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CÓMO ESCUCHAR LA MÚSICA, POR AARON COPLAND

SOBRE EL LIBRO Y SU AUTOR

A. Copland

Desde la primera edición americana de este libro en 1939, hasta el ejemplar que cayó en mis manos hace pocos meses, innumerables personas de todo el mundo han tenido la oportunidad de aprender a escuchar y entender la música un poco mejor, y todo gracias a la fantástica y popular iniciativa del compositor americano Aaron Copland (1900-1990).

En su esencia, este ameno y no muy extenso libro deja al desnudo la personalidad del propio autor, pues se dedicó, durante toda su vida, a defender la democratización de las artes y la cultura, tanto en Estados Unidos como por todo el mundo en sus numerosos viajes, animando a artistas y, sobre todo, compositores a crear no sólo para las élites burguesas de la primera mitad del siglo pasado, sino también para el pueblo llano. Aaron Copland está considerado como un compositor que ha cosechado, prácticamente, todos los géneros, estilos y niveles de complejidad musical, llegando incluso a ganar un premio “Oscar” a la mejor banda sonora.

Cómo anécdota, me gustaría nombrar aquí su famosa y muy versionada composición para metales y percusión “Fanfare for the common man”. El nombre de dicha obra puede aparentemente no significar nada en especial, pero, en realidad, sí es así, puesto que su autor consideraba, y quería creer, que el s.XX sería el siglo de la “gente corriente”, el pueblo común.

De tal forma y en esa misma línea, la principal misión de Copland con este libro es contribuir a que cualquier persona que se lo proponga sea capaz de entender y disfrutar de aquella música para la que, supuestamente, es necesario tener grandes conocimientos teóricos y estilísticos. Obviamente, aunque lo explica de una forma bastante accesible y entendible para músicos (y no músicos) de todos los niveles, es necesario manejar cierta terminología teórico-musical para poder seguir su lectura con precisión, no obstante, se esfuerza por explicar y aclarar constantemente cualquier duda específica que intuya que le pueda surgir al lector, musicalmente hablando, menos instruido.

¿A QUIÉN VA DESTINADO ESTE LIBRO?

En líneas generales, este libro es muy apropiado para cualquier tipo y nivel de músico lector; profesionales y/o docentes, estudiantes o melómanos. Independientemente de lo instruido y experimentado que estés en el mundo de la “música académica”, le podrás sacar un gran  provecho. Dependiendo de en qué colectivo musical te encuentres, te recomiendo una perspectiva y  predisposición ante tu lectura:

MÚSICOS PROFESIONALES Y DOCENTES

Quizás, algunas de las partes, sobre todo las más técnicas, resulten un poco más pesadas, porque no dejan de ser contenidos que, en teoría, ya tendríamos que saber y tener interiorizados. La magia de esta lectura está en la propia forma de hacer llegar ciertos tecnicismos al lector por parte de Copland que, en líneas generales, resulta bastante fresco, didáctico y elocuente en sus explicaciones y reflexiones.

En numerosas ocasiones, nos vemos faltos de recursos a la hora de explicar elementos fundamentales para entender la música como pueden ser la ambigüedad del timbre, el poder de la armonía, la fenomenología de la melodía, la textura musical, el propio ritmo o el abstracto concepto y variedad de “formas musicales”. De tal forma, con este libro podemos hacer nuestros una gran variedad de recursos didácticos para ayudar a otras personas (nuestros propios alumnos en caso de los que damos clase) a entender y disfrutar la música, nuestra pasión y profesión, a otro nivel.

 

ESTUDIANTES DE MÚSICA

A lo largo de la ardua tarea que significa el estudio (más o menos) serio de la música, llega un momento (o debería llegar) en el que empezamos a interesarnos por cosas más allá de tocar muy bien nuestro instrumento. Dependiendo del nivel de madurez artística y musical del estudiante, así como de qué nivel de estimulación se propicie por parte de sus profesores y entorno de aprendizaje, ese momento puede llegar antes o después.

En tal caso, si sientes que ha llegado ese momento, puede ser una buena ocasión para hincarle el diente a este libro, pues te puede ayudar, y mucho, a empezar a entender la música desde otras perspectivas. Además, puede que entiendas y madures mucho mejor ciertos conceptos, algunos de ellos muy abstractos, con los ejemplos y explicaciones de Copland que con la de tus propios profesores o temarios.

 

MELÓMANOS Y AFICIONADOS

Por último, y siendo el principal colectivo al que el norteamericano dedicó la esencia de este libro, están los melómanos, es decir, aquellos profundos aficionados a la música culta, instrumental, académica… o como se quiera denominar (todos sabemos a lo que me refiero).

Cada uno de los párrafos de este libro está destinado a convertir la escucha de una simple obra o pieza musical en algo más allá; una completa experiencia tanto sensorial como racional. Éste, se propone ayudar a presentar una actitud más inteligente ante una manifestación musical para aquellos que, por una supuesta carencia de formación académica específica, no poseen las herramientas necesarias para conseguirlo.

 

 

ESTRUCTURA Y BREVE RESUMEN DE CONTENIDO

Desde mi punto de vista, el libro se puede estructurar en cinco partes, de las cuales  las tres centrales son de contenido, propiamente dicho.

En la primera, que busca una contextualización de la obra, está compuesta por una introducción, las notas del autor para la edición, un prefacio y algunos testimonios de gratitud, ayudándonos a ubicar las intenciones y pensamiento general del autor.

La segunda, aunque primera de contenido, está compuesta por los capítulos: “Preliminares”, “Cómo escuchamos” y “El proceso creador de la música”. En ellos, respectivamente, Copland ayuda al lector a plantearse un objetivo: pasar de “sólo escuchar” a “escuchar algo más”, entender y disfrutar la música desde distintos planos; sensual, expresivo y “puramente musical” (Una de las partes más interesantes del libro). Aquí, también cabe destacar, la comparación magistral que realiza entre música y teatro como fenómeno artístico. También, nos brinda la oportunidad de conocer la personalidad y perspectiva del compositor, que plantea como principal encargado de explicar y hacer entender la música frente al intérprete o al docente.

La siguiente parte de contenidos, tercera del libro y, a su vez, la más técnica, ahonda en las explicaciones y ayuda a entender el papel que desempeñan los distintos y principales elementos teórico-musicales en la escucha activa e inteligente de la música. Asimismo, en los capítulos “Los cuatro elementos de la música”, “La textura musical”, “La estructura musical” y “Las formas fundamentales”, podremos encontrar una refrescante y didáctica explicación de cómo y en qué medida cada elemento interviene en el fenómeno musical.

En la penúltima parte del libro, pero última de contenidos, Copland se esfuerza por acercarnos la música desde distintos géneros específicos, puesto que para entender una audición es imprescindible saber para qué y con qué fines ésta ha sido compuesta. Los géneros a los que presta principal atención, y teniendo en cuenta el año de origen de este libro, son: “La ópera y el drama musical”, “La música contemporánea” y “La música de películas”.

Este libro no tendría casi sentido sin acabar de interiorizar el último capítulo: “Del compositor al intérprete y de éste al oyente”. Según el norteamericano, más allá de las notas y de la teoría que las envuelve, por encima de todo, un oyente está escuchando la personalidad de un compositor; su forma de ser, de ver el mundo, de enfrentarse a los problemas, de valorar la belleza y sensibilidad. “Ningún compositor puede poner en su música valores que no posea como hombre”. El intérprete aquí actúa como intermediario, pues a éste también le resulta imposible no impregnar con un poco de su personalidad cada nota que traiga al mundo.

Para acabar, el libro cierra con unos apéndices sobre obras y notas que el autor añade y va haciendo alusión a lo largo de cada capítulo. Además, acompaña con una lista de obras mencionadas y otra de bibliografía relacionada muy valiosa.

 

VÍDEO DE EN CLAVE DE LETRAS SOBRE CÓMO ESCUCHAR LA MÚSICA, DE AARON COPLAND

 

CONCLUSIÓN Y VALORACIÓN PERSONAL

La simple y, a su vez, compleja intención que Aaron Copland intenta plasmar en su libro, es decir, contribuir a que nos guste y entendamos más y mejor la música, lo convierte en una obra magistral e imprescindible dentro de las lecturas que todo músico debe haber realizado. Además, presenta una estructura y lenguaje bastante asequible y ameno, incluyendo muchos ejemplos y todos los recursos gráficos necesarios para entender su mensaje.

Un ejemplar básico en nuestra biblioteca al que poder acudir para responder a una gran variedad de preguntas, tanto técnicas como otras más filosóficas. Un texto muy didáctico e inspirador que recomendar a nuestros alumnos y, cómo no, un libro muy acertado para dejar o regalar a ese amigo melómano que, no sabe ni cómo ni por qué, pero le encanta y se siente muy atraído por el “mundillo musical”.

Tras abordarlo durante unas semanas, otro de los grandes descubrimientos que me llevo, más allá de su propio contenido, no es otro que a su autor. Obviamente, ya conocía a Aaron Copland, icono, junto a Gershwin, del s. XX musical americano. Además, he tenido la oportunidad de interpretar la fanfarria antes nombrada en diversas ocasiones y soy muy fan de su “Primavera Apalache”, pero desconocía su faceta divulgativa y de compromiso con la democratización de la música y de su disfrute.

Sea como fuere, os recomiendo comprar, regalar o, si tenéis la oportunidad pedir prestado este libro. No os arrepentiréis. Si me conocéis en persona, os lo puedo dejar encantado.

 

Gracias por la lectura y visita. Si te ha interesado, te recomiendo que COMPARTAS, para que otros puedan acceder a su lectura, que COMENTES EN EL BLOG, si tienes algo que añadir u opinar (me interesa tu opinión) y que te HAGAS SUSCRIPTOR/A POR CORREO ELECTRÓNICO (parte superior de la columna derecha) y así no te perderás la pista ni ninguna de las actualizaciones.

Eduardo Sánchez-Escribano García de la Rosa.

 

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LA INNOVACIÓN EDUCATIVA… ¡SE ESCRIBE EN CLAVE DE SOL!

Adaptarse es necesario y evolucionar es una obviedad a la que nunca hemos podido oponernos, de lo contrario, nuestros antepasados no podrían haber llegado hasta aquí, pues nosotros mismos, nuestros cuerpos, culturas y cerebros son fruto de una adaptación continua al entorno, constante e irrenunciable.

Innovar, ahora más que nunca, no es una opción y, en el que concierne a la educación, menos aún. Por suerte, estamos disfrutando de toda una generación de líderes educativos que gritan a los cuatro vientos tanto las críticas como las direcciones hacia las que ellos, fruto de sus experiencias, investigaciones y pasión, creen que debe ir encaminado el futuro del aprendizaje y la escolarización.

 

KEN ROBINSON Y LA IMPORTANCIA DE LA CREATIVIDAD

Robinson (Reino Unido, 1950) es un prestigio doctor y reconocido experto en creatividad, su educación y desarrollo. Profundo innovador, analista, consultor y crítico de educación en diversos países de varios continentes.

Mediante su imparable trayectoria formativa, divulgativa, autoría de más de diez libros y varias históricas intervenciones en eventos y medios audiovisuales, lucha por realzar el trascendental papel de la creatividad, tanto en la educación como en la economía, sobre todo en los días venideros.

[NO TE PIERDAS SU LEGENDARIA CHARLA TED: “¿Las escuelas matan la creatividad?” (2006)]

Principales características del pensamiento/obra de Robinson sobre educación:

-Critica la estandarización de la educación y defensa de modelos pedagógicos y estructuras basadas en un aprendizaje más individualizado, capaz, por consiguiente, de exprimir y atender de forma más personalizada el potencial, interés y talento natural de cada alumno.

-Defiende de la importancia del desarrollo de la creatividad, equiparándola con la propia trascendencia de la alfabetización en la etapa escolar.

-Cuestiona la jerarquización internacional y generalizada que etiqueta a las materias académicas donde, en el último eslabón, están las artes, e incluso dentro de éstas, también existen escalas de prestigio.

-Se opone al propósito general de la educación académica, definido por él mismo como sistema de desarrollo de habilidades académicas, surgidas e inventadas por la industrialización en el s.XIX, y, por lo tanto, obsoleto en el presente.

-Rechazo rotundo al concepto de inteligencia que ha predominado, y aún sigue latente a pesar de los rotundos avances científicos del último cuarto de siglo, hasta ahora, basado únicamente en la comprensión numérica y lingüística (CI). Destacar aquí la obra de D. Goleman (INTELIGENCIA EMOCIONAL) y R. Gardner (INTELIGENCIAS MÚLTIPLES).

En base a su posicionamiento, propone una necesaria revolución en la educación; una innovación que no se centre en pequeñas reformas que modifiquen un sistema que define como obsoleto de raíz, sino en nuevos paradigmas y estructuras que provoquen cambios profundos y reales.

Ken Robinson

Dicha propuesta de revolución educativa, se puede sintetizar en tres apartados:

-Elaborar un nuevo paradigma económico de la educación: hasta ahora, ciencias y artes han estado divorciadas, separadas y jerarquizadas en base a una perspectiva puramente económica; unas nos acercaban más (supuestamente)  a la prosperidad académica y, consecuentemente, a la económica y personal. En cambio, Ken defiende que todas las ramas del conocimiento deben  interactuar al margen de dicho condicionamiento, fundamentado en épocas pasadas y que no atiende a las necesidades formativas ni a la propia naturaleza de la vida económica y social del presente y, mucho menos, del futuro.

-Descubrir talentos e identidades a través de la personalización de la educación: la masiva estandarización y normalización del aprendizaje, inspirada en las cadenas de producción industrial, eclipsa el valor y talento individual de cada alumno e iguala a todos respecto a los mismos objetivos e intereses cuando, por lo contrario, cada uno de ellos presenta su propias necesidades y ritmo de aprendizaje. Por ello, propone que uno de los mayores retos de la educación actual debe de ser ayudar a cada individuo a encontrar su hueco e identidad, para lo que hará falta el planteamiento y puesta en marcha de un currículo individualizado que, aunque se aborde desde una perspectiva y en un entorno social, potencie al máximo las capacidades de cada alumno.

-Incentivar el desarrollo de un nuevo concepto de identidad cultural: ¿conocemos nuestro hueco en el mundo? Ese tendría que ser uno de los grandes retos de la educación: ayudar a las personas a encontrar su hueco en este sistema en continua transformación, donde no vale usar moldes y guías de décadas o, incluso, siglos pasados para adaptarnos al presente. Afrontar un nuevo renacimiento socio-cultural en el que la persona conozca y esté preparada para los retos y desafíos venideros, y no para la superación de exámenes de contenidos y materias académicas, a veces, totalmente anacrónica y desproporcionadas en su cultivo.

 

[LIBRO RECOMENDADO] ESCUELAS CREATIVAS: LA REVOLUCIÓN QUE ESTÁ TRANSFORMANDO LA EDUCACIÓN, KEN ROBINSON

 

 

RICHARD GERVER Y LAS ESCUELAS DEL FUTURO.

En la actualidad, R. Gerver (Reino Unido,  1969) es uno de los mayores influyentes y líderes educativos a nivel mundial, además, es asesor político en materia de educación. La esencia de su trabajo como educador y director de centros escolares se basa en llevar a la práctica elementos de una educación personalizada, para ello, explora la relación que tiene el desarrollo del potencial humano, la innovación educativa y el importante papel que desempeñan los líderes educativos como mecanismo de transformación social y cultural.

Según Gerver, el mayor éxito educativo está en liderar y relacionar las oportunidades que ofrece un entorno por sí mismo con el potencial natural de cada alumno. Los niños ya tienen acceso fugaz a la información a través de internet, por lo que tienen otras oportunidades de aprendizaje distintas de las que disfrutaron generaciones anteriores, en cambio y con frecuencia, nosotros les desviamos y obviamos ese recurso, reconduciéndoles hacia otras metodologías más tradicionales y, por tanto, anacrónicas.

