específicos, empezará a brotar un tallo.

El caso del bambú japonés es muy especial, pues permanecerá aproximadamente unos 7 años sin que asome por la superficie nuestro futuro árbol. No hay señales de vida. Nuestro esfuerzo por cuidar el bambú puede quedar frustrado si desistimos en su cuidado, necesitándose altas dotes de paciencia y perseverancia durante años.

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Repentinamente, después de toda la larga espera, de la semilla brotará un tallo que, en tan sólo 6 semanas desde este momento, podrá llegar a alcanzar más de 20 metros de altura. Además de este precoz desarrollo en pocos días, este árbol se convertirá en uno altamente resistente y flexible, doblándose con facilidad, pero siendo tremendamente difícil de partir y tirar abajo.

Entonces, ¿el bambú tarda sólo 6 semanas en crecer? No, para nada, tarda 7 años más 6 semanas. Mientras, durante todo este largo periodo de tiempo, estará creándose de forma no visible un complejo y férreo sistema de raíces que le permitirá, en un futuro, convertirse en esa planta con tan excelentes propiedades de adaptación.

LA MÚSICA Y EL BAMBÚ

La música es una disciplina que, como todo el que lo ha experimentado activa o pasivamente sabe, requiere, al igual que el cultivo del bambú, un profundo desarrollo de virtudes como la perseverancia, la constancia y el sacrificio, lo que les convierte a ambos en “no aptos para impacientes”.

PAZ CHINAEs imprescindible no desistir porque, aunque no se puede acelerar como nos gustase, en el momento que dejemos de cuidar y mimar nuestro cultivo, todo el esfuerzo depositado caerá en saco roto. Será difícil, ya que al igual que no veremos nuestra semilla germinar en años, no sentiremos dominar un instrumento, no entenderemos la música como otros la perciben y nos sentiremos torpes y perdidos en las interpretaciones grupales en las que participemos.

Un buen día, el tallo empezará a emerger con entereza por la superficie, dando sentido al esfuerzo y dedicación de años. Al igual que el bambú se ha pasado tanto tiempo diseñando su sistema de raíces, la música nos ha hecho de crecer internamente: conocimientos, habilidades físicas y cognitivas, espíritu artístico, inteligencia emocional, etcétera.

De la misma manera que este paciente proceso convertirá a este árbol en uno de tales características naturales, cada minuto que hayamos dedicado a cultivar nuestras “semillas musicales” se transformará en frutos de calidad, pudiendo nosotros y nuestro entorno disfrutar de ellos y manifestándose a través de elementos de índole musical y personal.

RAICES

INTERIORIZAR Y TRANSMITIR

Como lo aprende y asume el agricultor mediante el bambú japonés, la música nos hace adquirir y experimentar nuevos valores y aptitudes, siempre y cuando no desistamos y creamos en “aquello que aún no se ve, pero sí está”.

Este proceso de creencia e interiorización es algo para lo que podamos necesitar ayuda. Posiblemente, necesitemos recordar el caso del bambú en aquellos momentos en los que parece que el túnel no tiene salida, todo está muy oscuro y no hay señales de luz, pero no podemos rendirnos porque llegará lo esperado y disfrutaremos ampliamente de ello cuando empiece brotar.

Dicha enseñanza, es muy importante de tener presente en cualquier proceso de formación, madurez u objetivo propuesto, pero más aún (desde mi propia experiencia) en las carreras artísticas y, concretamente, en la música, donde las cosas parece que no crecen, no se desarrollan, no brotan, no se avanza, pero, en verdad y de forma invisible, se está creando un complejo entramado en y sobre nosotros que pronto empezará a dar sus frutos, dibujando una línea de ascenso casi exponencial.

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El papel del docente es muy relevante, ya que éste tiene la obligación de monitorizar que los aprendices están diseñando y forjando sus raíces; sin desesperar, sin querer volar, sin hacer trampas ni tomar atajos que nos empujen al fracaso, entendiendo la filosofía del proceso y ayudando a hacer pedagogía continua del mismo, tanto con los propios alumnos como con, si procede, con los padres de los mismos, poniendo sobre la mesa las características e importancia del mismo.

Asimismo, es también una obligación animar a extrapolar todo lo aprendido e interiorizado en nuestras clases y experiencias con la música (o cultivando bambús), con los demás aspectos de la vida en general; la importancia de la humildad, la virtud de la constancia y perseverancia, el dulce sabor del sacrificio tras alcanzar una meta propuesta, ayudar a entender el entorno a través de nuestras experiencias musicales, etcétera.

