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SIN ÁNIMO DE LUCRO: UN GRAN MOTOR DE DIFUSIÓN MUSICAL EN ESPAÑA.

Décadas atrás, mucho antes de que conservatorios profesionales y escuelas de música municipales integraran la excelente oferta educativa que en muchas ciudades españolas se disfruta en la actualidad, ya venía existiendo un gran tesoro cultural que difundía y democratizaba el acceso a la práctica música: las sociedades musicales.

Éstas, común y fiscalmente enmarcadas como asociaciones sin ánimo de lucro, han permitido que incontables personas de todo tipo condición económica y social hayan podido experimentar los beneficios de la práctica musical, asimismo, han organizado eventos y han puesto banda sonora a lugares y momentos que hubiesen sido insulsos sin la valiosa actividad y existencia de las mismas.

Detrás de esta gran labor, siempre se encuentran y recuerdan a innumerables músicos profesionales: instrumentistas, compositores y directores (o más bien “maestros”, tal y como tradicionalmente se suelen referir a éstos dentro del sector), pero existe una realidad paralela que, lejos de quitar el merecido mérito a aquellos que dedicaron (y dedican) su vida laboral a ello, no se suele sacar a la luz, no siendo otra que la de todo ese gran número de personas que, de forma altruista, invirtieron (e invierten) su tiempo, esfuerzo y, a veces, también sus propios recursos en el mantenimiento y buen funcionamiento de estas organizaciones socio-culturales.

 

HISTORIA DE UNA GRAN Y GRATUITA LABOR EN FAVOR DE LA MÚSICA.

Historia de un sacrificio. Esfuerzo, desde el punto de vista monetario, ya que los recursos empleados ni buscan, ni suelen encuentran, beneficios, e inversión, desde el punto de vista social, donde el desarrollo cultural y artístico del entorno, y el de todo aquel que interactúa con él, es el principal objetivo.

Una historia de auténticos héroes; héroes que luchan y se quiebran la cabeza constantemente para conseguir flexibilizar el acceso a la cultura musical en aquellos lugares donde la inversión pública está, a veces, imposibilitada o, simplemente, ciega o mal asesorada en cuanto al sector musical se refiere. Y todo ello capitaneado, en muchas ocasiones y confiriéndole un mayor mérito, por personas que desconocen el significado de la palabra “bemol” o el valor de las figuras musicales.

Asociaciones que, mediante fuentes de financiación puramente populares, tales como sorteos y rifas, comisiones de loterías, humildes patrocinios locales, actuaciones “remuneradas”, cuotas de socios y, con suerte, inversión y aportaciones públicas regulares, soportan los innumerables gastos que el correcto funcionamiento de una sociedad musical supone: adquisición y mantenimiento de instrumental, uniformidades, infraestructuras y amueblamiento, material didáctico, material de oficina, nóminas y seguros sociales del personal laboral, gastos de gestión y administración, gestión de patrimonio, gastos de transporte, además de otra larga lista de derramas necesarias para el buen funcionamiento de las mismas.

No dispongo de datos específicos (ni tampoco me he preocupado de buscarlos porque creo ciegamente en ello), pero en base a la experiencia, propia y ajena, y también a la mera contextualización intuitiva de los hechos, afirmaría que centenas de miles de personas, desde que este tipo de comunidades empezarán a proliferar por toda la geografía española allá hacia finales del siglo XIX, han disfrutado de una oportunidad e iniciación en el mundo de las bandas y su música. Dicho “mundillo” ha sido, a su vez,  uno de los grandes pilares y becarios de que España se haya convertido en uno de los países referentes en cuanto a calidad y cantidad de músicos exportados a todo el planeta.

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¿ES UN PÁJARO, UN AVIÓN? ¡NO, ES UNA BANDA DE MÚSICA!

Auténticos héroes, y no precisamente profesionales de la música, sino del entusiasmo hacia ella y del ver cómo ésta hace crecer y unir a las personas. Juntas directivas, socios, padres, concejales, músicos aficionados y otros colaboradores que velan por obtener y administrar recursos, materiales y humanos, con el único fin de mantener y hacer crecer este tipo de organizaciones culturales. Compran y prestan desinteresadamente instrumentos, crean centros de formación económicamente deficitarios pero de un alto valor formativo, ofreciendo las tasas más asequibles posibles con tal de que el mayor número de personas pueda disfrutar de sus servicios y beneficios.

VOLUNTARIADO CON LETRA PEQUEÑA: RESPONSABILIDADES.

Pertenecer a la junta directiva de una asociación sin ánimo de lucro o ser representante voluntario de una entidad cultural no es, precisamente, un “camino de rosas” (a no ser que el correcto funcionamiento de la misma no sea tu preocupación u objetivo).