NO TE PIERDAS LA ENTREVISTA DE E. PUNSET A R. GERVER EN “REDES”

Esta desviación de las metodologías que resultan más innatas, demandadas e intuitivas para los alumnos, puede hacer que los jóvenes no sean capaces de visualizarse en el futuro, de no encontrar su hueco, ya que lo que les motiva y resulta más atractivo es apartado de sus caminos. He aquí la necesidad, según Gerver, de hacer sentir a los alumnos un papel positivo y constructivo en  el presente para que sueñen y luchen por convertirse en el futuro en activos y realizados ciudadanos.

Las ideas y metodologías que propone R. Gerver se pueden ver reflejadas en la famosa transformación de la escuela de Grange, centro escolar cuya dirección fue asumida por nuestro autor. Después de encontrarse una escuela en plena situación de desamparo, desmotivación de la comunidad educativa y una alta presión de las autoridades educativas respecto a los resultados académicos, éste fue capaz de revertir esa situación, llegando a convertir a dicho centro en un ejemplo de modelo educativo y compromiso con el mismo.

Richard Gerver

Los principios y propuestas llevadas a cabo para dicha transformación fueron las siguientes:

-Evitar una concepción de la escuela fuertemente estructurada y basada en contenidos estandarizados: abogando, en la medida de lo posible,  por un modelo más flexible y capaz de atender las necesidades de cada alumno.

-Confiar más en los alumnos: en sus potenciales y capacidades de desarrollo; dotarles de más poder, autonomía y, consecuentemente, exigirles responsabilidades.

Liderazgo educativo: asumido y ejercido por el director o representante del centro, siendo éste capaz de resistir presiones y no perder el rumbo marcado.

-Renovación del concepto de aprendizaje: basándolo, en vez de en la mera memorización, en el desarrollo y adquisición de nuevas habilidades, conocimientos, valores o inspiraciones; experiencias reales que, a su vez, son guiadas y reforzadas (no impuestas) por los docentes.

-Creación de “microcomunidades”: convertir los centros educativos en espacios con roles sociales y laborales donde los alumnos puedan experimentar con diversos tipos de funciones laborales y emplear los conocimientos de diversas ramas académicas, así, se consigue una mayor implicación de los jóvenes con la comunidad y con las nuevas habilidades y conocimientos a desarrollar, puesto que son necesarios para cumplir eficientemente la función asumida.

 

[LIBRO RECOMENDADO] CREAR HOY LA ESCUELA DEL MAÑANA, R. GERVER 

 

J. T. GATTO Y LAS COMUNIDADES DE APRENDIZAJE

Jonh Taylor Gatto (EEUU, 1935) es un galardonado e influyente líder de transformación educativa. Es conocido por su pensamiento crítico y polémico, pues sus principales ideas están basadas en considerar que los problemas del ámbito educativo son un reflejo de los problemas y dificultades que se observan en la sociedad adulta actual.

Según Gatto, la sociedad contemporánea se fundamenta en el consumo de mercancías (productos y/o personas), por lo que propone un proceso de rehumanización del sistema escolar, centrándose menos en los conocimientos derivados a la supremacía del consumismo y la jerarquía académica y más enfocado al desarrollo natural de las personas.

[VÍDEO: EL PROPÓSITO DE LA ENSEÑANZA, SEGÚN J. T. GATTO]

Sus ideas exponen que las escuelas actuales están diseñadas para producir, mediante metodologías y estructuras estandarizadas, seres humanos cuyo comportamiento pueda ser predecible y controlado. Esto implica que los alumnos estén enfocados a ser obedientes, mermando el desarrollo de su creatividad y la curiosidad por experimentar. Sitúa a la escuela, heredera aún de la industrialización, en súbdita de la vida empresarial, laboral y del consumismo.

Todo ello y después de una extensa e intensa carrera profesional en el sector de la educación, llevó al norteamericano a identificar una serie de patologías que sufre actualmente el sistema educativo:

-Los niños son indiferentes al mundo adulto; no son conscientes de su papel dentro de la sociedad, no sueñan ni visualizan posibles futuros para ellos y, por lo tanto, no están motivados a alcanzar metas concretas.

-La juventud es altamente egoísta, cruel, materialista y consumista.

-Los alumnos, en general, son muy dependientes (en todo), poco curiosos y, cuando lo son, les dura muy poco porque se les reconducen los gustos e intereses hacia sus responsabilidades académicas.

J. T. Gatto

En respuesta a estas patologías, Gatto propone una serie de innovaciones en el sistema educativo:

-Creación de un currículo más flexible: donde cada niño tenga la oportunidad de desarrollar su individualidad y la autoconfianza.

-Dotar a los alumnos de más tiempo libre: fomentando, además que éste sea empleado en entornos que estimulen el autoaprendizaje, la curiosidad y la investigación.

-Introducir a los jóvenes en el mundo real: asignar y dotar de responsabilidades reales, crear espacios donde interactúen con los adultos de su entorno de “tú a tú”, sin jerarquías preestablecidas, provocando así que puedan experimentar las consecuencias de su implicación dentro de un mundo que, a priori, ven como lejano y fuera de su alcance.

-Transformar los centros educativos en comunidades de aprendizaje: he aquí la propuesta más transgresora de Gatto, donde propone abrir el ámbito de actuación de un centro a su entorno, interactuando con él como un miembro más de la comunidad educativa. El proceso es profundo y requiere de aspectos cómo:

+Prescindir de las clases magistrales: modelo de sesiones educativas donde yo enseño y tú aprendes basándose en la autoridad de docente como eje de relación entre los miembros de la clase.

+Renovar libros de texto y currículo: prescindir de los contenidos y estructuras estandarizadas, sustituirlos por otros más flexibles y adaptados a las verdades necesidades del aprendizaje.

+Nuevos o reformados directores educativos: es necesario que los líderes y guías de estos procesos transformacionales estén preparados para asumir las riendas de estos nuevos modelos, que confíen en ello y que motiven y supervisen a toda la comunidad de aprendizaje en el cumplimiento de sus roles-funciones. 

[LIBRO RECOMENDADO] ARMAS DE INSTRUCCIÓN MASIVA: EL VIAJE DE UN PROFESOR DE ESCUELA POR EL PROCELOSO MUNDO DE LA ENSEÑANZA OBLIGATORIA, J. T. GATTO

 

 

 

LA INNOVACIÓN EDUCATIVA SE ESCRIBE EN CLAVE DE SOL

Como hemos visto, algunas de las ideas y posturas de estos líderes educativos puede que nos resulten del todo rompedoras y nos asusten por todo lo que se alejan de la educación tradicional, la que todos nosotros hemos vivido, puede que nos resulten familiares porque ya hayamos consumido información al respecto o, de lo contrario, simplemente no estamos de acuerdo en sus perspectivas sobre la educación.

Lo que está claro es que, haciendo alusión directa, como hacen algunos respecto a la importancia de la música, las artes y la creatividad dentro del desarrollo del individuo, o indirecta y leyendo entre líneas algunas de sus propuestas, todos ellos defienden la expresión artística y la práctica musical (individual y en grupo) como elemento imprescindible de la educación más innovadora.

Algunas de las propuestas que vinculan al pensamiento innovador de estos autores y la música son:

– Personalización del aprendizaje:

El conjunto de estos líderes educativos, opta por un modelo de escolarización en el que sea posible atender y flexibilizar el currículo y las metodologías a las necesidades individuales de cada alumno, pudiendo así atender al máximo el desarrollo de su potencial, talento y no tratar a un grupo de alumnos como si todos tuviesen las mismas capacidades, problemas u objetivos. Eso sí, tender a la individualización pero siempre dentro de un entorno social y de convivencia.

¿A que nos recuerda esto? Pues, claramente, a las enseñanzas artísticas. Parece que aún no somos conscientes, pero la estructura de la enseñanza musical es una potentísima herramienta de desarrollo personal para los alumnos. Los que se exponen a ellas tienen la suerte de poder ser tutorizados individualmente, y no sólo en lo íntegramente musical, sino en la propia formación personal del alumno. A pesar del tradicional formato de clase profesor-alumno, la enseñanza musical siempre está envuelta, mediante otras actividades y asignaturas, por un clima de interacción y aprendizaje grupal y social, otro de los ingredientes imprescindibles propuestos por estos autores que lidian con los estereotipos sociales en la vanguardia de la educación académica.

Tristemente, muchos docentes dentro de la enseñanza musical aún no son conscientes o no creen en este tipo de, yo diría, realidades, optando por tratar a los alumnos con contenidos y metodologías íntegramente estandarizadas y aun teniendo la posibilidad de ayudarlos a desarrollar todo su potencial de forma personalizada. (En parte porque la legislación educativa vigente no se muestra demasiado flexible al respecto)

[ARTÍCULO RECOMENDADO: POR FAVOR ESCUCHEN EL PROFESOR DE MÚSICA]

– Cuestionamiento de la jerarquía de las materias académicas y el desarrollo de la creatividad:

Todos ellos critican abiertamente la jerarquización internacional que han ido adoptando las disciplinas académicas desde la escolarización masiva que se realizó en la revolución industrial (origen del modelo actual). En esta estandarización de las materias, que atienden en primer lugar a las necesidades de la economía de mercado y en segundo a la del desarrollo integral del alumno, las artes han quedado siempre a la cola, aunque hemos de reconocer que, quizás, la música, ha quedado por delante de otras como la danza o la dramatización.

Éstos, coinciden en la defensa de que dicha jerarquización es anacrónica, es decir, no corresponde con las necesidades de la sociedad actual, donde la educación debería de ayudar a las personas a desarrollar sus capacidades personales y su creatividad, y no tanto a almacenar los conocimientos necesarios para una sociedad industrial. Advierten que, para estar preparados de cara a las décadas venideras, tendría que ser tan importante el desarrollo de la creatividad como la propia alfabetización.

Asimismo, hacen un gran guiño literal sobre la importancia de la música y las artes, en general, dentro de las disciplinas de aprendizaje que debemos y, cada vez más, deberíamos abordar en las aulas o, si las autoridades educativas se empeñan en dinamitar este tipo de enseñanzas dentro de la escolarización obligatoria y reglada, fuera de ellas.

 

– Música y el concepto de Inteligencia:

Robinson, destacando aquí su pensamiento por encima de los otros autores, presenta una crítica concisa sobre el concepto de inteligencia, históricamente basado en el CI y que define como completamente obsoleto. Actualmente, la espina dorsal de la estructura académica aún se basa en el cultivo de las capacidades que, hace muchas décadas, servían para medir las capacidades intelectuales de las personas, es decir, las matemáticas y el lenguaje. Actualmente, y gracias a al trabajo y obras de autores como D. Goleman (Inteligencia Emocional) y R. Gardner (Inteligencias múltiples) sabemos que esto no es correcto, sino mucho más complejo y heterogéneo.

La música, dentro de las nuevas teorías respecto al desarrollo de las capacidades intelectual, juega un papel determinante, de hecho, en la propia obra de Gardner se refleja un tipo de inteligencia meramente musical, es más, a través de ésta se pueden estimular y trabajar, simultáneamente, las otras siete que presenta dentro de sus estudios.

 

– Comunidades artísticas de aprendizaje:

Aunque Robinson también habla de la importancia de la sociabilización en el aprendizaje, son, como hemos visto anteriormente, Gerver y Gatto los autores que más contundentemente apuestan por la creación de comunidades de aprendizaje o “microcomunidades” educativas como elemento prioritario en la educación.

Dentro de la cultura de la educación musical, y la práctica en general de la música, encontramos valiosos ejemplos de comunidades artísticas de aprendizaje. Sin saberlo ni, a priori, ser conscientes, cuando nos vemos inmersos en un proyecto en el que se conjugan lo musical y lo social estamos siendo expuestos a un enorme abanico de posibilidades del más puro aprendizaje, ya que entramos en contacto e interactuamos con personas muy diferentes a nosotras en cuanto a edades, intereses, profesiones, culturas, religiones, niveles socio-económicos, etcétera.

Uno de los principales problemas que estos expertos advierten, es el de que los más jóvenes se encuentran alejados del mundo adulto. Esto, principalmente, es provocado por no dejarles asumir experiencias del mundo adulto (el real), responsabilidades que, total o parcialmente, en un futuro tendrán que asumir. Aislarles en lo exclusivamente académico como si de un experimento escolar se tratase no es lo correcto. La verdad va más allá, pues son “proyectos” de adultos y, mediante la experiencia de convivencia social que brinda el mundo de la música (o las artes escénicas), pueden llegar a hacerse una idea más real de cuál es, o podría ser, su hueco en la sociedad, de entender más el mundo que nos rodea.

Para saber más respecto a cómo las comunidades artísticas pueden influir en las habilidades sociales y personales, os recomiendo la lectura de los siguientes artículos:

INTELIGENCIA EMOCIAL Y MÚSICA: LAS HABILIDADES SOCIALES (PARTE 6/6)

RELATIVISMO CULTURAL Y LAS PROFESIONES ARTÍSTICAS

Estos ejemplos, fruto de mi perspectiva personal, profesional y académica, son sólo algunos de cómo el cultivo de la música y la vanguardia educativa van, más que nunca, de la mano. Seguramente, cada uno de vosotros, cada lector, encuentre algún elemento más que actúe de bisagra entre ambas.

Éste, no es un artículo cerrado, así que todo aquél que se anime a comentar o añadir algo será bienvenido por todos aquellos que no nos conformamos con asumir y aprender las cosas tal y cómo no las han contado, sino ir un poco más allá.

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Eduardo Sánchez-Escribano García de la Rosa.

 

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GESTIÓN DEL TIEMPO: REFLEXIÓN, FELICIDAD Y EL GUIÑO MUSICAL

¿QUÉ ES EL TIEMPO? EL TIEMPO COMO RECURSO

El tiempo, como concepto, es algo altamente complejo y su definición, experimentación y gestión personal del mismo,  por ende, lo son también. A pesar de que ni los propios expertos mundiales en física teórica se ponen de acuerdo ni sobre su propia existencia, y pasando por alto su abrumadora complejidad, todos asumimos una organización matemática del mismo basada en una división y subdivisión de los movimientos de rotación y traslación de la Tierra y en medio de gran entramado físico, metafísico y astrológico.

Sea como fuere, y gracias a la inestimable ayuda de la precisión brindada por la evolución tecnología, todos asumimos la materialización de dicho recurso resumiéndolo en entendibles, y matemáticamente relacionadas, porciones (años, minutos, segundos, semanas, días, horas, etcétera).

(DOCUMENTAL RECOMENDADO) REDES: “EL TIEMPO” (E. Punset)

relojes

En este contexto, entendemos un día por el trascurso de 24 horas (casi exactas) o, dicho de otra forma, desde que el sol vuelve a estar en el mismo punto después de un movimiento terrestre completo. Día tras día (dicho como expresión y no como unidad de medida), organizamos y alineamos nuestras vidas respecto a este fenómeno que no podemos controlar. Por otro lado, lo que está claro es que nuestra concepción y entendimiento del tiempo es lineal, es decir, nunca volveremos a vivir (conscientemente, al menos) el día de ayer. Todo ello, convierte al tiempo, el escenario de nuestras vidas conscientes, en un recurso indomable, limitado e irrecuperable.

Sigamos en la línea de la concepción del tiempo como un recurso, y comparémoslo con el recurso por antonomasia de nuestros días; el dinero. Ve al cajero, saca 50 euros, contémplalos por unos segundos y disponte voluntariamente a rasgarlos, quemarlos, dejarlos tragar por una alcantarilla o cualquier otra creativa forma de desecharlos que se te ocurra. A priori, parece completamente absurdo, incluso se puede llegar a sufrir un poco de agobio sólo con imaginarse la situación, en cambio, hay noches que nos disponemos a conciliar el sueño y, lejos de poder compararlo con exactitud, hemos tirado por la borda una incomparable cantidad de valiosos recursos en clave de segundos, minutos y horas.

Generalmente, a la hora de gastar dinero o, económicamente hablando, realizar una inversión, solemos vigilar y meditar minuciosamente (dependiendo del contexto y la persona), la amortización de dicho gasto en forma de bienes o servicios. En cambio, cuando disponemos de un periodo de tiempo “libre” para disfrutar y manejar lejos de “nuestras obligaciones”, no solemos usar la misma vara de medir. ¿Por qué?