Para finalizar y como broche, me gustaría acercarles un texto que escribí hace unos meses en un momento de reflexión, inspiración y escape:

 ¿SACRIFICIO?

Al igual que la energía, que ni se crea ni se destruye, se transforma, ningún sacrificio se desvanece. Cuando creemos que hemos esperado el suficiente tiempo como para obtener resultados, y estos no llegan, necesitaremos otro nuevo sacrificio; la paciencia.

La paciencia es el sacrificio de esperar luchando, de esforzarse por alcanzar un objetivo sin saber cuándo llegará. Si no desistimos, llegará lo esperado, aunque nos daremos cuenta de que lo que deseábamos en un principio, se habrá transformado. Como consecuencia, descubriremos que, aun teniendo lo anhelado, el mayor logro es haber desarrollado la valiosa capacidad de conseguir lo propuesto.

Por encima de todo, entenderemos que el mayor tesoro es olvidar, o dejar de comprender, el significado de la palabra “sacrificio”, ya que realmente es lo que nos ha ayudado a conseguir todo aquello que hoy disfrutamos.

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ÉTICA Y MORAL. ¿QUÉ ENTENDEMOS? ESTRUCTURA, CONTENIDOS Y ACTITUDES.

ÉTICA Y MORAL. ¿QUÉ ENTENDEMOS? ESTRUCTURA, CONTENIDOS Y ACTITUDES.

Día a día, solemos emplear y añadir en nuestras conversaciones palabras y conceptos que, en el fondo, no dominamos con exactitud, pudiendo caer en un desafinado uso de los mismos. Un claro ejemplo es el de las palabras “ética” y “moral”, frecuentemente utilizadas, tanto éstas como toda la amplia gama lingüística que emana de las mismas, como sinónimos, adjetivos o adverbios.

En líneas generales, la Ética (también conocida como filosofía moral) es una disciplina filosófica que trata sobre asuntos morales, es decir, aquello concerniente a nuestra conducta, ofreciéndonos una catalogación de ésta como buena o mala (ética aristotélica), debida o indebida (ética kantiana) o más o menos valiosa (ética scheleriana).

La palabra “ética” posee dos raíces etimológicas (ambas griegas):

   êthos: hace referencia a “el lugar” metafórico donde habitan las disposiciones generales y naturales del hombre.

   éthos: carácter o forma de ser (hablando en términos modernos).

aristotelesAmbas fueron traducidas y sintetizadas al término latín “mos” que, más tarde, desembocaría en la palabra “moral”. En dicha traducción prevaleció el sentido de “costumbre” o “hábito”, haciendo referencia a la vida moral de los hombres y tomando, en un principio, la potestad de calificar los actos de éstos como buenos o malos, división muy característica de la ética que el filósofo griego Aristóteles desarrolla en su “Ética a Nicómaco”.

En este contexto, entendemos que la vida moral de una persona se construye mediante la relación circular que existe entre sus actos, sus hábitos o costumbres y su temperamento (disposición natural), tomando dicha relación entre todos estos elementos como un todo indisoluble.

He aquí la importancia de la educación en el proceso de desarrollo de la vida moral de un individuo, ya que es la encargada de tomar nuestra “primera naturaleza”, es decir, nuestras disposiciones temperamentales “de serie”, y moldearla a través de experiencias y sus respectivas consecuencias y conclusiones,  gestando así la llamada “segunda naturaleza” o “personalidad moral”.

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Llegados a este punto podemos tomar la Ética y la Moral como sinónimos, pero en realidad se suele realizar una distinción entre estas dos disciplinas:

   La Ética (con mayúscula) o también llamada “filosofía moral” es la disciplina encargada de realizar el estudio reflexivo y teórico de la vida moral práctica. Ésta observa, analiza y teoriza sobre el funcionamiento, razón de ser y finalidad de los distintos códigos moralistas que regulan y catalogan las acciones humanas, pudiendo ser, por ejemplo, de naturaleza religiosa, ideológica o puramente personalista.

   La moral (con minúscula) es aquella ejercida por las personas preocupadas por reformar y alentar la práctica moral entre humanos (y a veces con la naturaleza también), fomentando los hábitos y comportamientos dentro de una perspectiva o código moralista concreto.