Estas organizaciones no lucrativas que buscan algún tipo de bien común, también conocidas como “ONG’s”, son, por encima de todo, empresas; empresas con responsabilidades administrativas y fiscales que gustosamente, aunque también algunas veces sin conocimiento real de causa, asumen los propios y voluntarios miembros directivos de las mismas.

Además de las responsabilidades fiscales y legales, existen otras que ni te llevan a la cárcel ni te multan por incumplirlas, y son las de velar por que todo el esfuerzo y sacrificio empleado por los anteriores al cargo no sea diezmado o caído en el olvido. El compromiso por defender lo que tantos años y sinergias ha costado crear y el cometido de seguir haciendo crecer y madurar aquello que desinteresadamente se ha asumido liderar.

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GESTIÓN: SE DEBEN Y SE PUEDEN HACER LAS COSAS BIEN (O MEJOR).

En los últimos años, se ha empezado a gestar una cultura de la buena gestión que, ni hace mucho ni en todos los sitios, no existía y disfrutaba el sector, es más, tradicionalmente parecía que estaba enemistado con la misma. Esto, en gran parte, ha sido impulsado por el surgimiento de gestores culturales y otros profesionales expertos, además de verse alentado por el miedo e inseguridad que se ha infundido mediante las inspecciones públicas en las que se han visto involucradas este tipo de asociaciones recientemente.

Sí, efectivamente, es muy difícil, pero no imposible. “Hacer las cosas bien”, abarcando el significado más pleno de la expresión, requiere técnica, trabajo, ilusión, creatividad, muchos correos electrónicos, “telefonazos” y, muy importante y ausente en muchas ocasiones: servicios de consultoría a profesionales de la cultura, el arte, la educación y su gestión.

El sector no lucrativo ya supone, y no es nada comparado con la realidad y cifras de las que podemos llegar a ser testigos en próximos años, una muy valiosa fuente de trabajo de calidad a tener en cuenta para el sector, suponiendo un gran motor económico y fuente de empleo para los miles de graduados en música que produce el amplio sistema de conservatorios, profesionales y superiores, de España.

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LA DÉCADA ESPAÑOLA DE LOS SUPERHÉROES MUSICALES

MÚSICOS PROFESIONALES VS PROFESIONALIZARSE CON LA MÚSICA

Grandes músicos y docentes que, en la mayoría de los casos, están altamente preparados y repletos de ganas por transmitir  sus conocimientos y habilidades, así como los propios beneficios de la práctica de la música.

Ante la calidad que éstos pueden ofrecer y que, por otro lado, se está empezando a exigir indiscriminadamente por “exceso de oferta”, hay que corresponder, empezando por una remuneración adecuada y por unas dignas y legales condiciones para el empleo. Hay que exigir y ofrecer a partes iguales, si no, la balanza se desequilibra y alguien sale perdiendo, y este no es un juego de ganar o perder, sino el de construir un contexto y entorno donde se pretende que todos aquellos que se vean involucrados en él ganen y crezcan.

MUSICOS OSOS

INFINITAS GRACIAS.

A todas estas organizaciones se les debe exigir, sí, pues poseen la tarea de gestionar un patrimonio cultural, social y artístico de gran valor, pero, ante todo y por partida doble, se les debe agradecer, regularmente y más de lo que se suele acostumbrar, dicha desinteresada labor.

Directores laureados, reconocidos profesores y grandes artistas que surgen en estos nichos obtienen, merecidamente, su puesta en valor, pero no olivemos a cada miembro de esa junta directiva u otros voluntarios que trabajan gratis y, a menudo, con mucha más dedicación e ilusión que muchos profesionales, compaginando dicha labor y cargos con sus propias vidas personales y profesionales.

Gracias, tanto en mi nombre como en el de todo aquel que no supo cómo ni cuándo expresarlo, por permitir y luchar por la existencia de millares de bandas y escuelas de música, además de otras asociaciones promotoras de cualquier tipo de artes escénicas, que se esfuerzan por organizar eventos, espectáculos, conciertos y otras actividades que acercan la música y la cultura a la sociedad.

SIN ROSTRO

La música y músicos de España os deben mucho. Ahora toca aprender de los fallos y reforzar los aciertos, pues hay mucho que construir, mucho patrimonio que preservar y mucho trabajo que reconocer en esta historia de héroes sin capa ni antifaz; buenas personas que han ayudado (y ayudan) a que la música y la cultura hayan llegado (y lleguen) a rincones donde sólo en este formato, desinteresado y altruista, hubiese sido posible.

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Eduardo Sánchez-Escribano García de la Rosa.

 

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