¿Por qué no le damos la misma o mayor importancia al tiempo que a otro recurso como es el dinero? El dinero lo vas a volver poder a ganar, es un recurso al que se puede acceder “ilimitadamente” y que se puede suministrar y generar, pero, en cambio, el tiempo no, pues una vez que éste expire, una vez que lo inviertas o dejes pasar de forma inerte, no podrás volver a ese momento; sólo pasa una vez y no me refiero precisamente al “carpe diem”.

TIEMPO Y DINERO

Con todo esto no pretendo situar jerárquicamente a la alza el tiempo respecto al dinero, pues del dinero comemos; en el tiempo comemos, del dinero “vivimos”; en el tiempo vivimos y, curiosamente, solemos necesitar tiempo para ganar dinero. Simplemente, es una reflexión personal sobre cuánto, cómo y por qué, valoramos tanto un gasto de dinero y, a veces, tan poco un “gasto” de tiempo.

Ahora bien, ¿cómo calculo una inversión de tiempo? ¿Qué es un tiempo “bien invertido”? Aquí ya nos adentramos en lo que filosóficamente hablando se denomina una “cuestión teleológica”, es decir, el propio estudio de los fines perseguidos por un objeto o ser. En nuestro caso, el de los humanos, se podría relacionar el uso de nuestro “tiempo libre” (dejemos al margen el que ocupamos en nuestras obligaciones como miembros de una sociedad) con el intento de cosechar situaciones de éxito que procuren nuestro acercamiento a la felicidad (mencionamos y cerramos fugazmente la “caja de pandora” de la felicidad).

Coetáneamente, en la industrializada Europa occidental, dando por superada la relación de éxito con la mera supervivencia física, y fuera de esto, sin obviar la Pirámide Motivacional de Maslow, una versión individualizada de un tiempo “bien invertido” puede ser aquella que nos acerque de la forma más eficiente a la consecución de nuestros objetivos, pudiendo, a su vez, ser de naturaleza social, profesional, familiar, ideológica, naturalista, religiosa o puramente hedonista (búsqueda del placer sensorial).

Desde hace décadas, y debido a los imparables e impresionantes adelantos en áreas como la industria, informática, telecomunicaciones, transportes y ese “arte de conquistar mercados” llamado marketing, estamos sobreestimulados hacia el consumo de productos y servicios, haciéndonos llegar innumerables, tentadoras y atractivas ofertas sobre en qué gastar nuestro tiempo y traduciéndose en dificultades para tomar decisiones al respecto. Lamentablemente, en muchas ocasiones optamos por la opción que menos nos acerca a la consecución de nuestros fines (a menos que sean puramente hedonistas), de nuestro rumbo marcado y caso de éxito personal, ya que el que se nos pone por delante es más asequible desde el punto de vista del esfuerzo o sacrificio.

El caso es que, 24 horas más tarde cuando el sol se ha vuelto a posicionar de nuevo en el mismo lugar, quizás hayamos dejado pasar otro día sin reflexionar ni valorar cómo y en qué hemos gastado nuestro recurso más complejo y, para muchos, valioso; el tiempo.

Es muy sano y recomendable, además de estar comúnmente ligado a las costumbres y hábitos de aquellas personas consideradas como “más exitosas” y eficientes, el concretar y evaluar nuestra política de inversión de esta moneda que todos llevamos repartida equitativamente, equipada “de serie” desde el nacimiento por el mero hecho de existir y hasta que se apague el reloj de nuestras vidas.

Bajo mi opinión y experiencia personal, sólo con dedicar unos minutos al comienzo o final del día a pensar sobre ello, sobre cómo y en qué gastamos nuestro tiempo y si verdaderamente estamos de acuerdo al respecto, cambia tu visión y trascendencia respecto al proceso de toma de decisiones concernientes al mismo.

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¿EN QUÉ USAMOS EL TIEMPO? ¿ES LO QUE REALMENTE QUEREMOS?

Sí, estamos hartos de consumir información respecto a cuánto tiempo “invertimos” en ver televisión, deslizar el dedo por distintas redes sociales, videojuegos, series online, etcétera. Aun así, volvemos a la cama, jornada tras jornada, y no reflexionamos, sobre cómo y por qué hemos distribuido nuestro “tiempo libre”, si el uso del “gastado” a lo largo del día nos ha acercado a  cumplir nuestras metas propuestas, en el caso y suerte de que se tengan e independientemente de su naturaleza (algo muy personal como ya se comentó anteriormente), o si sólo lo hemos dedicado a entretenernos, sin más.

INFOGRAFÍAS SOBRE EL USO COTIDIANO DE LAS REDES SOCIALES (Uno de tantas fuentes que nos informan sobre el uso e inversión de tiempo que dedicamos a las redes sociales).

Hace tiempo que pienso con cierta firmeza que se ha “viralizado” y asumido socialmente el derecho a divertirnos de la forma menos sacrificada posible, infundido y potenciado por las fuerzas del consumo. Sí, llevas todo el día aguantando a tu jefe, sonriendo falsamente a clientes a los que tienes que vender algo, realizando un trabajo que requiere un gran esfuerzo físico o sometido a un mucho estrés laboral y, en muchas ocasiones y sólo por eso, hacemos nuestro el derecho a no esforzarnos en el resto de día o semana.

Sí, estamos en nuestro derecho a hacer lo que nos de la real gana, pero debemos de tener muy presente que la base fisiológica y humanística del crecimiento, de la mejora, está en el esfuerzo, en el sacrificio; tus músculos sólo crecerán sin han trabajado duro previamente, tu cerebro sólo creará más y más fuertes conexiones si ha habido una concentración y esfuerzo intelectual previo, tu disciplina personal estará presente si llevas a cabo una actividad cuando ésta se requiere para su mejora y no sólo cuando se tengan ganas, y tus valores éticos y morales sólo te harán más humano cuando los lleves a la práctica a pesar de tus intereses en un momento concreto.

Obviamente, y además de ser totalmente recomendable, necesario y otra forma de decidir cómo invertir este recurso, tiene (o puede) que haber hueco para el descanso, para la desconexión total, para el ocio y la sociabilización, para el “no hacer nada” tumbado en el sofá, la cuestión es, ¿qué porcentaje de tiempo del que disponemos usamos para esta labor? ¿Hemos dedicado esa necesaria parte del día a perseguir nuestros sueños y ambiciones? Y mañana, ¿qué? Esto, es algo cuya reflexión y análisis corresponde únicamente a uno mismo.

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EL GUIÑO DE LA MÚSICA Y EL DEPORTE SOBRE LA GESTIÓN DEL TIEMPO

Tanto la práctica seria y regular de cualquier disciplina deportiva, como la de otras artísticas y, en concreción, de la música o la danza, suele hacer reflexionar y experimentar, directa e indirectamente, sobre la inversión longitudinal y estructural del tiempo a aquellos que se ven inmersos en alguna de éstas. De esta forma, cualquier músico y/o deportista sabe, y tiene perfectamente interiorizado tras una mínima estancia en estos mundos, que no es lo mismo dedicarle 7 horas 1 día a la semana al perfeccionamiento o entrenamiento de una habilidad, frente al hacerlo 1 hora durante 7 días a la semana, es decir, mismo tiempo total pero distinta distribución.

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LA MÚSICA Y EL BAMBÚ JAPONÉS: NO APTOS PARA IMPACIENTES

POR FAVOR, ESCUCHEN AL PROFESOR DE MÚSICA.

Cuando nos involucramos voluntaria y pasionalmente en el estudio de la música, y la indispensable práctica de un instrumento, asumimos la carga de más responsabilidades, responsabilidades que se traducen en inversiones de tiempo que, si deseas alcanzar las metas propuestas (dominar un instrumento y entender la música como disciplina técnica y artística), tendrás que redistribuirlo, ya que, por mucho que lo estires, es el mismo para todos, y, si no lo haces correctamente, nunca llegarás a conseguir la continuidad necesaria para saborear la meta propuesta.

“NO PUEDO, TENGO QUE ESTUDIAR”. EPIDEMIA EN LAS AULAS DE MÚSICA

Al incluir voluntariamente más tareas u objetivos en nuestra lista diaria, como puede ser, insisto y por ser muy buenos ejemplos comparativos, practicar un instrumento o entrenar algún deporte, asumimos que debemos volver a planificar la gestión del tiempo del que disponemos, incluso, a lo mejor, nunca nos hemos llegado a plantear que éste necesite ser estructurado y calculado como si de “llegar a fin de mes” se tratase (económicamente hablando). Colateralmente, por el mero hecho de intentarlo y exponernos a dicho dilema, nos convertimos en personas más responsables, sólo si necesitamos, tanto desde el punto de vista emocional como del racional, reflexionar sobre el uso de nuestro tiempo, propiciaremos un aumento de las capacidades de gestión del mismo.

MUSICA Y DEPORTE

Introducir el estudio de la música en la etapa escolar (o también en adultos) y/o la práctica seria de algún deporte, puede propiciar, debidamente gestionado, vigilado y planificado por las familias y profesionales, la interiorización de valores y aptitudes que modifiquen y repercutan en la propia personalidad del alumno o persona y, por supuesto, en su propia capacidad y visión respecto a la gestión del tiempo y la consecución de las metas propuestas.

Una de las mayores lecciones y valores que podemos transmitir a través de la práctica instrumental, es que el tiempo no se puede tocar, no es tangible, pero, en cambio, se puede y necesita administrar sí deseamos cosechar buenos frutos en nuestro trabajo e inversión tiempo/esfuerzo.

CONCLUSIÓN PERSONAL

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Por lo que habréis podido comprobar, esto no es un texto científico sino meramente reflexivo, en realidad, está es sólo una versión más sobre un tema muy complejo y personal. He llegado hasta aquí por necesidad; muchas metas por alcanzar, muchas dudas que aclarar, muchos campos e intereses que cultivar, muchas responsabilidades que cubrir y muchas ganas por sentirme vivo y rodeado de gente de la que aprender y con la que disfrutar.

Con toda probabilidad, no hayamos aprendido nada nuevo al leer estas líneas, nada que no supiésemos ya, por lo que mi principal objetivo, como casi siempre, no es enseñar ni mostrar verdades, sino propiciar una reflexión e introspección sobre algo tan transparente como trascendental como es la gestión de nuestro propio tiempo, tiempo que se traduce en horas, días y semanas y del que se componen nuestras vidas.

Planificar (o no) escrupulosamente nuestro tiempo es cuestión de experiencia, hábito o, en muchas ocasiones y como me ocurre a mí frecuentemente, pura necesidad. No somos ordenadores, no somos robots, el transcurso de la vida no es, cuanto menos, pronosticable, pero lo que está claro es que si existe la voluntad de intentarlo estaremos más cerca de conseguirlo que si desistimos desde un principio.

Quizás, nunca vayamos a acabar de entenderlo, pero cuestionarnos de vez en cuando, día tras día a ser posible, cómo usamos nuestro tiempo en relación a nuestros objetivos, nuestras metas, aquello que nos hará saborear el éxito o estar en el camino de ello, puede ser tan trascendental cómo que de ello dependo el ser cada vez un poco más felices o, al menos, intentarlo.

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Eduardo Sánchez-Escribano García de la Rosa.

 

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TALLER PARTICIPATIVO DE INICIACIÓN MUSICAL

ANTECEDENTES DEL PROYECTO

El proyecto nace para satisfacer y reforzar las necesidades que presentan, tanto las aulas de música de los centros de educación primaria, como otros centros educativos (de enseñanza reglada o no) que quieran integrar actividades de desarrollo artístico y emocional a través de la música en sus aulas.

A pesar de que muchos centros o proyectos educativos ya tienen integradas actividades de esta naturaleza, no siempre se realizan de la forma que éstas disciplinas realmente exigen, es decir, fomentando la participación y escucha activa, propuestas desde una alta accesibilidad técnica acorde al nivel de los participantes y ofreciendo un lenguaje sensible y emocional que favorezca al máximo, tanto la intencionalidad, como la expresividad musical.

EL TALLER: DESCRIPCIÓN DE LA ACTIVIDAD

El taller persigue, como objetivo principal y usando una metodología altamente accesible y participativa, acercar la práctica musical e instrumental a los participantes, apoyándose en conceptos y habilidades que se fundamentan y potencian la inteligencia emocional de los mismos, así como las distintas partes por la que ésta está integrada; el auto-conocimiento, el auto-control, la auto-motivación, la empatía y las habilidades sociales.

Esta actividad está diseñada para llevarse a cabo en distintos centros educativos, debiéndose adaptar a la naturaleza de cada uno de ellos para conseguir la mayor eficiencia metodológica y consecución de los objetivos establecidos. No obstante, la estructura del taller es común para los diversos ámbitos de aplicación que se plantean: colegios y escuelas de música.

Prioritariamente, los participantes abordarán de una forma íntegramente emocional la ejecución de los instrumentos propuestos. Durante el desarrollo de la actividad, los alumnos, que irán rotando entre activos intérpretes y participativos observadores, irán identificando y resolviendo por sí mismos y, si fuese necesario, con la ayuda del coordinador, los problemas y dificultades técnicas que vayan surgiendo respecto al uso de los instrumentos como medio de expresión musical y emocional.

LA SESIÓN: ESTRUCTURA Y MATERIAL

La actividad está diseñada para llevarse a cabo en:

Aulas de Música de Educación Infantil y Primaria (desde 5 hasta 11 años).

Aulas de “Música y Movimiento” e “Iniciación Musical” en escuelas de música u otros centros educativos de formación artística (reglada o no), sobre todo en aquellas que tengas problemas en la difusión y elección entre sus alumnos de los instrumentos de viento metal y el “tabú” que éstos inspiran ante una motivadora experiencia previa.

-Duración del taller: 40-45 minutos por sesión.

-Número de participantes:
 10-30 alumnos por sesión.

-Material utilizado (proporcionado): instrumentos de plástico (trombón, bombardino y trompeta), kit de limpieza e higienización de boquillas y batuta de dirección musical.

OBJETIVOS PRINCIPALES DE CADA SESIÓN:

  • Vincular la práctica instrumental al lenguaje y la expresividad emocional.
  • Resolver problemas y proponer mejoras en grupo desde el aprendizaje participativo.
  • Experimentar, activa y pasivamente, los principios técnicos y artísticos de la dirección musical.
  • Fomentar y divulgar los instrumentos de viento metal y su alta accesibilidad técnica.
  • Iniciar a los participantes en la práctica musical colectiva y lo que ello conlleva.
  • Propiciar una primera (en la mayoría de los casos) y motivadora experiencia en la interpretación musical.

PRESUPUESTO Y CONTRATACIÓN

Tarifa 0- Escuelas de Música u otros centros educativos: 
Sesión de 45 minutos: 45€/sesión* (IVA incl.)

Tarifa 1 – Colegios Línea 1-: 
6 sesiones de 45 minutos (1 jornada escolar): 160€* (IVA incl.)

Tarifa 2 – Colegios Línea 2-: 
12 sesiones de 45 minutos (2 jornadas escolares): 300€* (IVA incl.)

Tarifa 3 – Colegios Línea 3-: 
18 sesiones de 45 minutos (3 jornadas escolares): 440€* (IVA incl.)

*Pago mediante factura (Trabajador autónomo). Actividad económica exenta de IVA (Formación). Consultar tarifas para otro formato o conjunto de sesiones.

CONTACTO

Disponibilidad geográfica: Madrid, Toledo y alrededores (radio: 100km aprox.)*

Contacto: eduardo.sanchez.escribano@gmail.com

*Consultar tarifa y disponibilidad para otras regiones o provincias.

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MÁS ALLÁ DEL MARKETING DE LA EDUCACIÓN MUSICAL

Sí, es cierto; la educación y práctica de la música contiene y trae consigo un descomunal poder de desarrollo de la actividad cerebral, emocional, de las habilidades sociales y del plano físico-motriz en aquellos que se exponen a ésta. Además, es altamente terapéutica para los humanos, animales y plantas. Está relacionada con algunas de las teorías más vanguardistas de desarrollo intelectual y emocional, como, por ejemplo, con la “Teoría de las Inteligencias Múltiples” de H. Gardner, o con la recopilación científica: “Inteligencia Emocional”, de D. Goleman, además de otro largo etcétera.