A pesar de esta distinción, el uso y regulación de estas definiciones no es regular entre todos los autores, culturas y  épocas, por lo que es totalmente necesario realizar una contextualización previa antes de abordar o calificar cualquier teoría, conducta o acto concreto.

Ante la gran complejidad y ambigüedad de la temática que presenta la definición y estudio de la moralidad, y con tal de seguir profundizando en su entendimiento, es necesario abordar la misma desde perspectivas y dimensiones distintas:

MORAL COMO ESTRUCTURA

equilibrioNuestra libertad reflexiva y la necesidad de adaptarnos culturalmente al entorno hacen que desarrollemos una personalidad moral concreta, obligándonos a tomar decisiones de forma estructural y a partir de la naturaleza de sus contenidos.  Analizar a ésta de forma estructural significa comparar los elementos de naturaleza moral en contraposición con otras dimensiones o perspectivas, abordándolos dentro de una estructura binaria (bueno y malo, por ejemplo). En este contexto encontramos tres principales estructuras o dicotomías:

    +Moral vs Inmoral: Aunque nos creamos conscientemente libres, estamos determinados a no poder renunciar a llevar a cabo una vida moral, ya que deliberadamente o no, es más bien la libertad de nuestra consciencia y el cálculo de nuestras consecuencias morales lo que nos hace libres. La propia naturaleza moral del hombre como estructura nos obliga a ubicar nuestros actos o hábitos respecto a un “más acá” o un “más allá”. Entorno a este juicio también aflora la virtud innata y constante del “beneficio de la causalidad”, aquél que nos permite calcular el valor y las consecuencias de una manifestación moral dependiendo de la relación de éste con un contexto determinado, ayudándonos e interfiriendo en cuan moral o inmoral es algo desde nuestro punto de vista.

    +Moral vs Amoral: Entendemos por una actitud amoral aquella que permanece exenta de cuestionar si algo se encuentra “más acá” o “más allá”. Una personalidad más ética es considerada como tal conforme a la virtud para elegir respecto a su propia razón y sentido, en cambio, por una personalidad estética entendemos aquella abandonada a la merced del capricho, del impulso y de las corrientes sociales.  Según la antropología, no se han dado estructuras socioculturales donde no hayan existido preferencias de actuación, por lo que el fenómeno de la “amoralidad” es contemplado más bien como un problema psicopatológico, ya que bien a la merced de la propia razón, o bien impulsados por las corrientes sociales, estaremos actuando dentro de un marco que nos permite distinguir entre algún tipo de “más acá” y “más allá”.

    +Moral vs Desmoralizado: “Estar desmoralizado” no es sinónimo de actuar inmoralmente como antítesis de lo ubicado más cerca de la ética. desmoralizadoEsta dicotomía califica lo moralizado frente lo desmoralizado como algo con la capacidad de mantener el suficiente ánimo para afrontar la vida pese a las dificultades que ésta presenta. A priori, esta estructura es paralela e independiente al obrar mejor o peor, pues se puede estar atravesando una etapa de desmoralización y, pese a lo que se puede intuir, estar cosechando unos hábitos o actos cercanos a “lo bueno” o “más acá”, no obstante, presentar una disposición moralizada, con energía, puede ayudar a enfrentarnos a los dilemas de actuación moral que nos podemos encontrar en nuestro día a día.

MORAL COMO CONTENIDO

A partir de la condición estructuralmente moral por la que el ser humano no solo se trata de ajustar a la realidad de cualquier forma, sino con justeza y de una manera preferible (buena, debida o valiosa), surge lo que llamamos la “moral como contenido”, contenidos que normalmente se presentan guiados por un “código moral” o unos “principios morales”

¿Es posible no elegir lo bueno, deseable o más valorado? Según Aristóteles no, no es posible. El equívoco se encuentra en la ambigüedad del término “bueno”, ya que no siempre se utiliza en sentido moral, siendo usado como un concepto utilitarista, es decir, algo es bueno cuando ha cumplido la función que le ha sido encomendada. kantEl contenido está supeditado al acto como herramienta. Kant, en cambio, trascendió la calificación de algo “bueno o malo” y lo separó de algo “provechoso o perjudicial” respecto a una voluntad humana determinada por la razón, tanto práctica como teórica y premiándonos con la confección de sus imperativos hipotéticos (reglas de tres) y categóricos (principios universales)

Dependiendo de su contenido, podemos distinguir entre dos tipos de éticas:

   +Éticas materiales-¿Qué hacer?: Un claro ejemplo sería el de los códigos morales, pues prescriben y regulan de modo bastante concreto y detallado el contenido de nuestros comportamientos.

