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¿ES UN PÁJARO, UN AVIÓN? ¡NO, ES UNA BANDA DE MÚSICA!

En estos días que estamos viviendo, donde tradición y religión confluyen en lo que denominamos “Semana Santa” (además de un fresco aliento vacacional para los no practicantes), millones de personas se lanzan a las calles durante toda esta semana a participar, activa o pasivamente, en las innumerables procesiones que se llevan a cabo por toda la geografía española y que tantos feligreses y turistas, nacionales e internacionales, mueven año tras año.

Como no puede ser de otra forma, la práctica totalidad de estas procesiones, fruto de la gestión y organización de todo un año de hermandades y cofradías, van acompañadas de una o varias agrupaciones musicales; bandas de música, grupos de cornetas y tambores, música de capilla, etcétera. Nadie, excepto porque así lo dicte una tradición concreta, se imagina una procesión sin música o, como mínimo, un funcional redoble de tambor.

SIN ÁNIMO DE LUCRO: UN GRAN MOTOR DE DIFUSIÓN MUSICAL EN ESPAÑA

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Al contrario de otro tipo de agrupaciones más específicas, las cuales se dedican a practicar de forma casi exclusiva  el género musical de las marchas de procesión, las bandas de música, es decir, aquellas formadas por instrumentos de viento-madera, viento-metal y percusión, sólo ocupan una pequeña parte de su actividad musical del año a preparar e interpretar música sacra, puesto que gastan la mayoría del esfuerzo y tiempo de su actividad musical en abordar un repertorio más “sinfónico”, variado y, técnicamente hablando, más complejo.

Desde mi punto de vista, fruto de mi experiencia y percepción personal, las bandas de música en general y, de forma más específica, los músicos que éstas componen, obvian la magnitud e importancia que se debería de dar realmente a la hora de poner música y aportar presencia a este tipo de actuaciones. ¿Por qué? Muy sencillo, porque aunque no te des cuenta, estás ofreciendo un concierto móvil por todas las calles de una ciudad, haciendo llegar tu música a, probablemente, miles o decenas de miles de personas en cada ocasión, la mayoría de las cuales no pisan con frecuencia ningún auditorio, no saben que existes, no saben a qué te dedicas, qué calidad musical y artística ofreces, ignoran lo que puedes aportar y no tienen la más remota idea de lo que significa pertenecer y hacer música en un conjunto instrumental.

[“CARTA ANÓNIMA DE UN PROFESOR DE ESCUELA DE MÚSICA” Y REFLEXIÓN.]

Resumiendo, la cultura musical de la gente que te va a ver puede que sea insignificante o nula pero, en cuestión de unos escasos minutos, tienes la oportunidad de hacer construir un valor de respeto y admiración, por tu labor y por tu música, por parte de todas estas personas con las que te cruzarás en tu recorrido y más allá de la función o servicio religioso que estés llevando a cabo (seas creyente o no).

En muchas ocasiones, los músicos que gozan de más nivel y experiencia, son los que menos ayudan a generar un valor positivo de su propio patrimonio; uso indiscriminado de teléfonos móviles, presencia y estética poco adecuada, fuman en momentos o lugares inadecuados, no se esfuerzan musical y técnicamente tanto como pudiesen, etcétera. Además, los más novatos de las agrupaciones absorben todo; tanto lo que se ve, como lo que he enumerado justo antes, y que, aunque no se percibe explícitamente, está presente.

[INTELIGENCIA EMOCIONAL Y MÚSICA: LAS BANDAS DE MÚSICA Y LAS HABILIDADES SOCIALES (PARTE 6/6)]

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Por otro lado, la realidad no es otra que, más allá de lo que debería ser o lo que nos gustaría a los músicos, nos cuesta llenar el aforo de teatros y auditorios de nuestras propias localidades, en contraste, cuidamos hasta el más mínimo detalle musical, estético y de organización de nuestros conciertos “sinfónicos”.

[ARTES ESCÉNICAS Y LA NECESIDAD DE HACER PEDAGOGÍA DE “LA EXPERIENCIA”.]

A todos nos gusta que se reconozca el esfuerzo y valor de aquello que creemos que lo tiene y, como es en el caso de la música en conjunto, lo es en grandes cantidades. Por todo ello, respetemos y esforcémonos todo lo que esté en nuestra mano por hacer las cosas lo mejor que podamos cuando salgamos a la calle. Despertemos los sueños de aquellos niños que señalan a las bandas con ilusión y admiración, imaginándose en un futuro siendo ellos los integrantes de estas agrupaciones, ayudemos a retomar el deseo frustrado de todos aquellos adultos que siempre quisieron tañer un instrumento y, sobre todo, difundamos el amor por la música, haciendo aflorar en nuestro ocasional público el “gusanillo” de interés, querer más, empujándoles a ir a otros conciertos y representaciones culturales más allá de con las que se topan en Semana Santa.

Para todo ello, existe una única fórmula secreta: si quieres respeto y reconocimiento, sólo puedes esperarlo si tú mismo te entregas al máximo y ayudas a que así sea. ¡A inundar las calles de toda España de música!

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Eduardo Sánchez-Escribano García de la Rosa.

 

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