Por otro lado, desde el punto de vista antropológico, no se conoce cultura o civilización que no haya tenido su propia forma de gestionar los sonidos con cierta estrategia, intención y/o funcionalidad. Y por no hablar del papel que la aparición del famoso “gen musical” pudo jugar en la mismísima evolución del ser humano.

Toda esa información, además de ser cierta, según lo constatan universidades y otras instituciones a través de innumerables estudios y experimentos científicos y humanísticos, trae consigo aciertos y errores en lo referente a su uso, consumo y distribución.

Continuamente, la comunidad educativa y musical, tanto docentes como intérpretes, divulgan y difunden todo tipo de artículos, infografías, vídeos, documentales y otro tipo de contenidos sobre los múltiples y polifacéticos beneficios del estudio o práctica de la música. Hasta ahí, todo bien, maravilloso. A priori, no se le ve puede sacar ningún inconveniente, ¿verdad? Continuemos.

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¿POR QUÉ DIVULGAMOS LA MÚSICA?

Hay una única razón: interés. Sí, aunque no acabe de sonar bien del todo, es el interés, pero ahondemos en ello, pues a pesar de que la primera reacción ante esta respuesta puede ser aversiva, analicémosla.

En un primer momento, cuando hablamos del interés que puede haber detrás del marketing de la educación musical o de la música en general, pensamos en cómo utilizamos estratégicamente la información para un beneficio personal, prioritariamente enfocado a lo económico, como puede ser conseguir más alumnos para obtener más trabajo, que amplíen tu jornada laboral si eres profesor interino, o que no la mermen en caso de ser cosechar bajas, por ejemplo. Sí se ha elegido la música como profesión es porque se pretende vivir de ello, es decir, trabajar a cambio de una remuneración justa, y si uno se esmera por trabajar mejor y esforzándose por ello, también le gustaría obtener una mayor compensación, tanto si procede como no.

Asimismo, podemos recurrir al interés en lo referente al prestigio o reconocimiento social y/o profesional, ya que, en muchas ocasiones, los músicos tenemos adherido un complejo de inferioridad no consciente que nos empuja a tener que justificar constantemente el valor de lo que hacemos ante la aparente incapacidad de otros por apreciarlo, o nuestra por no hacérselo llegar como probablemente necesitan. A todo el mundo le gusta que valoren su labor/trabajo, y quién diga que no, miente.

Por otro lado, también está la perspectiva más humanizada y altruista del interés, y no es otro que el propio amor al prójimo y a velar por el bienestar y desarrollo positivo de la raza humana. Al igual que un servidor, los que lo han experimentado en primera persona sabemos que la música es buena en sí misma; mejora a las personas y al entorno que le rodea, y puede que, para algunos, no exista otro fin en divulgarla más allá de esta raíz. ¿Quién, salvando casos personales y excepcionales, no puede desear el bien a los demás? De tal manera, parece obvio y lógico.

Entonces, hay que ser conscientes de que la inmensa totalidad de los profesionales de la música, dependiendo de sus características personales, se bate, aunque en distintas proporciones dependiendo de cada caso, entre los distintos tipos de interés definidos antes (a “grosso modo”) a la hora de divulgar los “beneficios de la música” a través de distintos medios y formatos.

 

CÓMO, DÓNDE Y QUÉ.

Todo tipo de estudios, vídeos, infografías o artículos que alguna persona o institución creó en base a una mezcla de los intereses antes mencionados, se difunden y son consumidos en medios como, principalmente y casi en exclusiva, las distintas redes sociales.

Resulta realmente fácil y accesible, ya que, con tan sólo dar a un botón, compartimos un artículo que, por ejemplo y en muchas ocasiones, no hemos terminado ni de leer o sólo hemos ojeado superficialmente, excluyendo, por descontado, que hayamos podido analizar la información consumida para poder, si procede, reflexionar e interiorizar la misma. Es indistinto, porque si intuimos que puede reforzar nuestro “interés”, lo haremos una y otra vez, sin tregua.

MÁS ALLÁ DEL MARKETING DE LA EDUCACIÓN MUSICAL (1)

 

MÁS ALLÁ DEL MARKETING DE LA EDUCACIÓN MUSICAL

¿Es necesario?: sí, pues hay que dar a conocer los beneficios de la misma, que para eso innumerables científicos y pensadores de diversas disciplinas lo han estudiado empíricamente, experimentado al respecto y redactado reflexiones sobre ello, pudiendo afirmar a día de hoy, fundamentándose en miles de estudios llevados a cabo, que la música es tan sumamente buena como se puede apreciar sin la estricta necesidad de usar la lupa científica.

¿Debe de ser estratégico?: sí, ¿por qué no? En resumidas cuentas, cualquier tipo de marketing es estratégico y mediante él se persigue un/unos objetivos concretos, como puede ser llenar un aula de alumnos, una banda de miembros o, simplemente, dar a conocer un dato o estudio concreto porque crees que saberlo puede ser beneficioso para terceras personas.

¿Debe ser selectivo?; sí, por supuesto. No todo vale, hay que ser cuidadoso; filtrar y seleccionar bien aquello que vamos a compartir, puesto que compartir algo en un medio social, actualmente, es como gritar algo a los cuatro vientos hacia miles de personas. Puede que estemos echándonos las piedras a nuestro propio tejado, hay que calcular y reflexionar bien sobre ello.

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ERRORES FRECUENTES DEL ACTIVISMO DIVULGATIVO MUSICAL

1) Vender la música como una disciplina utilitarista:

Es muy frecuente toparse con contenidos que defienden el papel de la educación musical desde el punto de vista utilitarista, es decir, acceder a ella para conseguir un fin “superior”. Con eso conseguimos que muchos padres y madres busquen la música como una actividad que es buena para sus hijos porque están plenamente convencidos de que eso les hará de tener mayores capacidades para los idiomas, las matemáticas, la psicomotricidad o, en general, el rendimiento escolar.

¿Es mentira todo lo anterior? No, y así lo constata la ciencia, pero es muy peligroso atraer al público hacia la educación musical con argumentos utilitaristas, ya que en el momento que encuentren otra actividad que les hagan creer que con ella conseguirán mejor sus fines, y menos sacrificada, abandonarán el interés por que sus hijos/as sigan instruyéndose en la interpretación musical.

Invito a toda la comunidad musical a defender que los beneficios de la música son inherentes a ésta, vienen de serie con un mínimo de constancia y regularidad en su cultivo, por lo que hay que tener cuidado y vigilar que no se opta a ella como disciplina vinculante a conseguir un objetivo “más allá” de la misma.

 

2) Desconocer (o conocer vagamente) aquello que divulgamos:

Es muy peligroso transmitir y hacer uso información que no conocemos con un mínimo de  profundidad y, sobre todo, en el terreno profesional. Asimismo, hay que ser exigente con los contenidos que consumimos; su veracidad, su formato, sus fuentes, sus creadores, discernir bien cuando es de índole científico y cuando reflexivo o de opinión, pues la cosa cambia, y mucho.

Hay que ser exigentes y filtrar escrupulosamente. Se pierde mucha veracidad, tanto desde la perspectiva individual (el propio divulgador), como colectiva (el sector profesional), cuando se usa o comparte información que no es de calidad; vídeos, artículos o contenidos en otros formatos (se nota a la legua) que han sido creados para sumar visitas o “clics”. Hay que decir no al sensacionalismo divulgativo musical, al menos por mi parte.

Por otro lado, hay que ser ambiciosos y exigentes con el conocimiento y la argumentación. Es necesario ser conscientes de que, por haber leído un par de artículos de, normalmente, poco menos de mil palabras, o haber visualizado un vídeo de unos minutos, no sabremos sobre ese “algo” ni estamos preparados para venderlo ni trasmitirlo como tal. Invito a contrastar y profundizar, mínimamente, antes de darlo por bueno (o malo) y comunicarlo a los cuatro vientos. Básicamente, por respeto al conocimiento y a aquello que intentamos demostrar/valorizar. Hoy en día lo tenemos muy fácil, pues hay infinitas y muy asequibles formas de profundizar en una temática.

 

3) Abusar del activismo musical:

El interés, empujado por el entusiasmo que muchos sentimos por la música y su magisterio, puede hacernos caer en un exceso de velocidad en cuanto a divulgar los beneficios de la música, siendo la multa el azote de la indiferencia por parte público potencial al que intentamos llegar/convencer.

Un buen producto, como es la música, y como todo el mundo sabe, no necesita de un marketing masivo, invasivo y poco selectivo hacia consumidor final: la sociedad, pues puede provocar el efecto contrario y puede hacer caer en la sensación de que, si tan bueno es, no tendría que necesitar esa constante justificación de la que, como ya comenté anteriormente, pecamos los profesionales de la música en muchas ocasiones.

El mejor marketing no es el imponer y acribillar con información sobre cómo y cuánto cambia la música a las personas, sino invitar a experimentarlo y ayudar a vivenciarlo, dándose cuenta por uno mismo del mensaje que queremos transmitir y hacer llegar. Aprendizaje sobre la experiencia.

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EL MEJOR MARKETING: EL TRABAJO DIARIO

Por fin llegamos al punto final del mensaje. Todo lo anterior ha sido un simple análisis y contextualización para entender mejor la esencia de lo que intento transmitir.

El mejor y más puro marketing de la educación musical es el que se demuestra en el trabajo diario, sobre el terreno de juego; en el aula. La más íntegra divulgación tiene cabida esforzándose en cada clase como si de una delicada interpretación se tratase, no dejándose llevar por la inercia de la comodidad docente, detectar problemas o posibles mejoras de rendimiento de los alumnos y no sólo cuando se presentan dificultades aparentes y buscar el mejor y más apto material didáctico para cada situación.

El mejor marketing radica en la ambición pedagógica del docente y su continua formación y auto-evaluación. Está muy bien argumentar que la música es buena porque ayuda a desarrollar decenas de capacidades (porque así es en verdad), pero de nada sirve compartirlo en tu Facebook, ni pegar un póster en la entrada de tu conservatorio si después no sabes realmente cómo y qué elementos del proceso de enseñanza-aprendizaje intervienen en ello.

Hay que intentar y evitar defraudar a la gente que confía en ti como profesional de la música y su docencia, es decir, que el balance de lo que se ofrece y “vende” esté equilibrado con las capacidades reales de lo que podemos aportar, y eso sólo se puede conseguir a base de auto-conocimiento profesional, pasión por tu labor, formación constante y una sed insaciable de crecer como mediador entre la música y esas nuevas personas que harán de ella una pequeña parte de sus vidas.

 

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Eduardo Sánchez-Escribano García de la Rosa.

 

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SIN ÁNIMO DE LUCRO: UN GRAN MOTOR DE DIFUSIÓN MUSICAL EN ESPAÑA.

Décadas atrás, mucho antes de que conservatorios profesionales y escuelas de música municipales integraran la excelente oferta educativa que en muchas ciudades españolas se disfruta en la actualidad, ya venía existiendo un gran tesoro cultural que difundía y democratizaba el acceso a la práctica música: las sociedades musicales.

Éstas, común y fiscalmente enmarcadas como asociaciones sin ánimo de lucro, han permitido que incontables personas de todo tipo condición económica y social hayan podido experimentar los beneficios de la práctica musical, asimismo, han organizado eventos y han puesto banda sonora a lugares y momentos que hubiesen sido insulsos sin la valiosa actividad y existencia de las mismas.

Detrás de esta gran labor, siempre se encuentran y recuerdan a innumerables músicos profesionales: instrumentistas, compositores y directores (o más bien “maestros”, tal y como tradicionalmente se suelen referir a éstos dentro del sector), pero existe una realidad paralela que, lejos de quitar el merecido mérito a aquellos que dedicaron (y dedican) su vida laboral a ello, no se suele sacar a la luz, no siendo otra que la de todo ese gran número de personas que, de forma altruista, invirtieron (e invierten) su tiempo, esfuerzo y, a veces, también sus propios recursos en el mantenimiento y buen funcionamiento de estas organizaciones socio-culturales.

 

HISTORIA DE UNA GRAN Y GRATUITA LABOR EN FAVOR DE LA MÚSICA.

Historia de un sacrificio. Esfuerzo, desde el punto de vista monetario, ya que los recursos empleados ni buscan, ni suelen encuentran, beneficios, e inversión, desde el punto de vista social, donde el desarrollo cultural y artístico del entorno, y el de todo aquel que interactúa con él, es el principal objetivo.

Una historia de auténticos héroes; héroes que luchan y se quiebran la cabeza constantemente para conseguir flexibilizar el acceso a la cultura musical en aquellos lugares donde la inversión pública está, a veces, imposibilitada o, simplemente, ciega o mal asesorada en cuanto al sector musical se refiere. Y todo ello capitaneado, en muchas ocasiones y confiriéndole un mayor mérito, por personas que desconocen el significado de la palabra “bemol” o el valor de las figuras musicales.

Asociaciones que, mediante fuentes de financiación puramente populares, tales como sorteos y rifas, comisiones de loterías, humildes patrocinios locales, actuaciones “remuneradas”, cuotas de socios y, con suerte, inversión y aportaciones públicas regulares, soportan los innumerables gastos que el correcto funcionamiento de una sociedad musical supone: adquisición y mantenimiento de instrumental, uniformidades, infraestructuras y amueblamiento, material didáctico, material de oficina, nóminas y seguros sociales del personal laboral, gastos de gestión y administración, gestión de patrimonio, gastos de transporte, además de otra larga lista de derramas necesarias para el buen funcionamiento de las mismas.

No dispongo de datos específicos (ni tampoco me he preocupado de buscarlos porque creo ciegamente en ello), pero en base a la experiencia, propia y ajena, y también a la mera contextualización intuitiva de los hechos, afirmaría que centenas de miles de personas, desde que este tipo de comunidades empezarán a proliferar por toda la geografía española allá hacia finales del siglo XIX, han disfrutado de una oportunidad e iniciación en el mundo de las bandas y su música. Dicho “mundillo” ha sido, a su vez,  uno de los grandes pilares y becarios de que España se haya convertido en uno de los países referentes en cuanto a calidad y cantidad de músicos exportados a todo el planeta.

[LECTURA RECOMENDADA]

¿ES UN PÁJARO, UN AVIÓN? ¡NO, ES UNA BANDA DE MÚSICA!

Auténticos héroes, y no precisamente profesionales de la música, sino del entusiasmo hacia ella y del ver cómo ésta hace crecer y unir a las personas. Juntas directivas, socios, padres, concejales, músicos aficionados y otros colaboradores que velan por obtener y administrar recursos, materiales y humanos, con el único fin de mantener y hacer crecer este tipo de organizaciones culturales. Compran y prestan desinteresadamente instrumentos, crean centros de formación económicamente deficitarios pero de un alto valor formativo, ofreciendo las tasas más asequibles posibles con tal de que el mayor número de personas pueda disfrutar de sus servicios y beneficios.

VOLUNTARIADO CON LETRA PEQUEÑA: RESPONSABILIDADES.

Pertenecer a la junta directiva de una asociación sin ánimo de lucro o ser representante voluntario de una entidad cultural no es, precisamente, un “camino de rosas” (a no ser que el correcto funcionamiento de la misma no sea tu preocupación u objetivo).

Estas organizaciones no lucrativas que buscan algún tipo de bien común, también conocidas como “ONG’s”, son, por encima de todo, empresas; empresas con responsabilidades administrativas y fiscales que gustosamente, aunque también algunas veces sin conocimiento real de causa, asumen los propios y voluntarios miembros directivos de las mismas.

Además de las responsabilidades fiscales y legales, existen otras que ni te llevan a la cárcel ni te multan por incumplirlas, y son las de velar por que todo el esfuerzo y sacrificio empleado por los anteriores al cargo no sea diezmado o caído en el olvido. El compromiso por defender lo que tantos años y sinergias ha costado crear y el cometido de seguir haciendo crecer y madurar aquello que desinteresadamente se ha asumido liderar.

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GESTIÓN: SE DEBEN Y SE PUEDEN HACER LAS COSAS BIEN (O MEJOR).