   +Éticas formales-¿Cómo hacerlo?: La ética sin códigos, basada en principios y donde destaca el papel de la ética kantiana, puramente formal y vacía de contenidos. Kant se preocupó más sobre los requisitos que debía de cumplir una acción moral por encima de definir una conducta como tal.  “Obra sólo según aquella máxima por la cual puedas querer que al mismo tiempo se convierta en una ley universal”. Estas palabras traídas del filósofo I. Kant son un claro ejemplo de su concepto de imperativo categórico y de su ética formal.

 MORAL COMO ACTITUD

Para hablar de la moral como actitud hemos de hablar del protagonismo de la consciencia ya que, a pesar de estar expuesta a múltiples condicionamientos, sólo los individuos pueden presentar una actitud moral si se responsabilizan de sus acciones.

La consciencia ha de ser abierta al diálogo, a la interrogación y a ser advertida de sus dobleces y autoengaños, pues ésta es la línea irrebasable de la moral, conscienciahaciendo que el individuo sea el único protagonista y responsable de las consecuencias de sus actos. El individualismo ético proviene de la sociabilización, ya que la identidad moral como actitud se construye en base a las identificaciones y relaciones que se producen con el entorno, no obstante y a pesar de que la moral se ejerce de forma individual, no existe una actitud realmente ética individual que no tenga en cuenta una ética social e interpersonal.

Por otro lado y centrado en la moral como actitud ejercida desde la política, Max Weber contrapone la “ética de la responsabilidad” a la “ética de la intención” (también conocida como la “ética de la convicción”):

   +Ética de la intención o convicción: Ligada a la ética kantiana y en la que los resultados son independientes de la acción. Está basada en una actitud moral de principios, inviolables independientemente de los fines o consecuencias. No hay nada que pueda ser bueno sin restricciones más allá de una buena voluntad.

   +Ética de la responsabilidad: Aquella que presenta una actitud atenta a las consecuencias (deseadas o no) directas y colaterales previsibles a una acción. Ésta esconde la llamada “ética del éxito”, una actitud resultadista que, en teoría, acaba con cualquier ética al ser proclive a vulnerar unos principios éticos con tal de perseguir unos objetivos concretos o eludir una serie de problemas o consecuencias negativas.

Por encima de las teorías, definiciones y desde mi punto de vista, lo más importante de instruirse, consumir contenidos y de reflexionar acerca de la Ética y la moralidad es el inevitable juicio que se produce al entrar en contacto ( y posible conflicto) toda esta información con nuestro propio autoconocimiento. mts4Es absolutamente necesario el papel del estudio de las conductas y valores humanos en el proceso de la educación, pues no existe otra forma de ser conscientes de nuestra propia personalidad moral si no hay nada que constantemente esté (mínimamente) haciéndonos reflexionar sobre ello. Haciendo referencia a uno de los párrafos anteriores, me gustaría añadir que nuestra “segunda naturaleza” no acaba nunca, está en constante evolución, siempre está moldeándose y es muy importante hacer especial incapié en aquello que, como he dicho en anteriores ocasiones, convirtió al “homo” en “sapiens”.

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Eduardo Sánchez-Escribano García de la Rosa

Bibliografía utilizada para el presente artículo:
“La aventura de la moralidad: paradigmas, fronteras y problemas de la ética” (Carlos Gómez, Javier Muguerza)
“Ética a Nicómaco” (Aristóteles)
“Fundamentación para una metafísica de las costumbres”, “Crítica a la razón práctica” y “Crítica a la razón pura” (Immanuel Kant)
“El formalismo en la ética y la ética material de los valores” (Max Schler)

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POR FAVOR, ESCUCHEN AL PROFESOR DE MÚSICA.

“EL ANILLO DE GIGES”: DE PLATÓN A J.K. ROWLING Y PASANDO POR TOLKIEN

La relación que guardan todos estos personajes es, indiscutiblemente, un claro ejemplo de que tras siglos y siglos después de que este anillo cobrara vida, los dilemas éticos que trae consigo siguen siendo una verdadera y compleja ecuación sin resolver para la filosofía moral. Directa o indirectamente, la mitología, la literatura, el arte, la filosofía académica y práctica y, por último, el cine, nos han hecho de emitir un veredicto u opinión respecto a los dilemas éticos universales que esta ficción nos propone.