En los últimos años, se ha empezado a gestar una cultura de la buena gestión que, ni hace mucho ni en todos los sitios, no existía y disfrutaba el sector, es más, tradicionalmente parecía que estaba enemistado con la misma. Esto, en gran parte, ha sido impulsado por el surgimiento de gestores culturales y otros profesionales expertos, además de verse alentado por el miedo e inseguridad que se ha infundido mediante las inspecciones públicas en las que se han visto involucradas este tipo de asociaciones recientemente.

Sí, efectivamente, es muy difícil, pero no imposible. “Hacer las cosas bien”, abarcando el significado más pleno de la expresión, requiere técnica, trabajo, ilusión, creatividad, muchos correos electrónicos, “telefonazos” y, muy importante y ausente en muchas ocasiones: servicios de consultoría a profesionales de la cultura, el arte, la educación y su gestión.

El sector no lucrativo ya supone, y no es nada comparado con la realidad y cifras de las que podemos llegar a ser testigos en próximos años, una muy valiosa fuente de trabajo de calidad a tener en cuenta para el sector, suponiendo un gran motor económico y fuente de empleo para los miles de graduados en música que produce el amplio sistema de conservatorios, profesionales y superiores, de España.

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LA DÉCADA ESPAÑOLA DE LOS SUPERHÉROES MUSICALES

MÚSICOS PROFESIONALES VS PROFESIONALIZARSE CON LA MÚSICA

Grandes músicos y docentes que, en la mayoría de los casos, están altamente preparados y repletos de ganas por transmitir  sus conocimientos y habilidades, así como los propios beneficios de la práctica de la música.

Ante la calidad que éstos pueden ofrecer y que, por otro lado, se está empezando a exigir indiscriminadamente por “exceso de oferta”, hay que corresponder, empezando por una remuneración adecuada y por unas dignas y legales condiciones para el empleo. Hay que exigir y ofrecer a partes iguales, si no, la balanza se desequilibra y alguien sale perdiendo, y este no es un juego de ganar o perder, sino el de construir un contexto y entorno donde se pretende que todos aquellos que se vean involucrados en él ganen y crezcan.

MUSICOS OSOS

INFINITAS GRACIAS.

A todas estas organizaciones se les debe exigir, sí, pues poseen la tarea de gestionar un patrimonio cultural, social y artístico de gran valor, pero, ante todo y por partida doble, se les debe agradecer, regularmente y más de lo que se suele acostumbrar, dicha desinteresada labor.

Directores laureados, reconocidos profesores y grandes artistas que surgen en estos nichos obtienen, merecidamente, su puesta en valor, pero no olivemos a cada miembro de esa junta directiva u otros voluntarios que trabajan gratis y, a menudo, con mucha más dedicación e ilusión que muchos profesionales, compaginando dicha labor y cargos con sus propias vidas personales y profesionales.

Gracias, tanto en mi nombre como en el de todo aquel que no supo cómo ni cuándo expresarlo, por permitir y luchar por la existencia de millares de bandas y escuelas de música, además de otras asociaciones promotoras de cualquier tipo de artes escénicas, que se esfuerzan por organizar eventos, espectáculos, conciertos y otras actividades que acercan la música y la cultura a la sociedad.

SIN ROSTRO

La música y músicos de España os deben mucho. Ahora toca aprender de los fallos y reforzar los aciertos, pues hay mucho que construir, mucho patrimonio que preservar y mucho trabajo que reconocer en esta historia de héroes sin capa ni antifaz; buenas personas que han ayudado (y ayudan) a que la música y la cultura hayan llegado (y lleguen) a rincones donde sólo en este formato, desinteresado y altruista, hubiese sido posible.

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Eduardo Sánchez-Escribano García de la Rosa.

 

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LA DÉCADA ESPAÑOLA DE LOS SUPERHÉROES MUSICALES

Jóvenes instrumentistas ocupando muchas de las vacantes orquestales más cotizadas de todo el mundo, habituales maestros de escuela e institutos con la experiencia y formación musical que, décadas atrás, las instituciones educativas sólo hubiere soñado, profesores de conservatorio y escuelas de música no regladas que cubren las paredes de sus habitaciones con diversos títulos superiores y de máster, acumulando centenares de horas perfeccionamiento en múltiples disciplinas musicales, algunos, incluso, se doctoran.

Hábiles músicos que, tras su paso por algunas de las mejores orquestas jóvenes, conservatorios y academias del mundo, pasan a ocupar  vacantes en bandas militares o a practicar la docencia en organizaciones no lucrativas donde, a veces, no disfrutan ni de un contrato de trabajo.

Décadas atrás, profesionales del mismo nivel, o incluso menor, conseguían puestos de trabajo casi utópicos para los que luchan por hacerse un hueco en el actual mundo laboral y tales como, por ejemplo, aprobar unas oposiciones de profesor de enseñanzas profesionales o de intérprete de bandas municipales u orquestas sinfónicas con poco más de 20 años, algo que, años atrás, si fue más común.

Promociones enteras de titulados superiores que se ven obligados, por la propia naturaleza y exigencia de la actualidad del sector, a seguir invirtiendo sus recursos, y los de sus familias, en formación, desplazándose a otros países, tanto dentro como fuera de Europa, en busca de la oferta universitaria, de grado y posgrado, que España, nuestro propio país, aún no ha sido  capaz de satisfacer por completo en lo que al sector de las artes escénicas y música concierne.

Sea como fuere, la gran descompensación que se ha producido en nuestro sector entre oferta y demanda, provocando un embudo en el acceso a determinados y muy solicitados puestos de trabajo, el gran apoyo económico y familiar que han disfrutado muchos de los estudiantes de música de esta generación, permitiéndoles invertir tiempo y recursos en viajes y formación, y alentado por la propia mentalidad y personalidad, abierta y flexible ante los cambios que caracteriza al grueso de los jóvenes de nuestros días, ha provocado que nos veamos inmersos en una crisis académica y profesional, donde el precio a pagar para alcanzar las metas propuestas está siendo muy caro.

CRISIS: ¿TRAGEDIA U OPORTUNIDAD?

A priori, la palabra “crisis” no suena nada bien, pues hace referencia a una situación difícil e incómoda. No obstante, las crisis vienen marcadas por cambios, cambios que, según la capacidad y plasticidad de las personas (o las cosas) para adaptarse a lo nuevo, pueden provocar que se salga reforzado (o totalmente hundido) de esta época coyuntural que a muchos nos ha tocado vivir.

Este periodo, que no ha dibujado unas cifras y contexto muy diferente al de otros sectores ni al de la propia economía global, nos está dejando cambios tangibles que ya han calado en los currículums, mentalidad, personalidad y en el proceso estratégico de toma de decisiones de músicos de todas las disciplinas.

La amplísima oferta de formación académica que posee actualmente nuestro sistema educativo en España, integrada por centenares de conservatorios profesionales y más de 20 de enseñanza superior, ha lanzado al mercado laboral, y sobre todo en la última década, a miles de alumnos egresados. De todos ellos, sólo un pequeño porcentaje está consiguiendo (y conseguirá) alcanzar aquellas tan ambiciosas metas con las que muchos soñaban al inicio de sus andaduras.

La “crisis” que hemos o estamos atravesando ha provocado que se haya alcanzado un altísimo grado de especialización y diversificación profesional. La ambición ha calado, a veces por iniciativa propia y en otros casos por pura necesidad,  en las perspectivas profesionales de todos los que intentan desenvolverse en este “mundillo”.

“Claros y oscuros” puede que sea la expresión que más nos ayude a entender el fenómeno de “la década de los superhéroes musicales” aunque, de todas formas, cada involucrado, respecto a sus experiencias, percepciones y el análisis más conveniente que a cada uno le interese realizar, construirá una propia opinión al respecto, tal y como yo mismo he hecho y así transmito.

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SUPERHÉROES A CUALQUIER PRECIO

Exceptuando casos aislados, el precio final ha subido, es decir, la cantidad de recursos y esfuerzos empleados para conseguir un fin concreto se ha visto incrementada respecto a generaciones anteriores y, como ya he mencionado antes, no es algo exclusivo que esté ocurriendo en la música, sino en cualquier sector académico y laboral.

Después de la carrera, otra carrera, máster, doctorado, idiomas, jóvenes orquestas,  y otro largo sinfín de formación y experiencias personales y profesionales que, según esperas, te podrán acercar algún día a alcanzar esos sueños que muchos persiguen. Mientras, lo único que está claro es que, en todas las ramas profesionales de la música, podemos encontrar auténticos superhéroes, es decir, gente muy formada, especializada y experimentada que está dispuesta a hacer y moverse donde sea necesario para llevar a cabo la labor que tanto esfuerzo y recursos le ha costado materializar.

Consecuentemente, los que ofertan endurecen y amplían los filtros de acceso y, quitando esas ocasiones en las que se practica el “enchufismo” y la “dedocracia” no merecida a base de trabajo y méritos, el nivel de todos los subcampos profesionales de la música se ha visto incrementado.  Con esto, no quiero decir que “los de antes” fuesen peores y “los de ahora” mejores, ni mucho menos, pero lo que no se puede negar es que ahora hay muchos más entre los que elegir para un puesto, habiendo dejando en las manos de la propia competitividad entre aspirantes el natural aumento de nivel y requisitos previos.

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RENACIMIENTO PROFESIONAL: LA DIVERSIFICACIÓN

En los últimos años, unas de las necesidades por las que nos hemos visto fuertemente influidos ha sido la de diversificación profesional. Bien por inquietud propia o bien por aumentar y ampliar estratégicamente las competencias que te lleven a conseguir ese empleo dentro del mundo de la música que siempre soñaste, muchos han explorado y coqueteado con otras disciplinas de las cuales antes sólo conocían el nombre.

Un simple libro, asignatura optativa, conferencia, vídeo, curso o inquietud tras la visualización de una oferta de trabajo ha hecho que algunos redescubran sus pasiones, aquellas disciplinas donde no te importaría profundizar e invertir. Pedagogía, gestión y producción, sonología, musicoterapia, luthería, dirección, composición, investigación, redes sociales, emprendimiento empresarial u otros formatos de interpretación menos tradicionales son algunas de las áreas, entre otras, donde algunos han visto renacer y bifurcar sus pasiones y perspectivas profesionales.

Un gran número, tras haber diversificado y ampliado sus conocimientos y habilidades más allá de lo estrictamente interpretativo, han reconfigurado su visión y entendimiento de la música como empleo y disciplina artística y social, no habiendo dejado necesariamente de lado por ello sus carreras como instrumentistas.

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ALTA ESPECIALIZACIÓN

Actualmente, a parte de los que se decantan por la diversificación como estrategia competitiva, inquietud de desarrollo personal u otros motivos, existe otro colectivo de superhéroes musicales; los altamente especializados.

En contraste de los que optan por aumentar sus competencias y crean sinergias con uno mismo, están aquellos que apuestan por adentrarse en sus pasiones hasta lo más profundo. Instrumentistas, directores,  compositores y otro largo etcétera de trabajos artísticos que, prácticamente, funden su vida personal con la profesional, convirtiéndose en auténticos expertos y referentes de su materia.

Viajan, hablan diferentes idiomas, se forman (y forman) durante todo el año concurriendo a cursos, festivales, conferencias y concursos por todo el mundo, invierten todos los recursos que poseen (tiempo y dinero) en perseguir sus sueños, además de sacrificar, en la práctica totalidad de los casos, la cercanía a sus familias y posibles parejas.

El precio de la especialización de élite es alto, tanto en lo concerniente al coste económico como al personal y emocional, pero cada vez hay más gente dispuesta a pagarlo, y no sólo en la música, ya que es algo extrapolable a otros campos profesionales, sobre todo en aquellos más susceptibles de cultivar y cosechar la famosa “marca personal” (algo para lo que muchos dedican sus vidas y ni siquiera conocen su existencia).

“El que la sigue, la consigue”, un dicho popular que se convierte en el status quo de este perfil de superhéroes que, día tras día, se levantan con el principal propósito de transformar su sueño en su medio de vida. Muchos, por suerte y como aliciente para la esperanza de otros que vienen pisando fuerte de promociones posteriores, lo consiguen.

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LA INFLUENCIA DE LOS SUPERHÉROES EN EL SECTOR

Para sorpresa de gran parte de los ajenos a este mundo, los músicos debidamente formados no se mueren de hambre, es más y respeto a mi experiencia y entorno, la gran parte de ellos consigue tempranamente un puesto (o “puestillo”) de trabajo  o involucrarse en cualquier tipo de proyecto musical que les reporte una remuneración, pero la masiva competencia y la energía que surge para alcanzar las metas propuestas, además de la propia exigencia de continua evolución que cualquier disciplina musical presenta, provoca que los jóvenes músicos sintamos ambición y necesidad, a partes iguales, por seguir desarrollando nuestras carreras; la historia del no conformarse.

El impresionante incremento de un número de demandantes muy formados ha provocado que los empleadores puedan exigir más requisitos y nivel. Asimismo, también hemos sido testigos de cómo bases de oposiciones y de otros procesos de selección han endurecido los baremos y sus puntuaciones, aun así, siempre hay uno o varios individuos que revientan con su palmarés las esperanzas de los que intentan hacerse un hueco dentro del empleo público.

Más allá de lo obvio, es decir, que la accesibilidad a los empleos más demandados se ha visto mermada, existen, y en muchos contextos ya disfrutan, efectos muy positivos en todo este fenómeno que intento analizar, como, principalmente, que todos los puestos de trabajo se están cubriendo por gente altamente formada y competente en sus especialidades, además, la calidad y profesionalidad está calando en subsectores como el de las escuelas y bandas de música, fuente cultural de la música en España por antonomasia que, poco a poco, se está convirtiendo en un valioso motor de empleabilidad para los miles de graduados que el sistema de educación superior musical produce anualmente.

Instrumentistas que, tras sentarse en las sillas de las mejores y más prestigiosas jóvenes orquestas de Europa, pasan a ocupar vacantes en instituciones y agrupaciones de menor nivel que, generaciones anteriores con el mismo perfil, no tuvieron la necesidad de “rebajarse” profesionalmente y todo, básicamente, porque músicos de tal nivel eran fichados automáticamente por las orquestas sinfónicas y universidades con mayor autoridad.

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LA OTRA CARA DE LA MONEDA

Por otro lado, están los que, ni con inversión, esfuerzo, ilusión ni suerte,  consiguen posicionarse en este tan gratificante como complejo sector.

Puede que estés haciéndolo todo lo bien que sepas; puede que te estés intentado dedicar al mundo de la especialización y no estés pagando todos los precios necesarios para ello (empezando por la propia movilidad, inversión y constancia), puede que apuestes por la diversificación, pero no estés enfocando debidamente tus nuevos perfiles acorde a tus capacidades y demandas, puede que, debido a una falta de auto-conocimiento, tus aspiraciones no estén equilibradas con aquello que puedes ofrecer, puede que no estés en el lugar correcto ni en el momento idóneo o, simplemente, puede que no estés teniendo suerte (algo subjetivo y para muchos no existente).

El camino que se ha de recorrer hasta llegar a vivir de la música está lleno de buenos e inolvidables momentos, eso es innegable, un camino que te brinda la oportunidad de conocer mundo, descubrir personas increíbles, experimentar los beneficios de la cultura, sensibilizarte y aprender e interiorizar un sinfín de valores que te harán de desarrollarte hasta límites que, lejos de la música, quizás no hubieras alcanzado jamás.

Sigue intentándolo, no te frustres, pero si decides tirar la toalla y dedicarte a otra cosa, no te lo tomes como un fracaso, pues no materializar los sueños es algo que ocurre en todas las ramas académicas y en todas las carreras profesionales, artísticas o no. Haber dedicado parte de la vida a la música, aunque no acabes viviendo de ella íntegramente (aunque siempre te va a permitir tener una mínima fuente de ingresos) siempre dejará un poso en ti, en tu forma de ser, en tus aficiones, en tu forma de expresarte y en tu alma.

Hoy, tras años consumiendo y contemplando la extendida  y vírica cultura de los “ni-ni” y el “ninismo”, y aunque no seas consciente de ello, el mismísimo instante en el que decides compaginar el conservatorio con los estudios obligatorios, algo que sólo sabe aquél que lo ha experimentado o a tenido alguien involucrado desde muy cerca, ya te convierte en auténtico superhéroe de tu generación.