Platón, en el Libro II de La República, menciona la leyenda mitológica del “Anillo de Giges”. El filósofo ateniense propone a Giges, un pastor que presencia una furiosa tormenta, la  cual provoca una gran brecha en la superficie. Adentrándose en la grieta, encuentra, entre otras cosas, un anillo.  Sorprendido por lo que experimenta al introducir dicho la-republica-platonanillo en su dedo y después de asegurarse fehacientemente de sus poderes, descubre que realizando una pequeña maniobra con él, nuestro pastor resultaba invisible para las demás personas.  Rápidamente, Giges esbozó un plan para lucrarse ambiciosamente de los poderes de esta joya que había caído en sus manos. Éste lo usó para infiltrarse en los aposentos reales; sedujo a la reina y mató al rey para apoderarse de su reino. El plan articulado había salido a la perfección y todo gracias al mágico anillo.

Dicho relato, fue el central protagonista de muchos de los diálogos que Platón y Glaucón, su hermano, mantuvieron. Contradiciendo las palabras y enseñanzas de Sócrates que indican que, a grosso modo, actuar con justicia es un bien en sí mismo y no es necesario un medio a través del que obtengamos reconocimientos o evitemos castigos, Glaucón usa esta leyenda para ejemplificar su teoría de que todas las personas son injustas por naturaleza. Éste, afirma que todo aquél que tenga la oportunidad de usar los poderes del anillo lo hará, lejos de empatizar y pensar sobre el contenido ético del acto a cometer en sí mismo, como puede ser robar o matar, siempre y cuando nos reporte un beneficio personal.

Como resultado del diálogo frodo-y-anilloy la reflexión, Glaucón llegó a la conclusión personal de que es imposible, por motivos de la propia naturaleza humana, actuar moralmente en la ficticia situación de Giges si no es por el amor y admiración a la justicia como máxima en sí misma. Además, subrayó que si en situaciones reales sí actuamos respecto a un marco de ideales éticos, es porque existe un sistema de castigos y bonificaciones de todo tipo que así lo provocan, ya que si estuviéramos exentos o fuera de la influencia de ese sistema (como nos brinda “el anillo”), no actuaríamos igual.

Miles de años después y a través de medios y formatos archipopulares, nos seguimos exponiendo al correcto o incorrecto uso que los poderes del “Anillo de Giges” nos, hipotéticamente, brindarían. J. R. R. Tolkien, que casualmente hoy se conmemora el 125 aniversario de su nacimiento, abordaría de forma prácticamente directa e íntegra la leyenda propuesta por el filósofo ateniense, no obstante, le da otro contenido e interpretación ya que Frodo, el protagonista, se ve poseído e incitado hacia el mal por el poder del anillo, del que pasa, durante toda la trilogía, huyendo. El poder para hacer el mal que éste contiene, harry-potter-capa-invisibilidadlo  presenta como una gran y pesada carga, y no precisamente desde el punto de vista material, que el hobbit tiene el encargo de destruir y alejar de los hombres. En otro formato, J. K. Rowling, escritora y autora de la saga de culto “Harry Potter”, también aborda este dilema filosófico-moral regalándole en la ficción a su protagonista la “capa de invisibilidad”, cuyas propiedades son exactamente las mismas que la de los anillos anteriormente mencionados. Este objeto es usado por Potter en la práctica totalidad de los libros y sus respectivas y taquilleras versiones cinematográficas.

Si existe algún denominador común entre Frodo Bolsón y Harry Potter, es que sus autores les presentan como dos personajes de valores íntegros y acreedores de la gran carga ética que supone tener en posesión objetos con semejantes propiedades. Por otro lado, resulta muy interesante también resaltar la figura de la persona que, en cada historia, dota al personaje de dicho objeto; Gandalf y Dumbledore, presentados los dos como adalides moralistas y ejecutantes y protectores de la “buena ética” en cada una de sus respectivas historias. Figuras que, por su ejemplaridad y fe en las buenas conductas como máximas humanas nos pueden recordar al pensamiento y enseñanzas que predicaba el filósofo Sócrates. No obstante, la conducta y uso que ambos presentan, hubiesen supuesto una mera y simple utopía para Glaucón, el cual, seguramente, no hubiese estado de acuerdo con la versión e interpretación particular que dichos autores realizaron del mito platónico del “Anillo de Giges”.

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Muchas pueden ser las causas que lleven a una persona, adultos o de corta edad, a un aula de música. Sea como fuere, estamos tomando una inmejorable decisión.

Como bien es sabido y  está demostrado por multitud de estudios y expertos en diversas disciplinas, la práctica de un instrumento musical, en concreto, y el dedicarle tiempo y esfuerzo al entender la música, en general, ayuda a activar el desarrollo más pleno e íntegro que el ser humano pueda alcanzar. Desde los más antiguos testimonios de los grandes pensadores presocráticos, hasta las más actuales teorías como, por ejemplo, la propuesta de las  “inteligencias múltiples” de H. Gardner  o los famosos compendios sobre inteligencia emocional y social de D. Goleman, avalan esta disciplina como una completa herramienta para ampliar nuestras competencias y habilidades racionales, motrices, sociales y emocionales.

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El personaje del profesor en el proceso de enseñanza-aprendizaje es siempre de gran importancia, pero en las disciplinas artísticas, y en concreto en la música, es fundamental, prácticamente insustituible. Por la propia naturaleza de este tipo de enseñanza y la preestablecida estructura individualista de las clases (tema que está plenamente a la vanguardia de debate, pero en el que ahora no vamos a ahondar), la figura del docente es mucho más que eso. Debido a ese modelo tan personalizado de clases, los contenidos, competencias y habilidades que el profesor ayuda a desarrollar van mucho más allá de lo meramente musical, ya que son incontables las horas que profesor y alumno pueden llegar a pasar a solas.

Independientemente de si los alumnos son adultos, adolescentes o niños, el propio transcurso de los días puede y acabará convirtiendo al profesor en una especie de psicólogo o “coach”, un amigo muy especial, sobre todo porque, antes o después y dependiendo de cómo se gestione el aprendizaje, se empezará a hablar y trabajar el campo puramente emocional; reconocer, crear y expresar, es decir, nuestro lado más íntimo y humano. “Expresar emociones”, ese concepto que divierte a los más pequeños, sonroja a los “quinceañeros” y que resulta un completo tabú para muchos de los más maduros.

De esta forma, la música, en sí misma, deposita una gran responsabilidad sobre difusores y aprendices. Por ello, voy a dividir el texto en dos propuestas diferentes: una destinada hacia alumnos o padres/madres de los mismos y otra hacia los profesores.

Ustedes, alumnos y/o responsables de los mismos…

    …aprecien, valoren y sean capaces de sacrificarse por la clase de música, porque si apreciemos tener herramientas para automotivarnos, si nos gustaría ayudar a convertir nuestra autoestima en un fiel aliado, si queremos ser capaces de percibir los resultados de un sacrificio o si queremos ser personas emocionalmente inteligentes (entre muchas otras cosas), será muy necesario tratar este tema como se merece.

La música, o la educación artística de calidad en general,  no es más importante que otros campos de desarrollo como el deporte o la “educación” obligatoria, simplemente es muy importante. Cada vez que alguien menosprecia la educación musical o, peor aún, cada vez que un padre o madre realiza un comentario desvalorizador al respecto delante de sus hijos/as, se está cometiendo un grave atentado contra una de las herramientas que más eficientemente pueden llegar a producir el desarrollo íntegro del individuo en todas sus etapas, desde el nacimiento hasta la vejez.

etnomusica

Nosotros, los profesores…

    …no podemos obviar esta responsabilidad, somos acreedores directos del enorme valor de aquello que intentamos transmitir. Tenemos que ser conscientes de ello, esmerarnos en cada clase como si de una virtuosa interpretación se tratase, elaborar estrategias de aprendizaje a corto y largo plazo, identificar aquellos problemas que van más allá de lo meramente musical y cómo podemos ayudar, ampliar nuestras habilidades y competencias a través de una formación amplia y continua y, sobre todo, hacer pedagogía de la experiencia; cada clase, cada alumno y cada curso nos han de hacer mejorar y de no caer en la inercia laboral, porque nuestros alumnos evolucionan, no son un producto estático, y nosotros debemos evolucionar paralelamente, es más, un paso por delante o, de lo contrario, nos quedaremos atrás.

No podemos exigir respeto ni imponer valor si no presentamos una actitud recíproca. Tampoco podemos olvidar lo mucho que podemos influir, conscientemente o no, en la vida de una persona, sobre todo y desde mi punto de vista, de los más pequeños, porque tras horas y horas de clases individuales o muy reducidas, transmitimos infinidad de valores, habilidades, opiniones, actitudes y aptitudes, es decir, educamos con mayúsculas.