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MIRADA AL FUTURO: EL OTRO TIPO DE SUPERHÉROE

Hay que asumir que nos ha tocado vivir una época difícil o, cuanto menos, distinta a la que pudieron disfrutar generaciones anteriores, aunque por otro lado hemos tenido acceso a una mucho mayor oferta formativa y académica, y no sólo dentro de los propios conservatorios, sino también fuera de ellos.

Colateralmente, todo ello  también está haciendo que llegue la mayor profesionalidad y calidad a rincones que, años atrás, no se hubieran podido imaginar, calando en forma de una mayor democratización del acceso a la música y a la cultura.

Parte de esta crisis no es nuestra culpa, pero otra sí, y por dos motivos principales: el primero es que, si nuestro entorno cambia, e ignoramos dichos cambios, no podremos adaptarnos a ello y, consecuentemente, tendremos menos éxito en la consecución de nuestros objetivos, y segundo, si no estamos de acuerdo en cómo funcionan ciertas instituciones, mecanismos, metodologías o, llámalo “x”, y no tenemos capacidad de transformarlo de forma activa, con trabajo y resultados, sino sólo quejándonos sin, en muchos casos, una base argumental sólida, sí somos culpables.

El principal perfil del que, parcialmente, es culpable de su propia crisis suele ser aquél que está profundamente inmerso en la propia inercia de los estudios académicos de conservatorio; no sabe con exactitud lo que quiere, no paga los precios necesarios (antes mencionados) no alza la mirada para otear el horizonte profesional y lo que éste demanda, no explora sus inquietudes y se limita instruirse en lo que otros les marcan o, simplemente, está “de moda”.

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¿Sabremos canalizar la frustración de la no consecución de nuestros principales objetivos en energía que nos ayude a redescubrirnos como profesionales?

¿Aprenderemos a construir (y a enseñar) un nuevo contexto en el que aparezcan nuevos empleos y perfiles sin, necesariamente, caer en la fuerte estereotipación que ha sufrido nuestras salidas profesionales en décadas anteriores?

¿Saldremos todos los pertenecientes a “la década de los superhéroes musicales” hundidos o reforzados ante esta crisis? (Musical y global)

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EL SÍNDROME DEL MÚSICO IMPOSTOR

Hacía tiempo que tenía ganas de hablar en profundidad de un tema que descubrí, en verdad, por casualidad, y no es otro que de “el síndrome del impostor” y cómo éste nos afecta, o puede afectarnos, a los estudiantes y/o profesionales de la música.

En verdad, éste es un tema que se ubica en el ámbito del pensamiento; de cómo el entorno nos influye y afecta en nuestra forma de actuar, las herramientas personales que desarrollamos para valorar la información que filtramos desde el exterior, el trascendental proceso y fenómeno de la toma de decisiones, además de por qué y de qué manera nosotros decidimos alcanzar una meta(s) determinada, suponiendo que se tenga la suerte de tener una(s).

No obstante, también se encuentra muy conectado con el emprendedor, o ausencia del él, que llevamos dentro, pues este síndrome te aleja y te mantiene apartado de evolucionar en muchos aspectos; hace que te invadan las inseguridades, te hace víctima de las constantes auto-comparaciones, provoca que te ahogues en las inercias sociales y profesionales y perfuma con un poco (o bastante) miedo cualquier decisión o actitud que vaya a hacer que des un paso al frente, indistintamente de la dirección en la que se decida avanzar.

En primer lugar, y separado aún de lo estrictamente musical, desnudemos este “síndrome”.

¿QUÉ ES Y CÓMO SE MANIFIESTA EL “SÍNDROME DEL IMPOSTOR”?

Principalmente, es la sensación continua de que no se está lo suficientemente preparado para realizar alguna acción y/o asumir una responsabilidad o cargo. Es aquel sentimiento de que lo que haces, pretendes hacer, o lo que ofertas como profesional, no se encuentra a la altura real de lo que supuestamente debería de ser.

Éste, por las conclusiones a las que he llegado tras unas semanas de consumir y depurar bastante información al respecto, se puede manifestar en dos niveles distintos:

1- ANTES DE (ofrecer una información, producto, servicio o asumir un cargo*)

En este primer nivel, el síndrome del impostor te hará sentir que nunca estarás preparado para hacer algo que, realmente y en teoría,  si estás, ya que llevas formándote para ello años atrás; invirtiendo mucho tiempo, esfuerzo y recursos en el camino.

Llegados a este punto, es muy común estancarse. Estamos hablando de esa etapa formativa y académica que nunca acaba y donde uno no busca el mero hecho de evolucionar como profesional y satisfacer aquellas inquietudes que vayan surgiendo por el camino, sino auto-convencernos (y auto-convencer) de que estamos preparados para hacer algo, midiendo esa preparación en títulos, certificaciones y en el número de viajes que hacemos a la tienda de enmarcaciones.

Dicha sensación te absorbe y empuja hacia un vórtice actitudinal del que sólo se puede escapar de una única forma, tomando decisiones, asumiendo responsabilidades, arriesgándose y emprendiendo nuevas iniciativas, es decir, la famosa salida de la “zona de confort”.

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2- DESPUÉS DE  (*)

El segundo nivel se da en aquellas personas que, bien ya ofrecen sus servicios o productos a terceros, o bien desempeñan ciertos puestos en empresas, instituciones u otras organizaciones.

A pesar de ya haber dado el paso que los estancados en el nivel anterior no dieron, los que aquí están bajo los efectos del síndrome del impostor experimentarán, en mayor en menor medida, una continua sensación de estar defraudando a los de su entorno, sobre todo el profesional y el académico.

Dicha sensación fraudulenta, podrá surgir en el momento que se te pase por la cabeza que no estás lo suficientemente preparado/a para desempeñar alguna función o cargo, que el producto o servicio que ofreces y vendes no es tan bueno como intentas transmitir o que, en general, no sientes que puedas satisfacer las expectativas que recaen sobre ti.

Aquellos que se dejen vencer por las inseguridades, las malas comparaciones y dejen que sus pensamientos sean absorbidos por los síntomas antes mencionados, podrán dejar de ofrecer sus creaciones, dimitirán de sus cargos hacia otros de menor responsabilidad o, como mínimo, sufrirán un profundo estancamiento en sus carreras profesionales, puesto que éste impide que tu actitud evolucione.

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Curiosamente, es bastante frecuente encontrarse a grandes y exitosos profesionales bajo el fantasma del impostor, ya que al saber tanto, y de una forma tan profunda, sobre algo en concreto y rodearse normalmente de gente que también posee una gran experiencia sobre ese tema en común, creen que lo que saben, hacen u ofrecen no tiene, en verdad, el valor que otros le dan, sintiendo nuevamente esa sensación de ser un fraude.

Al normalizar y menospreciar todo lo que eres capaz de aportar mediante tus conocimientos, habilidades y experiencia, creerás que tu valor como profesional menguará, siendo todo fruto de nuestros propios pensamientos y del análisis e interpretación personal que hagamos de “la realidad”.

FACTORES EN COMÚN DEL PENSAMIENTO IMPOSTOR

-Es una actitud que se engendra desde el ámbito académico y profesional pero puede llegar a influirnos, en gran medida, en lo meramente personal.

-Es muy común que los impostores piensen que el éxito proviene de algo tan ambiguo como es la propia suerte, y no de una serie de esfuerzos, sacrificios y decisiones correcta y estratégicamente tomadas en una dirección concreta.

-Realizan comparaciones continuas con aquellos que están (o creen que están) por encima de ellod en cuento a conocimientos, destrezas, titulaciones, experiencia o posicionamiento profesional, en general, dentro de un sector.

-Suelen presentar un alto grado de exigencia personal. Ésta, de una forma controlada, es buena, ya que puede sacar lo mejor de nosotros, pero una incontrolada auto-exigencia puede provocar que nunca estemos satisfechos con nuestro trabajo, atentando gravemente contra nuestra auto-estima. Como no sé algo, no sé nada, o como no lo hago perfecto, no lo sé hacer (típico pensamiento impostor).

-Excesiva conciencia de humildad y/o mala interiorización del propio concepto. [LECTURA RECOMENDADA: LA HUMILDAD COMO VALOR TRANSVERSAL EN LA MÚSICA]

Miedo al fracaso y a cometer errores en público.  Vergüenza y coacción personal por el hecho y posibilidad de ser juzgados.

-Sensación de que sólo tiene valor aquello que cuesta mucho trabajo realizar, asumir o producir. Aquello que se lleva a cabo con “facilidad” y solvencia (normalmente aprendido a base de experiencia, formación y repetición), no merece ser valorado como algo que, desde nuestra intuición, si lo debería ser.

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EL SÍNDROME DEL MÚSICO IMPOSTOR.

El mundo de la música es altamente proclive a generar impostores en potencia: una alta competitividad y grado comparativo entre profesionales y estudiantes, los miedos e inseguridades presentes en la propia naturaleza de la interpretación artística y su dependencia de “el directo”, un mundo laboral muy pequeño en el que (casi) todos nos conocemos (física o digitalmente), presencia de fuertes e inflexibles estereotipos de éxito musical o, entre otros factores, el secuestro racional y emocional que hacemos de nosotros mismos persiguiendo ciertas metas de forma ineficiente.

De tal forma, existen cinco grandes apartados que, si te sientes identificado con alguno de ellos, puede que te estén arrastrando hacia el lado impostor.

1- Miedo a compartir tu trabajo, productos y éxitos académicos y profesionales.

Muchos músicos aún no se han dado cuenta que su empresa son ellos mismos, y que tienen que tener un bonito y ordenado escaparate, pero recuerda que lo que muestres en él siempre se tiene que corresponder en calidad con lo que hay dentro de la tienda, de lo contrario, sí que estarás defraudando de verdad a tu comunidad.

Asimismo, aún hay músicos que crean y no muestran masivamente en sus redes profesionales y sociales sus productos, o que cosechan un importante éxito y no lo comunican, siendo el intuido y mal interiorizado concepto de humildad el principal causante de ello.

Obviamente, todo emana del miedo a ser juzgado o de pensar que, como hay gente por encima de nosotros en cualquiera de las cosas en las que podamos a destacar, algo no pueda suponer una proeza, confundiendo el éxito personal con lo que podría suponer un caso de éxito para otras personas más avezadas y experimentadas profesionalmente que nosotros.

A menudo, directamente, a lo que se tiene miedo es a crear algo y a mostrárselo al mundo. Ten muy en cuenta que si te gustaría producir tus propios vídeos, componer nueva música, escribir un blog, llevar a cabo una idea de emprendimiento empresarial, compartir con tu comunidad un nuevo éxito o proeza, grabar un disco o abrir un canal de podcasting, entre otras iniciativas, y no lo haces, ya sabes lo que te ocurre, y es, básicamente, que eres una nueva víctima del síndrome del músico impostor.

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2- Fiebre académica

El mundo de la música académica, y sobre todo el de los conservatorios, es muy susceptible de dejarse llevar por la actual, interminable e insaciable, fiebre académica: cursos, clases de todo tipo, segundas o terceras carreras para completar la formación principal, másteres, asistencia a encuentros y eventos profesionales de todo tipo, etcétera.

Esta ambición por seguir aprendiendo y mejorando es inmejorable, lo que sí es mejorable y necesario es que llegue el día en el que decidas emprender y tomar iniciativas entorno aquello en lo que tanto te has formado.

Siempre va a haber algo que te quede por saber o dominar, y no es necesario tener un título o certificado de absolutamente todo para estar seguro de que realizarás algo satisfactoriamente. Como mejor se aprenden las cosas es experimentándolas y usando las técnicas, habilidades y conocimientos que hemos interiorizado durante nuestra formación.

Recuerda, ¿te formas por la propia ambición de aprender y desarrollarte, o te formas para auto-convencerte (y auto-convencer a los demás) de que estás preparado para desempeñar alguna función coleccionando certificaciones? De ser como en el segundo caso, demos de nuevo la bienvenida al pensamiento impostor.

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3- Comparaciones

Cierto es cuando se dice que las comparaciones son odiosas, y cuando hablamos de posibles víctimas del síndrome del impostor, aún más, ya que éstos siempre van a ir a compararse con aquellos que justifiquen su falta de iniciativas.

En el mundo de la música, todos nos conocemos, si no es personalmente, algo habremos oído hablar sobre ese alguien o habremos consumido algo de información en las redes sociales o internet al respecto.

Conocer quiénes son y qué hacen  las personas que están involucradas en nuestro mismo sector profesional no es, para nada, malo, lo perjudicial es usar toda esa información para hacer agravios comparativos contra nuestra propia persona.

Los músicos no impostores contextualizan toda esa información y lo que hacen es construir referencias, en cambio, los sí impostores se comparan con aquellos que, en teoría, están por encima dentro de un mismo sector o profesión. Las comparaciones o referencias son inevitables, y siempre va a haber alguien por encima de nosotros en formación, experiencia y prestigio profesional, pero eso no quita que tú no estés de sobra y altamente preparado para realizar la misma actividad que éstos.

En estos casos, el típico músico impostor, se esconde en este tipo de comparaciones  para no realizar pruebas, no acudir a audiciones, no concurrir a procesos de selección u oposiciones, a no difundir su música en la red o no compartir sus proezas.

Curiosamente, si os habéis dado cuenta, lo músicos que no se dedican profesionalmente a la misma, no tienen ningún problema en compartir y difundir sus creaciones, y es principalmente porque no tienen miedo a ser juzgados, ni a ser comparados ni criticados por lo que otros esperan de ellos, sólo disfrutan y hacen llegar a todos los posibles lo que han creado. ¿Tendremos mucho que aprender de cómo los músicos no profesionales gestionan, viven, aprenden y se sacrifican por la música?

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4- Inercias profesionales y estereotipos de éxito en la música.

La mayoría de los tradicionales perfiles profesionales que encontramos en el mundo de la música están sometidos a fuertes estereotipos. Frecuentemente, desde los primeros cursos de los estudios profesionales ya nos empiezan a imponer de una forma un poco enlatada a qué nos podremos dedicar en este sector y a cómo conseguirlo.

Tristemente, y más allá de lo que debería de ser, el abanico de posibilidades que se suele ofrecer no es, que se diga, demasiado amplio: orquestas, bandas, docencia y poco más. [LECTURA RECOMENDADA: MÚSICOS PROFESIONALES VS PROFESIONALIZARSE CON LA MÚSICA]

Por otro lado, a parte del empleo-estereotipo, existe cierta jerarquización en cuanto a qué trabajos están, más o menos, ligados con el éxito: directores de orquesta, solistas internacionales, músicos de ópera u orquesta sinfónica, profesores de prestigiosos conservatorios o academias, etcétera.

La gran parte de los que deciden emprender el camino hacia alguna de esas exitosas profesiones, lo hacen intentando seguir los pasos de otros que, o ya lo han conseguido, o están muy cerca de ello; concursos de solistas, jóvenes orquestas, “estratégicas” clases privadas con profesionales del sector o diversos estudios en el extranjero, por ejemplo.

La inercia podrá hacer que entremos en un círculo vicioso de metas predefinidas, mentalidad y comportamiento profesional, trayectoria académica e imitación de otras personas supuestamente exitosas. Todo lo que se salga de esos cánones, puede que esté fuera de nuestra zona de confort musical, ya que es más fácil y cómodo optar por aquello que sabemos que socialmente se nos premiará, además ya tenemos referencias y ejemplos de cómo llegar hasta ello.

Para nada os quiero transmitir con todo esto que el hecho de desear y querer optar a ciertos empleos tan bellos y gratificantes como los anteriormente mencionados sea algo perjudicial, ni mucho menos, pero sí lo es cuando uno mismo persigue alguno de estos estereotipos profesionales sin, en el fondo, desearlo.