EMOCIONES

Padres, madres, alumnos y profesores, concienciémonos, valoricemos, no cuestionemos, no obviemos, escuchemos, analicemos, seamos responsables,  exigentes y capaces de ver más allá, pues toda arma es válida para la guerra que la educación artística libra actualmente con las instituciones  y parte de la sociedad en general o, simplemente, con todos aquellos que no han tenido la suerte de acceder a una educación musical de calidad; con profesores responsables y cercanos a un contexto que les haya permitido sentir “el valor”.

 

mts4

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En nuestros días, la era de las telecomunicaciones y la información instantánea, y en consecuencia al desarrollo tecnológico e informático, estamos siendo testigos de la transformación y desuso de muchos valores o prácticas puramente humanas e inherentes a nuestra propia condición como seres sociales. Una de las características de las personas (o personalidad) que más ha captado mi atención y admiración en los últimos años ha sido la humildad y, sin ninguna duda, debido al cúmulo de experiencias que he vivido entorno al mundo de la música y la gente que ahí me encontré.

mundomusica

SOBRE LA HUMILDAD…

Llegados a este punto, me gustaría ahondar en el valor anteriormente mencionado: la humildad. En primera instancia, se puede definir como la actitud de una persona que posee autoconocimiento de sus límites y debilidades, reconoce sus fallos y fracasos, no vanagloria sus logros y actúa consecuentemente a ello. Por encima de la perspectiva teórica, y desde mi punto de vista, está la práctica del mismo y los beneficios que trae consigo para el que intente interiorizarlo y para su entorno.

musician-623362_640La humildad genera empatía (y viceversa), ayudándonos a estar cerca de los demás sin más interés que crecer y sumar, elimina el miedo a quedarse atrás y nos ayuda a aprender y enseñar a admirar sin necesidad de hacer sentir pequeños a los demás, pues no entiende de tamaños y no genera frustraciones en consecuencia de agravios comparativos. Una persona humilde es valiente, ya que no tiene miedo a equivocarse, pues lo reconocerá y aprenderá de ello, además, sabe criticar constructivamente y recibir críticas, uno de los factores bisagra del relacionarse con éxito y del aprendizaje social. Alguien humilde es sensible con su entorno, le ayuda a entenderlo tal y como es y logra escribir el guión de su propio personaje.

Asimismo, interiorizar la humildad nos hace disfrutar de los éxitos como consecuencia del sacrificio y del esfuerzo y no como derecho intrínseco y adquirido (supuestamente) a través de los mismos. Contrariamente a lo que se pueda intuir, la humildad no trae consigo una falta de autoestima, todo lo contrario, porque al igual que nos enseña a no alardear de los premios, no permite que nos hundamos por nuestros defectos y miedos, es más, nos dota de herramientas para mejorarlos y superarlos.

¿QUÉ RELACIÓN TIENEN LA HUMILDAD Y LA MÚSICA?

equilibrioComo ya he preludiado antes, la música, como disciplina artística, social, teórica y práctica, nos ayuda a hacer pedagogía de la importancia que tiene esta aptitud y actitud humana. Dentro de la música, la cual abarca distintos tipos de colectivos en los que se interactúa con la humildad, he distinguido entre 4 grandes grupos que, entre su membresía, suelen guardar unas mismas experiencias, visiones y relaciones entre música y humildad.

EL PÚBLICO

Entre aquellos individuos que tengan un mínimo de sensibilidad y salvando excepciones, existe un denominador común entre aquellas personas que se exponen a una manifestación musical en cualesquiera de sus formatos; la capacidad de admirar y de valorar una actividad o habilidad ajena. Independientemente de que sean (o no) profesionales los ejecutantes, el público suele valorar, consciente o inconscientemente, el esfuerzo, sacrificio y templanza, entre otras virtudes, que hay detrás de una actuación.

auditorio butacas

A veces, puede que encontremos individuos que sean reacios a pensar, y muchos más a exteriorizar, esa valorización de lo ajeno, argumentándose a sí mismos que no tiene tanto valor la actividad o comparando una habilidad o sapiencia propia con lo percibido con el fin de no sentirse “pequeños”, es decir, una mentalidad no humilde. Por otro lado, como norma general y haciendo acopio de la magia de la música, el público genera valor y practica la humildad al exponerse, como ya he comentado anteriormente, a cualquier tipo de  manifestación musical que guarde una mínima calidad e intencionalidad artística.

escenario

MÚSICOS NO PROFESIONALES

Muchos recurren a la música como entretenimiento, vía de expresión artística y creativa, etcétera. En general, las personas llegamos a la música para lo que se suele llamar “autorealizarse”. Desde una perspectiva intrapersonal, debido a las características naturales de la práctica musical y si pretendemos dominar mínimamente habilidades al respecto, es necesario desarrollar aptitudes como la perseverancia, asumir críticas de terceras personas y, por básico que parezca, el esforzarse por algo en general.

Desde un punto vista social e interpersonal, pertenecer e interpretar música en conjunto o en grupo refuerza en gran medida la práctica de actitudinal de la humildad. Esto es debido a que siempre vamos a tener a alguien en nuestro entorno del que aprender y al que enseñar. Por ejemplo, independientemente de ser un gran profesional de prestigio en cualquier campo, podemos tener la experiencia de crecer, directa o indirectamente, con la ayuda de otros socialmente mucho menos valorados, asimismo, los miembros más veteranos de un grupo o aquellos que poseen una dilatada experiencia en la práctica grupal, suelen ser embajadores de esto, ya que premian las conductas humildes y disfrutan, e invitan a disfrutar,  de los beneficios que llevan toda la vida experimentando.  (Más información en:  “CARTA ANÓNIMA DE UN PROFESOR DE ESCUELA DE MÚSICA” Y REFLEXIÓN. )

ESTUDIANTES Y ASPIRANTES A PROFESIONALES DE LA MÚSICA

Cuando se empieza a estudiar música todos somos humildes, todos tenemos uno o varios profesores/as de los que aprendemos y, normalmente, les solemos admirar. Según vamos adquiriendo profesionalidad en nuestras habilidades y si el entorno no lo impide, a veces nuestra humildad entre en crisis, ya que al sentirnos destacar respecto a un grupo determinado podemos no hacer buen uso de nuestra nueva posición. Ante esta situación, familiares, amigos y, sobre todo, los tutores musicales, debemos detectar e intentar hacer ver y sentir las limitaciones que se pueden obtener al alejarse de la humildad en la música y, como refuerzo positivo en los casos que sea necesario, hacer pedagogía de los beneficios que trae consigo a corto y largo plazo, profesional y personalmente, la práctica del valor matriz que estamos abordando.

taller-inteligencia-emocional

Hay que instruir en la humildad, porque un estudiante humilde no se frustra por sus esfuerzos sin recompensa, no tiene miedo a mostrar sus debilidades en público y será aceptado y bien recibido allá donde vaya; aprenderá más, mejor, y más rápido, así la humildad le ayudará a conseguir sus objetivos y a disfrutar y compartir sus presentes y futuros éxitos.

MÚSICOS PROFESIONALES

Dedicarse a la música profesionalmente es una carrera de continuo autoconocimiento y constante autorregulación del propio ego. Para empezar y en el intento de describir a un músico (con mayúsculas) humilde, hay que retomar y subrayar la totalidad del contenido aportado al principio durante la propia definición del valor. A parte, como todos saben, la humildad se premia y el divismo y egocentrismo se castigan, ¿por qué?, porque desde la humildad hacemos crecer a los demás y desde el divismo mostramos grandilocuencia, pero haciendo sentir pequeños, de forma casi intencionada, a los que nos rodean. Todo ello podríamos tacharlo casi de intolerante, ya que es incomprensible e inasumible que sea común en el sector de la música profesional las prácticas prepotentes y arrogantes, en una disciplina tan social, integradora y educativa como es el arte de la música.

Por suerte, grandes músicos del pasado y del presente, provenientes de todas las subdisciplinas, son y serán recordados por ser o haber sido grandes representantes de la humildad y, por lo tanto, de humanismo, siendo este valor uno de los verdaderos y más puros ingredientes de éxito y liderazgo conocidos.

ESCENARIO

No hay cambio de conducta ni actitud sin un pensamiento previo que así lo provoque. En base a ello, espero haberles ayudado a reflexionar y revalorizar todo lo que envuelve y entrelaza a la música, en todas sus facetas, y la humildad, dos elementos con mucho valor y con una cosa muy clara en común: hacer crecer.

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