En este apartado, el prototipo de músico impostor es aquél que se deja llevar por lo más normalizado y, a pesar de que anhela perseguir otras metas distintas a las  comunes y preestablecidas, no lo hace, siendo preso de las inseguridades como: creer que no se tiene capacidad y personalidad para innovar, no estar lo suficientemente preparado para perseguir sueños diferentes a los de la mayoría o pensar que, a pesar de tener evidencias de lo contrario, nunca llegarás a vivir y a ser respetado por hacer lo que realmente te apasiona, asumiendo con personalidad que, posiblemente, nunca llegarás a ser considerado alguien exitoso dentro de tu sector.

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5- Asumir nuevas y mayores responsabilidades:

El hecho de asumir nuevas responsabilidades es una de las ocasiones que más nos puede hacer de evolucionar y madurar, tanto en el plano profesional como en el personal.

Aquellos que lideran iniciativas de cambio y/o responsabilidad suelen ser premiados en sus entornos con mejores condiciones laborales, mayor respeto profesional y grandes beneficios en la propia autoestima. Además, cuando asumimos nuevos y mayores cometidos, la experiencia que cosechamos en la actividad realizada se verá sumada a nosotros de manera exponencial.

En nuestros entornos musicales, existen innumerables oportunidades para dar grandes pasos hacia delante en nuestras trayectorias profesionales: podemos proponer tocar un concierto solista en alguna de las agrupaciones donde toquemos regularmente, crear y/o proponer asumir un nuevo cargo en la empresa (orquesta, grupo musical, conservatorio, escuela, etcétera) donde trabajemos o podemos dejar de eludir esa responsabilidad que siempre hacemos recaer sobre otro.

Los casos anteriormente descritos supondrían lo completamente contrario a un pensamiento impostor, es decir, a tener iniciativas o asumir nuevos retos. Al otro lado de estas situaciones, se encuentran aquellos que, a pesar de barajar atractivas propuestas y disfrutar de un entorno muy favorable para crear y aprovechar oportunidades, se dejan absorber por el estatismo, los miedos y las inseguridades.

Obviamente, hay que seguir evolucionando, y una de las mejores formas de hacerlo es asumir nuevos retos. Si sientes que nunca te encuentras preparado para lo que te proponen, no te imaginas realizando otras tareas de mayor responsabilidad o tienes miedo de tener algo a tu cargo, probablemente no tengas un problema de formación, sino de actitud y estés sufriendo profundamente el famoso “síndrome del impostor”

La mayoría de los contenidos expuestos en estos cinco apartados, lo he enfocado hacia la fase “antes de”. Esto ha sido así porque considero mucho más importante y beneficioso, dentro del sector musical, el hecho de emprender y liderar iniciativas de cambio.

Los músicos han de ser personas dinámicas, creativas, abiertas y dispuestas a ofrecer mucho y de gran calidad, y todo ello comienza, como siempre, con un pensamiento y una nueva actitud.

Espero haber contribuido a que haya un poco menos de músico impostor en todos vosotros. Concluyendo, os dejo con un pequeño epílogo metafórico elaborado para la ocasión.

Para hacer una gran hoguera son necesarios dos elementos: material para quemar y una chispa que inicie el fuego. Podemos estar toda la vida acumulando madera, cartón y papel en cantidades infinitas para incinerar, pero sin una pequeña llama todo eso quedará amontonado sin llegar a culminar el principal objetivo: convertirse en llamas.

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“NO PUEDO, TENGO QUE ESTUDIAR”. EPIDEMIA EN LAS AULAS DE MÚSICA

(Un día cualquiera, en un aula de instrumento cualquiera y un profesor de música cualquiera con un alumno que acaba de entrar por la puerta. Supongamos que éste tiene entre diez y catorce años, por ejemplo)

Profesor: (Alegre y entregado) ¡Hola! ¿Qué tal todo? ¿Cómo fue la semana?

Alumno: (Tímido y cabizbajo) Bien…

Profesor: (Asiente con decepción con la cabeza,  ya sabe lo que pasa, no es el primer ni último caso similar) ¿Seguro? ¿Qué tal te ha ido con el material que tenías que trabajar esta semana? (Pregunta intencionadamente)

Alumno: Es que… esta semana no he podido dedicarle tiempo porque TENÍA MUCHOS EXÁMENES Y MUCHO QUE ESTUDIAR.

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Está hipotética situación refleja el día a día de las escuelas de música y, posiblemente, en algo de menor medida, de los conservatorios. Con esto no quiero decir que todos los alumnos no estudien y/o practiquen los contenidos a trabajar en las clases nunca jamás, ni mucho menos, pero sí se puede decir que es algo bastante habitual y depende, en su práctica totalidad, de los rasgos actitudinales de los jóvenes, el (a veces) excesivo volumen de actividades, exigencias y responsabilidades a las que éstos son sometidos por los que pueden y deben velar por su educación y valores: padres, madres y profesores.

Partiré de un análisis previo del contexto, entorno y factores que intervienen e interactúan actualmente, y según mi perspectiva, en  la educación musical de los más jóvenes.

1) Infinidad de distracciones tecnológicas y digitales. A la edad aproximada de 10-13 años, empiezan a tener un acceso independiente a las tecnologías, es decir, móviles, tabletas, portátiles y demás dispositivos habidos y por haber con sus respectivas aplicaciones, juegos y redes sociales. Los jóvenes a veces argumentan su continuo y excesivo uso como herramientas que necesitan para estudiar y formarse pero, en realidad, en muchas ocasiones no le dan ese uso, sino solo para el ocio (ocio que, a su vez, es muy susceptible de convertirse en adicción a esas edades).

2) Cultura del esfuerzo. Cada caso es un mundo y depende mucho del entorno, pero, en muchas ocasiones, cuesta bastante que los jóvenes adquieran la necesidad y responsabilidad de esforzarse en conseguir buenos resultados en sus tareas y, sobre todo, si es en algo que no sea obligatorio para ellos. La ley del mínimo esfuerzo, por desgracia, reina en nuestros días.

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3) En la búsqueda del 10 a cualquier precio. En contraste, y agravando la brecha respecto al punto anterior, son numerosos los casos en los que la figura paternal ejerce una exigencia máxima en cuanto a la excelencia académica se refiere. Dieces a cualquier precio, dando igual cuánto pagar respecto a sacrificios, preferencias, gustos, pasiones y, por supuesto, “invitar” (por no utilizar otra palabra menos permisiva) a dejar a un lado todo lo que te aleje de ello, provocando la absorción de la que yo denomino la cultura de la funcionalidad.

4) Demasiada información y estímulos en cerebros vulnerables. Los niños consumen y están expuestos a una cantidad de información abismalmente mayor respecto a las que generaciones anteriores disfrutaron, provocando que empiecen antes, y de una forma más variada y profunda, a configurar su sistema de valores y su forma de relacionarse estratégicamente con el entorno (las habilidades sociales de toda la vida). Asimismo, la tecnología y, por supuesto, toda la información y estímulos que ésta trae consigo, les proporcionan una ventana al mundo que debe de gestionarse y atender muy meticulosamente por aquellos sobre los que recae dicha responsabilidad.

5) Pluriactividad no siempre significa desarrollo. Los jóvenes realizan multitud de clases y actividades extraescolares, ocupando todos sus ratos libres y, a veces, hasta los fines de semana. A pesar de que éstas pueden significar (y significan) una parte muy importante y esencial, en las vidas y desarrollo personal de los escolares, pueden llegar a ser muy intensas, agotadoras, ocuparles mucho tiempo o, incluso, traer consigo más responsabilidades y quehaceres semanales de los que son capaces de asumir. En el caso de la música, se necesita una buena planificación y organización de la doble carga de trabajo (enseñanza general + enseñanza musical) si se quiere aprovechar como algo beneficioso, ya que, de lo contrario, sería vista como lastre por parte del alumnado.

6) ¿Por qué música? Las clases de música, fuera de la escolaridad,  pueden significar, tanto para alumnos como para padres y madres (aunque a veces también hasta para los mismos profesores), desde una actividad esencial para la formación integral del individuo, hasta la última prioridad; aquel sitio donde van a entretenerse y a pasar el rato mientras “yo hago la compra o lavo el coche”. Error.

7) Supremacía absoluta y omnipotente de los estudios obligatorios frente a cualquier otra cosa en este mundo. En este contexto, olvidamos que los títulos y la formación reglada no significa exclusivamente todo necesario para desarrollarse con éxito personal y socialmente. Obviamente, es extremadamente importante, imprescindible, pero no debemos enfocarlo y abordarlo como algo exclusivo y excluyente, más bien, yo diría que preferente y compaginable. Las actividades complementarias y extrascolares significan, en muchas ocasiones, el verdadero elemento y vector de desarrollo de los jóvenes, un lugar donde en muchas ocasiones la escolarización tradicional no llega. Por ello, y siempre y cuando estén bien enfocadas y llevadas a cabo a manos de profeionales, no hay que menospreciarlas.

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8) Sobrecarga de tareas escolares. Tristemente, tenemos un sistema escolar que, en muchas ocasiones, exprime, agota y consume a los alumnos a deberes y tareas extras y que, muy frecuentemente, confunde la cantidad de actividades con la calidad de las mismas. Desde muy temprana edad, éstas ocupan gran parte de su “tiempo libre” y, cuando este problema se da, es exclusivamente responsabilidad de los profesores. Por descontado, a todo ello hay que sumarle las entre 5 y 7 horas que ya pasan dentro del recinto educativo a diario.

Antes de continuar, me gustaría informarte que en mi canal de YouTube también he hablado sobre este artículo.

CONTINUEMOS…

Teniendo en cuenta todos estos factores, pueden darse tres principales razones que lleven a un alumno a vivir el ejemplo expuesto en la cabeza del texto, a pronunciar las palabras mágicas: “no puedo/pude, tengo/he tenido que estudiar”.

1- ¿MIENTE Y MANIPULA? ¿SE ENGAÑA A SÍ MISMO?

El alumno no ha estudiado, y no porque no haya podido, sino porque no ha querido. Él ya empieza a saber qué argumentos le pueden hacer eludirse de sus responsabilidades y, decir “tengo mucho que estudiar”, cree (y sabe) que le permitirá cosechar una justificación generalmente aceptada por su entorno, tanto de cara a los profesores de música como para sus propios padres.

En otras ocasiones, los alumnos llegan hasta no asistir a las clases de música basándose en esta misma justificación, convirtiéndose en una práctica bastante habitual. Ellos saben que si emiten la fórmula secreta, los padres aprobarán muy gustosamente la falta aunque, incoscientemente, no les estén haciendo ningún favor.

Puede que a veces sientan la verdadera necesidad de sacrificar las clases extraescolares para sacar adelante sus tareas o exámenes, pero ese comodín no puede ser usado de una forma tan gratuita como se emplea en algunas ocasiones, y el papel de los educadores y padres es saber detectar y gestionar adecuadamente este tipo de situaciones.

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¿Qué hacer?

Es muy importante aprender a analizar cada caso, es decir, saber si realmente no ha dedicado nada de tiempo a las clases de música porque no ha querido o porque no ha podido, lo cual me parece, a priori, tan extraño como preocupante, porque no es para nada recomendable (ni común) que un niño con, por ejemplo, doce años, tenga que llegar a esa situación (de ello hablo en puntos posteriores).

En estos casos, no hay que recriminar al alumno sin más, hay que dialogar, tanto con él como con sus padres.

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Hay que permanecer cercano al alumno y hacerle entender la rotunda importancia que tiene la constancia, la perseverancia y la regularidad en el proceso de aprendizaje de los instrumentos y habilidades musicales. Hacerle ver que no existe otra manera de conseguir lo que, supuestamente, ha ido a aprender a las clases de música.

Algunas veces, el problema es que al joven no le gusta nada lo que hace en las clases de música; no está motivado, no le encuentra sentido, se aburre y distrae constantemente, etcétera. De esta forma, obviamente no va a esforzarse. Le puedes obligar, castigar, suspender y amenazar, pero lo único que conseguirás es, en un periodo muy corto de tiempo, tener un alumno menos y, probablemente, que acabe odiando la música. En muchas ocasiones esto es responsabilidad exclusiva de los docentes y su falta de profesionalidad y/o empatía.

[INTELIGENCIA EMOCIONAL Y MÚSICA: LA IMPORTANCIA DE LA AUTOMOTIVACIÓN EN EL AULA (PARTE 4/6)]

En ocasiones es difícil, pero hay muchas formas de hacer vivir la música como algo positivo y que merezca la pena a alumnos de cualquier edad. Hay que esforzarse en conocerles más, conectar son sus motivaciones e intereses, buscar alternativas y experimentar con todo tipo de actividades y herramientas, no siendo necesario renunciar a los contenidos y materiales que se quieran trabajar. Simplemente, hay que encontrar otros caminos de llegar hasta ese punto en el que el alumno está motivado, le gusta lo que hace, lo entiende, lo vea accesible y esté dispuesto a organizarse mejor y sacrificarse para seguir adelante.

El contacto con los padres, en general, es importante, pero en estos casos es imprescindible. Ellos son los cómplices directos del proceso de aprendizaje, pues si un alumno te argumenta con frecuencia que no ha podido estudiar, lo deben saber y se debe de investigar si eso ha sido cierto o no (muy importante). Hay que guiarles en cómo ayudar a sus hijos en lo que a la educación musical respecta, hacerles ver y sentir el valor real que tiene para los jóvenes el verse involucrados en introducir la música en sus vidas, etcétera.

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Lo más importante, desde mi punto de vista, es demostrarles que puede que los niños utilicen estratégicamente el “no puedo, tengo que estudiar”, para evitar sacrificios y evadir responsabilidades, algo a lo que todo ser humano tiende por naturaleza. Ese es un comodín que hay que gastar cuando sea estrictamente necesario y no de una forma tan gratuita como muchos de los alumnos han aprendido a usar, pues saben que “haciéndose los responsables” (en el plano académico) conseguirán todo lo propuesto e incluso ganarse la admiración de sus progenitores y profesores.

2- SOBRECARGA DE ACTIVIDADES

Colegio/instituto, catequesis, música, baile, inglés, patinaje, clases de apoyo, fútbol, pintura, artes marciales, comparsas, campamentos, etcétera.  Este sinfín de actividades, entre otras, suelen ser frecuentadas semanalmente por los escolares. De toda esta lista, los jóvenes suelen combinar tres o más actividades, ocupándoles algunas de ellas varias horas en días distintos.

Son niños, es decir, ciertamente envidiosos e impulsivos; si un amigo se apunta a “lo que sea”, ellos se quieren apuntar, y si ofertan una actividad nueva en las extraescolares a su alcance, ellos quieren ser los primeros en experimentarla también.

Son terremotos, pueden con todo, rebosan energía, pero tienen un límite y, si lo sobrepasan, puede ser tarde. Hay que ser conscientes y tomar las medidas y decisiones oportunas ayudándoles a canalizar sus ambiciones y cómo deciden imitar lo que ven en su entorno.

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A todo ello, y como ya he indicado en el análisis previo, hay que sumarle la gran carga lectiva de deberes y tareas para casa que, en muchas ocasiones, acumulan a los alumnos de cualquier nivel. Este problema es un tema que lleva varios años en plena vanguardia de debate, recibiendo y sumando opiniones, enfrentamientos y críticas por parte de todo el colectivo de docentes, instituciones educativas y asociaciones de padres y madres de alumnos.

¿Qué hacer?

Los padres deben de saber y ser conscientes de las inquietudes y capacidades de sus propios hijos, guiándoles respecto a ello. Ellos siempre van a querer lo mejor para ellos, pero también deben de pedir consejo y asesoramiento a los profesionales de la educación, y el profesor, en consecuencia, responder con toda su experiencia y saber.

POR FAVOR, ESCUCHEN AL PROFESOR DE MÚSICA.

El hecho de realizar muchas actividades extraescolares puede que les consuma poco a poco y que, por lo contrario no lleguen a desarrollarse en ellas todo lo que podrían, como es en el caso de la música. No obstante, se podría extrapolar a cualquier otra.

La música, el colegio/instituto y otras tres o cuatro actividades extraescolares más, no siempre son compaginables y hay que tomar decisiones: hay que priorizar y optimizar. Se puede dar el caso de que haya “niños superhéroes” que saquen satisfactoriamente adelante cualquier actividad en la que se vean involucrados, por muchas y distintas que se les echen encima, pero eso tiene un límite y algún día se pueden llegar a derrumbar moralmente ante esa presión. Es decir, el vaso se va llenando hasta que no entra ni una sola gota más.

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Al contrario que otras actividades extraescolares, el aprendizaje de la música siempre requiere un tiempo de estudio y dedicación fuera del tiempo de clase. Si ni los alumnos ni los padres están dispuestos a ser constantes y perseverantes, es mejor que lo dejen, porque lo único que van a conseguir es frustración, tanto de padres, alumnos, como de los propios profesores. Dicha frustración puede venir primero ante la evolución de otros alumnos y la correspondiente e inevitable comparación que entre ellos se suele dar y, segundo, con el propio no desarrollo de sus habilidades y conocimientos musicales, pues éstos necesitan sentir ciertos avances para sentirse continuamente motivados.

LA MÚSICA Y EL BAMBÚ JAPONÉS: NO APTOS PARA IMPACIENTES

3- MALA GESTIÓN DEL TIEMPO.

En el tercer caso, los alumnos presentan las capacidades necesarias y abarcan un número de actividades bastante asumibles y compaginables, pero lo que les falta es saber (y querer hacerlo) el cómo gestionar las clases, el estudio, el ocio y las propias inquietudes y aficiones que vayan adquiriendo por el camino.

Van sacando todo adelante, con altibajos en su motivación y rendimiento, pero se van salvando de todo con resultados no superiores al notable y no ciertamente irregulares.

En este punto, empiezan a tener una cierta libertad en cuanto al estudio y al ocio, pero no siempre responden bien ante la responsabilidad que esto supone. A ciertas edades ya poseen acceso ilimitado a tecnologías y medios digitales como móviles, tabletas, ordenadores, videoconsolas o redes sociales. Como bien sabemos todos, pueden suponer un vertedero de tiempo desorbitado para los que aún no hayan desarrollado las competencias de cómo gestionar el tiempo que dedicamos a cada cosa respecto a lo que ésta nos aporte. Si incluso para los más adultos, y, supuestamente, más maduros y responsables, ya es un gran reto al que nos enfrentamos cada día, imagínense para un joven de entre once y catorce años, por ejemplo. Y no hay más que ver la tremenda adicción que los chicos y chicas de esta franja de edad tienen con los teléfonos móviles.

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Todo ello, puede provocar que, a lo largo de una semana, no hayan tenido (o querido sacar) tiempo para dedicárselo a algo más allá que a lo estrictamente necesario, como puede ser sacar un suficiente en lo que sea, pues lo importante para muchos de éstos es aprobar y no repetir: ley del mínimo esfuerzo. Y la vida sigue.

En estos casos, cuando atraviesan la puerta del aula de música y dicen el famoso “no he podido, tenía mucho que estudiar”, en realidad se refieran a “no he estudiado nada porque el poco tiempo que he invertido en esforzarme en algo, lo he dedicado a estudiar para aprobar algún examen en el que espero sacar un cinco (y lo celebraré) para no suspender, no tener que repetir, que no me castiguen y poder seguir haciendo lo mismo que, por otro lado, me está yendo bien desde mi joven perspectiva de la vida”.

Éste es un claro ejemplo de falta de ambiciones, sueños, afán por hacer las cosas bien y respeto por aprender que gran parte de las generaciones venideras lastran.  En muchas ocasiones, estaríamos hablando de jóvenes que pasan horas incontables al frente de televisiones, ordenadores, móviles y consolas o, por otro lado, el otro perfil de alumnos; los que empiezan a pasar horas y horas (muchas) en la calle, y a saber haciendo el qué.

En otras ocasiones, no es cuestión de pérdida de tiempo o de mala gestión vista desde el pasotismo, sino del mal uso, o uso descompensado, de lo más preciado que tenemos: el tiempo, algo que debemos de aprender desde muy pequeños.

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No siempre el esfuerzo realizado y el resultado obtenido son recíprocos. A lo mejor se esfuerzan, pero no cosechan lo que deberían o les gustaría; ineficiencia de estudio, invertir tiempo de más en cosas que no lo requieren, sufrir inseguridades que les hacen pensar que no rinden lo suficiente o, entre otras causas, miedos.

¿Qué hacer?

Para el primer caso expuesto, para los pasotas, en primer lugar es muy importante hablar con ellos seriamente y hacerles ver la importancia que tiene la perseverancia en la práctica de la música, invitarles a que hagan una autocrítica del uso que hacen de las tecnologías y hacerles ver si desean o no seguir aprendiendo música. En este último caso, es importante hacerles ver todos los beneficios que la música les puede aportar en sus vidas (aquí es muy importante el papel motivador del docente como guía). Además, se puede aprovechar para realizar una importante enseñanza y ejemplificación de valores personales.

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En el segundo, el de los quiero y no puedo (supuestamente, y aunque eso dicen muchos, pero mienten) hay que ayudarles a saber cómo gestionar el estudio de las tareas musicales en épocas o momentos más complicados y de estrés y agobio. Para ello, se pueden realizar cuadrantes de estudio semanal, ayudar a organizarse las tardes haciendo listas de actividades y responsabilidades y, también, enseñarles a cómo usar la música como herramienta de distensión, relajación y evasión de otras tareas más estresantes como por ejemplo, dedicarle unos minutos a tocar en el descanso del estudio preparatorio de un examen con un duro temario.

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Docentes, hay que aliarse con los padres: hablar con ellos de los posibles problemas que pueda presentar su hijo, ofrecerles asesoramiento y consejo desde la experiencia, informales de cómo y por qué deben ayudar a su hijo a que siga su camino en el aprendizaje de la música, guiarles a cómo no desvincular las actividades de música de sus responsabilidades académicas y, por encima de todo, llegar a conseguir que confíen en ti, el profesor de música, como una pieza clave e indispensable en la educación integral de sus hijos.

CONCLUSIÓN

Probablemente, piensen que dicho análisis es demasiado profundo y tremendista para un hecho tan insignificante como a algunos le puede parecer la situación supuesta, pero, en realidad, es una inmejorable situación para hacer pedagogía de la experiencia, pudiendo hacer crecer y aflorar excelentes valores de los cuales, por supuesto, se verá beneficiado más allá de la música y a lo largo de toda su vida.

Por otro lado, puede que en un principio, y sobre todo para los menos experimentados, de respeto el meterse en cómo una familia debe gestionar la formación y educación de sus hijos, pero yo opino que hay que dejarse aconsejar por aquellos que se dedican a trabajar con ellos, con los que tratan día a día a cientos, ya que para algo son profesionales de la educación.

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No son nuestros hijos, pero también queremos lo mejor para ellos, y hablo en plural, porque mi incluyo plenamente. Trabajan con múltiples de casos, perfiles e individuos distintos y similares a la vez, teniendo una perspectiva global del sector y de las materias primas, lo cual ayuda a detectar los posibles problemas con efectividad y a plantear diversas y ya experimentadas formas de cómo solucionarlo.

En cambio, si se ignora, comprende y/o cede, no estamos haciendo, para nada, un favor al alumno, ni a su familia, ni a la educación musical.

Todo sea por una mejora de la calidad y valor de la enseñanza musical en escuelas de música y conservatorios, concienciación de profesores, padres, madres, instituciones y alumnos, y de que nuestra labor pueda alcanzar la magnitud que puede, debe y merece.

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Eduardo Sánchez-Escribano García de la Rosa.

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MAMÁ, PAPÁ, QUIERO IR AL CONSERVATORIO.

Cada año, miles de jóvenes se preparan y conciencian durante todo un curso escolar para afrontar las pruebas de acceso a conservatorios profesionales. En ellas, intentan demostrar, a través de una sola oportunidad, todo su nivel en diversas disciplinas: interpretación  y técnica instrumental, entonación, habilidades auditivas, lectura rítmica y teoría musical.

Detrás de ese único intento, hay cientos de horas de clases, estudio, ensayos y preparación previa, fruto del trabajo, esfuerzo y sacrificio de muchos años atrás, y no sólo del presente curso que recientemente finaliza como preludio a dichas pruebas. En verdad, la ocasión, en sí misma, de materializar tantísimo trabajo en un escueto espacio de tiempo, ya merece la pena de experimentar para una persona que aún le queda tanto por vivir y desarrollar.

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Sí el trabajo da sus frutos, los jóvenes cosecharán buenos resultados y lograrán ingresar en los centros correspondientes, entonces, no se acordarán de todo el camino recorrido para llegar hasta ahí, simplemente, estarán rebosantes de alegría y con ganas de comerse el mundo; una gran dosis de confianza en uno mismo.

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Una vez dentro, serán muchos los factores que determinarán en cómo y cuánto su paso por este tipo de enseñanzas influirá en sus destinos: puede que se dedique profesionalmente a cualquiera de los múltiples oficios y disciplinas a las que el estudio de la música da acceso, puede que decida compaginarlo con otros estudios (medios o superiores) de forma paralela,  abriéndose una infinidad de posibilidades académicas y profesionales (existentes o por descubrir) o, simplemente, le habrá hecho desarrollarse artística y humanísticamente como individuo, conociendo un sinfín de personas y viviendo múltiples experiencias que, sin ninguna duda, no pasarán desapercibido en sus valores, educación, profesionalidad y exitosa relación con el entorno social.

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Porque hay que tener una cosa clara, el hecho ingresar en un conservatorio profesional de música no significa que, obligatoriamente, tengamos que dedicarnos académica y profesionalmente a ésta de forma  exclusiva y/o excluyente, eso es algo que el destino de la propia persona decidirá, a lo largo de ir conociendo nuestras ambiciones, capacidades, pasiones y sueños.

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Hablaremos de la otra cara de la moneda, que, por otro lado, es el principal objetivo de este escrito. Éste, no es otro que hablar de todos aquellos jóvenes que habiéndose mentalizado y preparado durante varios años y, a última hora, deciden que no realizarán las pruebas de acceso a los respectivos centros de enseñanzas profesionales de música.

Es normal que en la recta final, cuando los aspirantes empiezan a visualizar el momento de los exámenes, entren los miedos y nervios, aflorando preguntas como: ¿Qué pinto yo aquí? ¿Qué necesidad hay de pasar por este mal trago? Si analizas superficialmente los factores, es fácil entender el porqué de estos pasos atrás de última hora; sólo tendrán una oportunidad para demostrar todo lo absorbido previamente, frente a un tribunal compuesto por numerosos desconocidos, en un lugar nuevo y rodeado de posibles nuevos compañeros que, a su vez, son sus competidores; una mezcla un tanto explosiva para alguien que, normalmente, rondará entre los 12 y 15 años de edad.

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Para continuar, me gustaría invitarles a hacer una reflexión haciendo uso de una frase que recuerdo siempre que me encuentro agobiado en la persecución de mis objetivos y sueños; “mar en calma no hace experto al marinero”. En otras palabras, esta sabia expresión nos invita a salir de nuestra zona de confort (en todos los sentidos) para poder avanzar, desarrollarnos y descubrir todo aquello que la vida nos depara, dentro, fuera o a través de la música. Lo que sí es obvio, es que los miedos o pasos hacia atrás de última hora, pueden aparecer, pero tenemos que afrontarlos, superarlos y salir reforzados de ello, para ello necesitaremos el apoyo incondicional de nuestros padres, madres, amigos y profesores.

 

FALTA DE APOYOS: SUEÑOS QUEBRADOS, ESFUERZO EN VANO.

Más allá de lo que debería de ser, no siempre se manifiesta el apoyo y aliento que en estas ocasiones suelen demandar en silencio los jóvenes músicos, es más, puede que las mismas personas que tendrían que motivarles, sean las que, a última hora, les frenen a seguir adelante con esta tan ardua como motivadora misión.

Inconscientemente, y, por otro lado y con total seguridad, queriendo lo mejor para sus hijos, a veces son los propios padres y madres los que, a última hora, desaniman a éstos para no continuar en este proceso, pudiendo incluso llegárselo a prohibir.

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A veces, y por cualquier tipo de circunstancia, los medios económicos de algunas familias tampoco favorecen y permiten el esfuerzo que esto supone, aunque existen diversas becas y ayudas de estudio disponibles desde varias instituciones públicas. No obstante, no quiero pensar que es debido a la pereza y comodidad de los propios padres la que les hace de no asumir la responsabilidad y sacrificio que ésto supone; transportes a las clases, supervisar los quehaceres a mayores asumidos por sus hijos, asistir a conciertos y audiciones extraordinarias, estudio diario y ruidoso en casa, etcétera.

Sin duda alguna, los padres, por muy adultos que sean, también pueden caer presas de miedos como: “mi hijo no va a poder con todo (instituto/universidad y conservatorio)”, “no quiero que se dedique a la música, él puede estudiar una carrera de verdad”, “tengo miedo a que se le llene la cabeza de pajaritos con la música y no quiera terminar sus estudios obligatorios”, “en el mundo de la música va a conocer gente que no le conviene” y otro sinfín de preguntas fruto de la más profunda desinformación respecto a este mundo académico y profesional.

Estos tipos de padres y madres, recomendarán e intentarán reconducir, o en algunos casos prohibir, la voluntad de sus hijos hacia la de sus propios vértigos con el fin de moldearlos hacia sus sueños y ambiciones, e insisto, indudablemente, queriendo lo mejor para ellos. Para ellos sólo tengo unas palabras; estáis profundamente equivocados.

(Lectura recomendada: POR FAVOR, ESCUCHEN AL PROFESOR DE MÚSICA.)

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Hoy en día, el siglo de los “ninis”, de la ley del mínimo esfuerzo, del todo fugaz e inmediato, de los vicios tecnológicos y de las “litronas y cigarritos” en el parque recién tomada la primera comunión, me parece una absoluta barbaridad que un joven (pre-adolescente) solicite asumir más responsabilidades, esforzarse más de lo que debería, salir de su zona y burbuja protectora de confort, instruirse en las artes y las humanidades, abrirse tempranamente al mundo, y no apoyarle incondicionalmente a ello; éstos necesitan alientos y apoyo, no cadenas y prohibiciones.

Lo más importante es que se expongan a la experiencia, tanto a hacer la prueba de acceso como a dar sus primeros pasos en las enseñanzas artísticas, lo demás lo deparará el futuro: puede que no lleguen a aprender a compaginar y asumir todos los esfuerzos y responsabilidades que esta situación requiere (que, con ilusión y apoyo, lo dudo mucho), puede que descubra que el mundo académico de la música no es lo que esperaba y lo deje, puede que se convierta en un reputado y solicitado profesional en cualesquiera de las ramas que ésta ofrece, puede que, simplemente, acabe sus estudios profesionales y le supongan una diferenciación profesional y personal en su futuro algo que, por otro lado, cada vez se tiene más en cuenta en el mundo empresarial por los valores y personalidad que se adquieren en el camino musical académico.

 

NUNCA ES TARDE, PERO AHORA ES MEJOR.

Hay ciertas cosas en la vida para la que nunca es tarde, y la música es un claro ejemplo de ello, pero también es verdad que para adentrarse en un conservatorio y disfrutar al máximo de todas las oportunidades y beneficios que éste brinda, hay ciertos momentos más idóneos que otros, y es en esa franja de edad anteriormente mencionada (12-15 años) donde más disfrutarán de ello, en múltiples sentidos, aquellos que así lo decidan y no haya nada ni nadie que se lo impida.

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Curiosamente, la práctica totalidad de personas que tuvieron la oportunidad y nivel para acceder a este tipo de enseñanzas artísticas, y no lo hicieron, ahora se arrepienten, y no necesariamente por no haberse dedicado la música profesionalmente, sino porque la música, en la mayoría de los casos, te acompañará de por vida, como pasión, como nexo de unión con muchas de las personas que más aprecias, como desahogo y vía de escape, como actividad social prioritaria, como arte que te gustará enseñar y compartir con tus hijos, etcétera.

Lo que está claro, es que el camino sólo se sabe dónde llegará si se decide emprenderlo, y para ello necesitamos superar nuestros miedos, estar permanentemente apoyados, informados y continuamente motivados.

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Eduardo Sánchez-Escribano García de la Rosa.

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